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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Amigos y buenos aficionados en El Hoyo

Aquella llamada no se nos olvidará nunca, ni a Cristina ni a mi. Eduardo López nos pedía los perros para echar Los Domarcos y El Sauzal. La fecha prevista, un viernes de principio de temporada. Por supuesto, el que se acordara de nosotros y nuestros perros nos hizo mucha ilusión. Cristina y yo estábamos de luna de miel, concretamente en Viena, y afinando más, nos encontrábamos poniendo patas arriba una armería de la capital austriaca. Eduardo, además, me adelantó que se había liado la manta a la cabeza, y tras comprar perros por un lado y otro, esa temporada comenzaba su andadura como dueño de rehala. Otra bocanada de juventud y frescor para este gremio.

Cristina en la puerta de la armería Joh. Springer´s Erben de Viena.

Los Domarcos y El Sauzal son dos manchas que en la Córdoba montera, junto a alguna otra, se las conocen como las de El Hoyo, por estar localizadas junto a la aldea que lleva ese nombre, de Fuente Obejuna. A la derecha de la carretera que une El Hoyo con Fuente Obejuna, y dentro de la Sierra de los Santos, se encuentran ambas manchas, al otro la de la carretera La Garganta. Fincas y manchas en la memoria de muchos monteros cordobeses que de la mano de la peña "El Corner", y su capitán Rafa Prado, hicieron de esa sierra protagonista de muchas jornadas, lances y trofeos memorables.

La junta se celebró en los llanos del Mariscal.

Zona nada fácil, ganadera ante todo, y expuesta a muchos condicionantes que solo los que la han trabajado temporada tras temporada saben lo que se suda allí un buen resultado. Raro era una junta de carnes en la que no se presentase un buen verraco o un venao de los que nos emociona a los que sabemos valorarlo. Un servidor, no había tenido la oportunidad de cazarla en ninguna ocasión y como conocedor de lo detallado antes, ilusionado iba a más no poder con alguna sorpresa de esas que siempre han justificado montear en El Hoyo.

En la junta, pendientes de las instrucciones pertinentes. 

Cristina, con todo el dolor de su corazón, se quedo en tierra. Sus obligaciones laborales le imposibilitaron venir. Realmente se quedó con muchas ganas de venir pues no dudaba que la plantilla que convocaría Eduardo sería de las que gusta encontrarse en estos días de monte y perros: buenos aficionados y buenas rehalas.

Rafa Prado, actuó como capitán de montería y se encargó de dar las instrucciones. 

Temprana fue la reunión, era principio de temporada. Lo que se pueda adelantar es beneficio para todos, pero más para los perros que con las altas temperaturas agradecen soltar lo antes posible. Unas migas rápidas en el llano del Mariscal, un rezo, las instrucciones por parte de Rafa Prado, actuando como capitán de montería, y a organizar rápidamente el cierre de la mancha. Las primeras armadas comenzaban a desfilar, la mía, el cierre de El Santo marchaba la primera.

Tarjeta de mi puesto en Los Domarcos y El Sauzal.

El número 3, mi puesto, era en el sopie de la sierra, cerrando la huida, mayormente del cervuno, hacía La Garganta, que era lo que tras la carretera, quedaba a mi espalda. El filo del monte quedaba a unos cien metros de mi tablilla. Entre lo espeso y yo, un áspero barbecho de encinas. Iba a ser difícil que algún marrano se saliera por allí. Eso si, reses, no dudaba que rebozarían por allí.

Vista de la parte derecha del número 3 de la armada El Santo.

El serpenteo de armadas hacía sus puestos y de furgonetas hacía sus sueltas fue ligero. Rápido se montó la mancha y en seguida se soltó, antes ya se habían sentido tiros. Alguna carrera de cervuno sentí del filo del monte hacía dentro, las copas de los chaparros me hacían imposible ver que era lo que corría en aquellos tropeles. Las furgonetas no tardaron en abrir sus puertas.

Parte izquierda de mi puesto en Los Domarcos y El Sauzal.

Pronto asomaron los primeros perros por aquel sopie, podencos con collar negro y tiras amarillas de Perico Carrasco. El Yiyo, su perrero, tiraba de ellos con sus voces hacía el monte pero las primeras reses corrían monte abajo y se los llevaban tras ellas. A mi espalda, la armada del Oleoducto se sentía tirar, y con ello finalizar con estas carreras, permitiendo que los perros volvieran a su mano. Ciervas y algún vareto fue lo que asomó por aquel puesto número 3 del cierre de El Santo.

Hierro y divisa de la rehala de Perico Carrasco.

Una ladra de cochino sentí por delante mía, como era de esperar la corrida del marrano fue por el monte, buscando las apretauras de la falda del Cerro de los Santos, que por allí fue donde se sintieron los tiros que acompañaron aquella carrera. Los perros poco a poco se fueron apagando, ya no solo por el castigo de estos primeros días tan duros sino también por haber sacado lo que albergaba la mancha.

Podencos de Perico Carrasco dando cara en el número 3 de la armada El Santo.

Con el sol en todo lo alto fuimos reuniéndonos en la nave donde sería la merienda y junto a la cual fueron llegando la reses. Angelillo no tardó en recoger y tras informarme de que todo estaba en orden, prefirió marchar para la perrera para así descargar los perros y que descansaran en condiciones. Son varios días seguidos, con altas temperaturas y falta de forma, por lo que todos los cuidados son pocos en estos días tan peliagudos para ellos.

Rubio con collar negro con flecos amarillos de la rehala de Perico Carrasco.

