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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

XIX Feria del Perro de Archidona (Abril-Mayo 2011)


El último fin de semana de Abril del pasado 2011 se celebró en la localidad malagueña de Archidona la decimonovena edición de la Feria del Perro, cita obligada para todo buen aficionado al mundo de perro y en especial al del podenco. Son varias ya l
as primaveras que llevo asistiendo a este clásico evento perruno organizado en la falda de la Sierra de Gracia. Aun encontrándome de retiro en la playa, sí, en la playa a principios de Mayo que es cuando a mí me gusta ir, me acerque por allí el día grande, el de las rehalas.

Cartel de la feria de Archidona 2011.

Este año el cartel lo protagonizaba un precioso ejemplar de sabueso español. Sus orejas largas y acampanadas, así como su mirada dulce pero melancólica delataban la pureza de este bello animal. Fuerte, rural, auténtico, con cabeza perfecta y de reluciente capa berrenda provocó que más de uno se detuviera a contemplar embobado la belleza del galán orejón.

El cielo encapotado durante todo el día deslució la jornada del domingo.

Mucho se chismorreo acerca de la feria las semanas previas. La lluvia y la recurrida excusa de la crisis fueron la comidilla del entorno que rodeo al evento. Lo primero medio se portó y aguantó la mayor parte de la mañana del domingo (día en que yo asistí, insisto). El tema de la crisis, lo nota quien quiere porque yo personalmente vi un gran número de asistentes y muchos más stands que otros años. Ahora bien, que Archidona este cogiendo la verea que está tomando y que lo que era una feria de perros se convierta en otra cosa ya es otro cantar.

La asistencia de público no defraudo a pesar de los continuos chaparrones.

Uno, personalmente se fija en lo que le gusta. En mi caso voy directo al laderón de pinos y eucaliptos, en busca de los podencos grandes de las rehalas con sus collares y collarines de las cencerras relucientes. Allí, encontré rehalas de la Asociación de Rehalas de Córdoba, de la Asociación de Rehalas de Posadas y varias oriundas de la provincia de Málaga. Rápido pase a saludar y más rápido aun estaban ya todas vistas, pues además de ser todas conocidas eran muchas menos que otros años. Desgraciadamente en este sentido Archidona va de mal en peor, cada años son menos las rehalas que se juntan allí.

La Asociación de rehalas de Posadas (Córdoba) estuvo representada por menos rehalas que otros años.

La desilusión es grande, y es que da mucha rabia recordar como casi se amontonaban los perros en ferias anteriores y aquel domingo de Mayo la ladera se veía desangelada y con sitios vacíos. Por allí estaban rehalas como la de D. Rafael Borland (divisa negra sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarilla), la de D. Joaquín Vadillo (divisa a franjas grises y rojas y collarín de la cencerra verde), la de D. Antonio Ángel Marín (divisa collar y collarín de la cencerra azul), la de D. Juan Corral (divisa collar azul y collarín de la cencerra rojo), la de Antonio Peña (divisa collar y collarín de la cencerra morado), la de D. Francisco Moro (collar y collarín de la cencerra verde oscuro), la de D. Juan Gómez (divisa collar y collarín de la cencerra rojo), la de El Mandria (divisa azul), la rehala de La Muerte de Cayetano (divisa verde) y alguna otra de la zona que no recuerdo.

La rehala de D. Antonio Ángel Marín se despidió de Archidona antes de su desaparición el verano pasado.

Lo encapotado del día, la intermitente lluvia y la gran afluencia de vehículos provocó que se vieran aparcamientos inverosímiles en los olivares que anteceden al recinto ferial. Las carpas habilitadas para resguardar los stands y las distintas actividades se llenaron hasta la bandera, sobre todo cuando la lluvia hacia acto de presencia. Esas jaulas dispuestas para el mercadeo de cachorros o la compra venta de variopintos ejemplares de distintas razas y tallas se veían más despejadas que en ocasiones anteriores.

Los vistosos y parejos podencos de D. Joaquín Vadillo fueron fieles a la cita en tierras malagueñas.

