Los Domarcos y El Sauzal son dos manchas que en la Córdoba montera, junto a alguna otra, se las conocen como las de El Hoyo, por estar localizadas junto a la aldea que lleva ese nombre, de Fuente Obejuna. A la derecha de la carretera que une El Hoyo con Fuente Obejuna, y dentro de la Sierra de los Santos, se encuentran ambas manchas, al otro la de la carretera La Garganta. Fincas y manchas en la memoria de muchos monteros cordobeses que de la mano de la peña "El Corner", y su capitán Rafa Prado, hicieron de esa sierra protagonista de muchas jornadas, lances y trofeos memorables.
Zona nada fácil, ganadera ante todo, y expuesta a muchos condicionantes que solo los que la han trabajado temporada tras temporada saben lo que se suda allí un buen resultado. Raro era una junta de carnes en la que no se presentase un buen verraco o un venao de los que nos emociona a los que sabemos valorarlo. Un servidor, no había tenido la oportunidad de cazarla en ninguna ocasión y como conocedor de lo detallado antes, ilusionado iba a más no poder con alguna sorpresa de esas que siempre han justificado montear en El Hoyo.
Cristina, con todo el dolor de su corazón, se quedo en tierra. Sus obligaciones laborales le imposibilitaron venir. Realmente se quedó con muchas ganas de venir pues no dudaba que la plantilla que convocaría Eduardo sería de las que gusta encontrarse en estos días de monte y perros: buenos aficionados y buenas rehalas.
Temprana fue la reunión, era principio de temporada. Lo que se pueda adelantar es beneficio para todos, pero más para los perros que con las altas temperaturas agradecen soltar lo antes posible. Unas migas rápidas en el llano del Mariscal, un rezo, las instrucciones por parte de Rafa Prado, actuando como capitán de montería, y a organizar rápidamente el cierre de la mancha. Las primeras armadas comenzaban a desfilar, la mía, el cierre de El Santo marchaba la primera.
El número 3, mi puesto, era en el sopie de la sierra, cerrando la huida, mayormente del cervuno, hacía La Garganta, que era lo que tras la carretera, quedaba a mi espalda. El filo del monte quedaba a unos cien metros de mi tablilla. Entre lo espeso y yo, un áspero barbecho de encinas. Iba a ser difícil que algún marrano se saliera por allí. Eso si, reses, no dudaba que rebozarían por allí.
El serpenteo de armadas hacía sus puestos y de furgonetas hacía sus sueltas fue ligero. Rápido se montó la mancha y en seguida se soltó, antes ya se habían sentido tiros. Alguna carrera de cervuno sentí del filo del monte hacía dentro, las copas de los chaparros me hacían imposible ver que era lo que corría en aquellos tropeles. Las furgonetas no tardaron en abrir sus puertas.
Pronto asomaron los primeros perros por aquel sopie, podencos con collar negro y tiras amarillas de Perico Carrasco. El Yiyo, su perrero, tiraba de ellos con sus voces hacía el monte pero las primeras reses corrían monte abajo y se los llevaban tras ellas. A mi espalda, la armada del Oleoducto se sentía tirar, y con ello finalizar con estas carreras, permitiendo que los perros volvieran a su mano. Ciervas y algún vareto fue lo que asomó por aquel puesto número 3 del cierre de El Santo.
Con el sol en todo lo alto fuimos reuniéndonos en la nave donde sería la merienda y junto a la cual fueron llegando la reses. Angelillo no tardó en recoger y tras informarme de que todo estaba en orden, prefirió marchar para la perrera para así descargar los perros y que descansaran en condiciones. Son varios días seguidos, con altas temperaturas y falta de forma, por lo que todos los cuidados son pocos en estos días tan peliagudos para ellos.
Un bonito plantel fue la guinda del día en el que se cobrarían sobre las treinta reses, siendo protagonista, como era de esperar, el cervuno pues por muy buena que se presumía estuviera la mancha de marranos ya es sabido que hasta que no refresque el tiempo, los perros se pongan como deben y las apuntaeras del personal se afinen, cuesta que den la cara en el cemento. Algún bonito venao acaparó los corrillos tras el potaje y es que como de costumbre en la zona, algún buen venao se cobró.