Un bonito plantel fue la guinda del día en el que se cobrarían sobre las treinta reses, siendo protagonista, como era de esperar, el cervuno pues por muy buena que se presumía estuviera la mancha de marranos ya es sabido que hasta que no refresque el tiempo, los perros se pongan como deben y las apuntaeras del personal se afinen, cuesta que den la cara en el cemento. Algún bonito venao acaparó los corrillos tras el potaje y es que como de costumbre en la zona, algún buen venao se cobró.

Bonito y con gusto el viejo cortijo de Los Domarcos.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Aire añejo en la Cañada del Gamo

Fuente Obejuna, pueblo localizado en el norte de la provincia de Córdoba, no tiene ni una, ni dos, ni tres aldeas, tiene la friolera de catorce. El laberinto de sus carreteras, siempre son una prueba de fuego cuando se montea por allí. Cada cual tiene su opinión al decantarse por donde llegar mejor. Si por tal sitio es el camino más recto, si por tal otro es menos complicado, lo que nunca falla es, que no hay día que alguno de los más despistados o confiados se pierda y llegue tarde a la junta.

La junta en la misma aldea de la Cañada del Gamo. 

Hay fincas, manchas, zonas o simplemente ambientes que rezuman aires añejos, aquel día se desprendía ese aroma montero tan añorado por los románticos, como un servidor, de esto. Serían las caras, todas conocidas, de los allí presentes, el cariz de la montería o quizás esa bocanada de ilusión por recordar lo que fue, lo que me hizo sentir cierta emoción ante varios aspectos de aquella reunión. Muchos desconocidos hoy día, otros olvidados y algunos dejados perder.

El previo a la salida de las armadas, ilusión y nervios.

Una armada que cierra de madrugada, con las primeras claras del día. Sin ni siquiera aparecer por la junta, ni probar las migas ni el aguardiente. Por supuesto mucha gente joven, cargada de afición y ganas, era la que poblaba el cierre. Una aldea, la Cañada del Gamo, viviendo uno de sus días grandes, allí el que no iba a cazar, entraba de guía, hacía de postor, recogía reses, preparaba el potaje o simplemente vigilaba en su zahúrda que ningún perros se picará con los ibérico. Total, toda una aldea paralizada de su quehacer diario por una montería que la siente muy suya.

Joaquín Vadillo y Francisco Soriano, dueños de rehala, charlan en la junta. 

Sabiendo que la mancha esta cerrada desde temprano, los que vamos llegando al desayuno, sin prisas y sin el madrugón de los valientes, saludamos y comentamos. Gente conocida, gente de campo, aficionados de Córdoba o de la zona y compañeros del gremio de los perros. Reparto de puestos, con su consiguiente explicación personal, como es la postura y el por qué de mandarnos a cada uno a tal o cual. Cosas que se pierden.

Corrillos comentando puestos e intercambiando pareceres mientras salen las armadas. 

Sentido rezo y ya estaban las armadas desfilando. Las primeras rehalas empezaban a llegar, los furgones se apartaban antes de llegar, no queriendo interrumpir la salida del personal. Incluso la benemérita hizo acto de presencia, hasta eso se echa ya de menos por las mañanas antes de montear.

Mi puesto, el número 2 de la armada El Guineo.

Partí hacía la armada del Guineo y Angelillo aun no había llegado. Varios dueños de rehala en la armada, y mi lectura siempre, y más en días así, en positivo. Zona cochinera, puestos difíciles, para aficionados, y hay que poner a gente que este puesta, ágil y fina. Exacto, el postor me vino a decir que si había marranos en el manchón de mi espalda, y otro apretón que quedaba a mi izquierda, podía divertirme.

Perspectiva de la mancha desde la armada del Guineo. 

Los perros de Luis Giménez, que por cierto lo tenía de vecino en el puesto de al lado, dirigidos por Adolfo, su perrero, serían los que cazarían aquella mano y los que tendrían la labor de trastear aquellas apreturas de monte. Unas vistas amplias de la mancha a cazar me tuvieron entretenido toda la mañana, tiros se sintieron bastantes en aquellas quebradas aliviadas de monte y tan ricas de chaparros pero por el número 2 del Guineo hubo poco meneo.
Hierro y divisa de la rehala Navaobejo, propiedad de Luis Giménez.

De vuelta en la aldea, las caras agotadas de algunos delataban quienes habían sido los madrugadores, que por cierto habían tirado bastante. Algunos marranos se habían escapado aun poniéndose las armadas, pero realmente, eramos pocos los que no habíamos tenido la fortuna de haber disfrutado de algún lance. El potaje de rigor me supo a gloria en una reunión con tanto sabor.

Mi puesto, el número 2 de la armada del Guineo. 

Me acerqué temprano a la suelta,  Angelillo estaba tardando en aparecer por la Cañada del Gamo y el resto de perreros iban asomando por allí chorreados. Faltaba una perra, debía haberse quedado cortada con alguna de las telas que se fue encontrando en su mano. Estando allí llamando, uno de los arrieros nos comentó que la había visto y pronto pudimos recogerla.

Una de las aldeas de Fuente Obejuna, Cañada del Gamo.

Fueron más venaos que marranos lo que se presentó en la junta de carnes, mostrándose más de uno bastante bonito. En total cerca de una veintena entre unos y otros. El regusto que dejan días así, a pesar de no haber tenido suerte en lo individual, ayudan a refrescarnos el por qué de que la montería, como toda la vida, entre amigos y en abierto, sea algo único.

Las primeras reses en llegar a la junta de carnes.