Los comentarios del personal con el que me fui cruzando delataban la añoranza por lo que fue. Unos se acordaban de lo familiar de una feria en la que cada uno llevaba sus cachorros y los vendía como buenamente podía sin más trabas que cerrar un buen trato con un buen aficionado, otros recordaban esas preciosas rehalas de podencos parejos que tanto lucían acollaradas por las calles del pueblo y alguno echaba en falta esos podenquetes de conejos que tanta fama habían dado a esta feria.

Las rehalas de El Mandria y de la Muerte tampoco faltaron un año más a la concentración de rehalas de Archidona.

Si, la feria como tal ha crecido, pero organización, instituciones, patrocinadores y demás responsables del evento han ido dejando a un lado lo que en su día fue la esencia de Archidona. Ferias de caza hay muchas y la de este municipio tenía un algo que la hacía destacar, desgraciadamente ese algo poco a poco se va apagando. Esperemos que se replanten las cosas para que el barco no se hunda.

Archidona es una gran feria y no debe descuidarse olvidando lo que la hizo famosa: el perro.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Resignados a perder el contacto


Con la última montería de la temporada se baja el telón de cinco meses de intensas jornadas de campo entre aficionados y compañeros de monte. Esa postrera mancha dará paso a un larguísimo parón en el que sin dejar a un lado el monte y los perros se hace caso a otras aficiones secundarias que ayudan a hacer más fácil el paso de la bonita primavera y el duro verano.

Joaquín llamando a sus borlanes al final de montear.

Cualquier excusa es buena para juntarnos. Es lógico que haya que atender otros menesteres descuidados durante la temporada montera pero nos resistimos a distanciarnos, a perder el trato o a tener que esperar cerca de ocho meses para volver a vernos. Cada uno tiene sus obligaciones pero gusta marcar fechas en el calendario para algún enreo que nos permita ponernos al día y charlar de lo que más nos gusta: el campo y los perros.

Manolín Centella de recogida junto a los atravesaos de Garnica.

La idea de juntarnos en una casa rural de la Sierra de Cardeña y Montoro a principios de Abril la acogimos con los brazos abiertos. Lástima que no todos pudiéramos ir, que algunos tuvieran otros quehaceres que atender pero los que finalmente nos animamos disfrutamos de un par de días bastante completitos. Repasamos la temporada finalizada, descubrimos nuestros proyectos y/o ilusiones, intercambiamos opiniones de perros y rehalas, bromeamos, reímos y nos dimos un homenaje culinario de padre y muy señor mío.

La cuadrilla de la Venta el Charco: Ángel, Berni, Antoñín, Ricardín, Nico y yo (falta Tolo que hizo la foto).

El buen ambiente reino como era de esperar y la confianza aumento entre un grupo tan dispar como igualón. El hecho de mantener y aumentar la relación con gente con la que tendrás que lidiar más de una penuria en mitad de la sierra nunca está de más. Se simplifica todo mucho cuando el hilo que nos une es más fuerte que el creado por el monte y la caza, que ya es fuerte de por sí.

Gran fin de semana el que pasamos en la Venta del Charco.

También nos vimos en una jornada tan completa como la comida que organiza el bueno de Rafa Ruiz con la excusa de juntarnos los miembros del foro de su peleona y perpetua, gracias a Dios, revista Cazadores. En ella, un amplio grupo de aficionados de todas las edades nos citamos en el Complejo El Molino, entre Almodóvar del Río y Villarrubia. Tercer año que se celebra y nuevo éxito de asistencia.

Magnífico el poder de convocatoria de la revista Cazadores.

Hubo tirada de palomos, tirada al plato, de comer nos pusimos hasta las manillas (de beber casi igual), toreamos, o al menos lo intentamos, unas pocas de vaquillas, se rifaron un buen numero de regalos, el flamenquito sonó y el ambiente que reino allá por la urbanización Las Cuevas fue sensacional.

D. Miguel Feijoo: Genio y figura hasta la sepultura.

Vinieron aficionados de distintos puntos de nuestra patria como D. Agustín Sánchez que vino desde Salamanca o D. Miguel Feijoo y Bea que vinieron desde Madrid. Alguna amiga charra faltó y otros muchos cordobeses tampoco pudieron venir por diversos motivos, esperemos que el año que viene repitamos todos y además vengan los que faltaron en el que fue el III Encuentro del Foro de la revista Cazadores.

Pepe Chanquet fue el agraciado con mi aportación a la rifa, la foto ya mítica de Pepillo Parladé con los perros acollarados.

Así es como después de echar el cerrojo de la temporada montera 2010/11 fuimos concienciándonos que hasta que llegaran las ferias y concentraciones de rehalas debíamos aparcar un tanto de esta bendita forma de vida que tanto nos gusta. En el horizonte, el visor puesto en Archidona, Robledo de Chavela, Villaviciosa de Córdoba, Almodóvar del Río, Ciudad Real, Santa María del Berrocal, Villarrubia y Córdoba. Casi , que diría un castizo.

La vista fija, como Tarzán en la imagen, en las ferias y concentraciones venideras.

jueves, 6 de octubre de 2011

Posada Nueva (Villaviciosa de Córdoba, Córdoba)


Aun con la decisión ya tomada de que con Las Pitas ponía punto y final a la temporada montera, me resistí a liquidar el curso 2010/11 sin romper monte por última vez en compañía de los valientes de Borland. A los que nos gusta esto de entrar batiendo monte junto a los perros, nos cuesta quedarnos en casa sabiendo que tenemos oportunidad de acompañar a algún amigo en su quehacer como perrero. De esta manera, acepté la invitación de Joaquín Borland justo antes de despedirme del personal en Las Pitas.

Trabuco, podenco berrendo de la rehala de D. Rafael Borland.

Me atrajo el hecho de ir a una mancha la cual desconocía, al igual que lo hizo el saber que se trataba de un día entre amigos en el que dar un manchón era la excusa para juntarse y echar un agradable día de perol. Lo de menos el resultado, poco importaba cobrar un mayor o menor número de reses, ese no era el fin de aquel domingo que cerraba la temporada montera de Despeñaperros pa´bajo. El propósito de un pichivata de esta índole no era otro que bajar el telón montero hasta la próxima otoñada entre amigos.

Gitano, precioso alano de la rehala de Borland.

A Posada Nueva se accede por margen izquierda de la carretera que une Villaviciosa con Posadas. Varios kilómetros de carril en los que se dejan atrás diversas finquitas hasta llegar al Cerro de las Cruces primero, y cruzar el río Guadiatillo a continuación, tras esto y antes de llegar al cauce del Arroyo Gitano si localiza el cortijo de esta finca. Una casa antigua y con el sabor que le proporcionan un grupo de buenos aficionados como los que disfrutan de este rincón de nuestra sierra de Córdoba.

Bonitas hechuras las de Blanco, valiente de la rehala de D. Rafael Borland.

Solo con citar algunos miembros sobra para saber lo afable de esta cuadrilla de veteranos aficionados. Entre otros, señores como Faustino Almagro, Manolo Cuevas, Diego Ángulo, Fernando Tortosa, en fin, monteros de siempre y algunos añorados dueños de rehala cordobeses son los que aprovechan Posada Nueva y matan así el gusanillo de la escopeta temporada tras temporada.

Faustino Almagro, gran aficionado y mejor persona.

Con tanta gente del gremio del perro, está claro que las rehalas con las que se cuentan en estos manchones son prácticamente de la casa, sirva la expresión, y de contrastada calidad. Para aquel domingo del mes de Febrero se contó con las rehalas de D. Antonio Peña (divisa collar y collarín de la cencerra morada) y de D. Rafael Borland (divisa negra sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo).

Suelta de la rehala de D. Antonio Peña en Posada Nueva.

En golpes o manchitas de este tipo se da cuenta uno de cómo ha ido cambiando nuestra montería, de cómo ha ido perdiéndose la esencia de esta forma de cazar y de todo lo que desgraciadamente hemos descuidado con esta lamentable evolución vivida. Gracias a que existan aficionados que se resignen a adaptarse a estos cambios, los jóvenes y las futuras generaciones monteras podrán conocer cuál es la verdadera naturaleza de este tipo de caza.

Juani y Borland observando las primeras carreras de los perros desde la suelta.

Tras cargar los perros enfilamos la carretera de Badajoz dirección Villaviciosa, en poco más de una hora de camión estábamos llegando al desayuno. Las últimas migas de la temporada menguaban al ritmo del cucharon y paso atrás en el menudo patio de la casa. Ni sorteo, ni postores, ni más parafernalia. Todos sabían donde iban, cada cual había elegido su paso y tenía fe ciega en que las reses se rebozaran por esa huida en la que tanto confiaban fruto de haberse trasteado aquello día sí, día también.

Chocolate, inconfundible este valiente de la rehala de Borland.

En menos que canta un gallo estaba la mancha cerrada y los dos camiones de las rehalas esperando la hora marcada para soltar. Juani, perrero de Peña, y Joaquín Borland se abrochaban polainas, apretaban zahones y soltaban los mosquetones del camión mientras los que iban a ser sus guías, Antoñín Almagro y Antonio Cruz, les indicaban las directrices a seguir para que se echara aquello en condiciones y no quedara un rodal de monte sin trastear.

D. Rafael Borland prefirió disfrutar del trabajo de sus valientes siguiendo el discurrir de su mano desde la suelta.

Atentamente, y desde su catrecillo, D. Rafael Borland se ubicó próximo a la suelta. Prismáticos en mano prefirió terminar la temporada disfrutando con el trabajo de sus perros, observándolos cazar y recreándose con el incansable trabajo trasteando monte de esos veintitantos podencos berrendos con el hierro de la B y la T tatuado en el costillar. Es más complicado de lo que parece que a un dueño de rehala le gusten los perros, afortunadamente alguno hay, D. Rafael es uno de esos mirlos blancos.

Joaquín Borland apretandose los zahones antes de soltar.

Los portones sonaron diferente, era la última suelta de la temporada. Se notaba, se presentía que era la última montería y que hasta el lejano Octubre, los valientes de esas dos rehalas no volverían a saltar con tanta furia y garra como lo hacen cada vez que sus perreros les abren el portalón. Por delante quedaba aun esa mano con la que se remataba la temporada 2010/11, había que saborearla y disfrutarla de cabo a rabo.

Espectacular la suelta de los borlanes.

En la parte más llana y adehesada, el cervuno provocó las primeras ladras y carreras. La lástima es que la huida hacia Piedra Escrita no se cerró como se debía y se salió algún venao sin tirarse. Al entrar en la mancha propiamente dicha, sonaron las primeras detonaciones. Los perros, puestos como estaban, meneaban cada apretón de monte con el que se topaban achuchando las reses hacia las posturas.

Antoñín Almagro explicandoles las manos a Juani y a Joaquín bajo la atenta mirada de Antonio Cruz.

Todo muy despacito, sin prisa por terminar la mano, con continuas paradas y siempre dejando hacer a los perros. Al paso por la postura del bueno de Faustino nos mostró las corridas de las reses por aquella zona y nos indicó donde había tirado un venao que finalmente cayó. Se estaba tirando y los perros iban trabajando de forma fantástica.

Joaquín bromeando con Faustino al paso por su puesto en Posada Nueva.

El último achuchón de la mano era un laderón cerrado de pinos no muy viejos. Esperanzados con dar con los marranos y tras juntarnos con Juani, entramos decididos a poner patas arriba aquella falda que daba cara al Arroyo Gitano. Ciervas salieron bastantes pero se ve que los cochinos habían cambiado sus encames en los días previos pues, aun existiendo camas de marrano, allí no corrió ninguno.

El incanzable trabajo de los perros nos metió esta pepa practicamente encima.

Una ligera llovizna comenzó a hacer acto de presencia mientras dirigíamos nuestros pasos hacia la suelta. El pantano, próximo al lugar de la suelta, se diferenciaba en la lejanía, pocos pasos quedaban ya de la que era la última mano de la temporada. Llamando perros y contando cuantos venían topamos con los camiones. Borland, en la misma postura que lo dejamos, aguardaba impaciente intercambiar opiniones con nosotros.

Llegando a la suelta en Posada Nueva.

A Juani le faltaban cuatro y a Borland dos. Aún era pronto y mientras nos cambiábamos irían llegando, no había por qué preocuparse. Sin prisa fuimos guardando la ropa de monte y abrigándonos pues un aire fresco se levantó y sudando como estábamos, el catarro era fácil de pillar. Los toques de caracola y las voces resonaban en los barrancos, más que nunca sonaban a despedida, a broche final de otra campaña más repleta de grandes días de campo y perros.

Joaquín echando la caracola, aun faltaban perros por llegar a su suelta.

El último en llegar, un berrendo de Borland, el Miserias. Una vez cargado en el camión nos dirigimos a la casa, allí un rico puchero de garbanzos aguardaba bien caliente. El día había salido redondo, el agua nos respetó y no nos mojamos, el potaje estaba de categoría, los perros trabajaron bien haciendo disfrutar al personal y además, hasta se cobraron varias reses.

El Miserias fue el último en llegar al camión en Posada Nueva.

En Posada Nueva cerré la 2010/2011, ahora por delante quedan los meses de parón montero. Una larga lista de eventos, que ayudan a no distanciarnos de este mundo de la rehala y que sirven de excusa para pasar esos días de perros que tanto nos gustan a los que vivimos este mundillo los trescientos sesenta y cinco días del año, irán llenando las próximas entradas.

Antonio Cruz y Joaquín Borland en Posada Nueva.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Las Pitas (Córdoba, Córdoba)


Con tiempo de sobra apunté la fecha en la lista, me hacía especial ilusión montear esta mancha. Era el último fin de semana de la temporada y las monterías se acumulaban, son fechas en la que como uno se descuide un poco se junta con un puñado de monterías, y eso para alguien como yo es motivo de sofocón. De esta manera y haciendo de tripas corazón tuve que rechazar, no sin antes agradecer el que se acordaran de mi, las llamadas de Rafa Alcaide para Posteruelos, José Morales para Los Villares o la de la familia Ramos para La Solana del Alcanfor. Con la de días que hay en la temporada, que rabia el que coincidan fechas.

Pita (Ágave americana), planta que da nombre a esta coqueta finca cordobesa.

Todo el mundo me había hablado muy bien de esta finca propiedad de la familia Aguilar de Dios, y no solo de la finca en sí, sino también de su cuidado por guardar las costumbres a la hora de montear. A la vieja usanza, de invitación y guardando las tradiciones, como ya prácticamente no se guardan en casi ninguna mancha del territorio español. Para que se hagan una idea, los perreros deben llevar trabuco y como muestra del respeto y valor que se le da al trabajo realizado en el monte, hasta que no han recogido sus perros y dan cara por el cortijo, no se sienta el personal al banquete.

Muy bien acicalado se mostraba el cortijo de Las Pitas.

Tras parar en El Jaguarcito, tomar café y aguardar a los más rezagados del los que allí nos citamos, continuamos por la antigua carretera de Badajoz unos dos kilómetros y medio. Una vez rebasado el estropicio ambiental de las urbanizaciones allí construidas, tomamos un carreterín a mano derecha que discurre próximo al Arroyo de Linares y que además de llevar a Las Pitas, también da acceso al Santuario de la Virgen de Linares. En definitiva, que como se descuide uno y se caiga de la cama, da con sus huesos en Las Pitas.

La junta de Las Pitas.

Ya en el cortijo, y tras saludar a tanta cara conocida como la que encontramos allí, mi padre y yo nos acercamos a la mesa del desayuno. Aquello no era un desayuno normal y corriente, ni el buffet del mejor hotel cambiaba yo por ese mostrador repleto de exquisitos dulces, deliciosos pasteles, y como no, unas migas de quitarse el sombrero. Cada cosa que me llevaba a la boca estaba más buena, que variedad más esplendida la allí ofrecida para arrancar el día.

D. Juan Corral junto a Luis Martínez esperando su correspondiente plato de migas.

El sorteo en absoluto se demoró, con agilidad y sin entretenerse lo más mínimo, los hermanos Aguilar de Dios fueron llamando a sus invitados para que se acercaran a la mesa del sorteo a sacar su postura. Mi padre fue el que se encargó de meter la manita en el montón de sobres. Estábamos en el minuto noventa de la temporada y no era cuestión de arriesgarse poniendo a prueba mi funesta mano por enésima vez en esta casi finiquitada campaña montera.

La mesa del sorteo en Las Pitas.

El número dos de la armada El Pino, puesto con su correspondiente nombre: La Cañada de los Acebuches. Que sabor tiene el que se sigan conservando los nombres de las posturas, preciosa tradición esta que, desgraciadamente como otras muchas, poco a poco se van dejando de ver en las monterías de hoy día. Busqué alguna referencia entre los pocos perreros que habían llegado ya a la junta pero lo poco que me supieron decir es que allí no era donde estaba el meollo, vamos que no habíamos tenido mucha suerte.

Nuestro puesto en Las Pitas, el número dos de la armada El Pino.

Íbamos a cierre y no tardamos en partir hacia nuestro puesto, la armada El Pino era de las primeras en salir. El día se presentaba sensacional y las lluvias, con tan mala leche de haber caído este año siempre en fines de semana, habían dado paso a un ambiente fresco que anunciaba el final de un invierno bastante pasado por agua. Calor no pasaríamos, y eso que íbamos a solana, pero a los que les tocó umbría estoy seguro que no les sobró ropa de abrigo.

D. Jesús Bernier sacando su puesto en Las Pitas.

Poco camino tuvimos que recorrer para llegar a nuestra postura. Fue volcar el cerro que había a las espaldas del cortijo y a la vera de un arroyuelo de poca entidad dejamos el coche. La tira de nuestro puesto se veía perfectamente, se localizaba en la rama de un acebuche, en la margen izquierda del arroyuelo antes citado. Nuestro tiradero un umbrión bastante cerrado por las copas de un tupido encinar hueco y el siempre esperanzador apretón del arroyo. A nuestra derecha una cañailla con pendiente y un corto testerito salpicado de acebuches y lentiscos, completaba el número dos de la armada de El Pino.

Vista frontal de nuestro puesto, el número dos de la armada El Pino.

Animado estaba por ver las rehalas trabajar, sabía que allí había buen material convocado y es que entre los dueños de rehala que saludé en la junta y otras rehalas que con antelación sabía que irían, no tenía la más mínima duda de que los perros no me defraudarían. Entre las rehalas convocadas para montear Las Pitas estaban las rehalas propiedad de D. Juan Corral, de D. Joaquín Vadillo, de D. Rafael Borland, de D. Pedro Mohedano, de D. Jesús Bernier, de D. Ricardo Torres, de D. Ramón Mohedano, de D. Antonio Peña, de D. Juan Poley, de D. Pedro Velasco El Patillas, de D. Miguel González, de D. Antonio Urbano y D. Fernando García. Siento dejarme alguna atrás.

Grupo de perreros de una de las sueltas instantes antes de abrir las puertas a sus valientes.

Las armadas no tardaron en montarse, hecho este que comprobamos al sentir enseguida los camiones de los perros dirigiéndose a sus sueltas. Nos soltarían a nuestra derecha, en la ida no darían cara los perros ni por la solana donde estábamos, ni en la umbría que teníamos como tiradero, seria a la vuelta hacia los camiones cuando veríamos trabajar los perros. Deseoso aguardaba por sentir la salva de algún trabuco en el monte y por distinguir ese humo blanco tan característico elevándose entre las copas del arbolado.

Poley preparando su trabuco antes de entrar al monte.

Como es lógico el cervuno fue lo primero en menearse, íbamos a marranos pero la mancha guardaba algún venao y bastantes pepas que ágilmente salieron de sus encames al sentir el trasteo de los perros. Venaos no vimos ninguno pero ciervas si nos cumplieron varias, gordas como pelotas y saliéndose del meollo, pasaron por nuestro puesto tomando dirección hacia la suelta.

El cervuno fue lo primero en menearse.

A nuestra espalda, los perros iban llegando a nuestra altura. Las voces de D. Pedro Mohedano animando a sus podencos finos se sentían inconfundibles en el discurrir de su mano. Una vez sentimos que nos había sobrepasado, todo esto sin dar cara a nuestro puesto, un seco latido nos pone en alerta. Rápido, el solitario latir, se ve respaldado por el resto de valientes con collar de material. La ladra, característica de marrano, es evidente y así nos lo ratifican las alegres voces de Mohedano, que dejando muestras de la gran escuela, nos cantó la corrida del cochino de forma magistral. No solo no enmudeció, sino que centro sus voces en alertar a los puestos de cuál era el viaje del cochino, evitando animar a unos perros que de sobran saben que su tarea consiste en meter el animal en las posturas.

Seria la estampa del podenco envelao de la rehala de D. Pedro Mohedano.

La ladra se aproximaba, los descriptivos términos que usaba Mohedano indicaban que el marrano venia directo para nuestro puesto. Entre la algarabía del latir de tanto perro tras los pasos del cochino llegamos a sentir el enervante ruido del tropel provocado por el bicho. Lo estábamos esperando, tenía que romper pronto a nuestro tiradero. El anhelo de verlo correr en nuestra jurisdicción motivó el que no cayéramos en la cuenta de que antes debía pasar por el número tres de nuestra armada. Puesto este que finamente jugó el lance, cortándole el viaje al marrano y finiquitando así el gran trabajo de los perros de D. Pedro Mohedano. Espero que el vecino del número tres tenga un hueco en su memoria para valorar y no olvidar un lance así. Cobrarlé un cochino a los perros tras un lance tan espectacular es algo indescriptible.

Gran entrega la de los valientes de Mohedano trabajando con codicia y afición.

Con el corazón aun a diez mil revoluciones, mi padre y yo comentamos lo poco que nos faltó para que nos entrara el cochino. No estaba siendo esta temporada muy afortunada en cuanto a resultados, gracias a Dios que con lances así la afición por la montería no puede sino verse incrementada. Las pepas continuaron paseándose por nuestro puesto, alguna tan confiada que me permitió hasta tomarle alguna instantánea. Solo justificado por la malasombra de un final de temporada bastante desafortunado me fui convenciendo de que allí ya estaba todo el pescado vendido.

En la umbría se siente el trabucazo.

Los tiros y las ladras se sentían en toda la mancha, había marranos y los perros estaban trabajando de forma sensacional. En la umbría empezaban a dar cara las rehalas tras ir rodeando el cerro que vigilábamos. Por la mano alta, los perros de collar y collarín de la cencerra morado propiedad de D. Antonio Peña se las veían y se las deseaban para andar entre tanta espesura. Las manos más bajas, mucho más cómodas, las llevaban las rehalas de D. Ramón Mohedano y la de D. Fernando García El Aperaor. Poca chicha salió en la vuelta de los perros por este umbrión.

Zapatillas, Antonio Centimillo y Tolín Escavias en Las Pitas.

Por nuestro puesto paso D. Pedro Mohedano, trabuco en mano. Allí se paró un rato a charlar y refrescar el buche, instante que aprovechamos para comentar la mala sombra que tuvimos y lo poco que nos faltó para poder tirar el cochino que habían levantado sus perros y que tan bien nos había ido cantando. Orgulloso nos mostró el trabuco que fuera de su padre, Rafaelito Mohedano (q.e.p.d.), mientras bromeaba sobre las tropecientas manchas que habrán sentido su fiero tronar.

D. Pedro Mohedano, un buen perrero y mejor amigo.

Al poco volcó y dio con su suelta, ahora sí que si, la montería estaba finalizada. Y casi que la temporada también. Recogimos despacio mientras sentíamos el sonar de las caracolas, el curso montero 2010/11 estaba llegando a su fin y este último sábado era un buen resumen de lo que había sido toda la campaña venatoria. Viendo como poco a poco iban llegando los corbatos de D. Ramón Mohedano al remolque, aguardamos en el carril la llegada del postor para indicarle que poca tarea tendrían los arrieros en el número dos de la armada El Pino.

Aguardando la llegada del postor al finalizar la montería.

Ya en el cortijo fuimos contándonos cada uno el devenir de su puesto, la gente en general se había divertido, cobrándose un buen número de marranos, en torno a los treinta pude contar antes de marcharme. La labor de los perros no paso desapercibida y se vio reconocida por muchos de los allí presentes. El añejo tronar de los trabucos alegro de nuevo una sierra, la cordobesa, en la que nunca debieron o debimos dejar que cesaran de retumbar.

Vistas de los aledaños del cortijo de Las Pitas durante la comida.

Hay que agradecer que sigan existiendo propietarios, como lo son los Aguilar de Dios, que no se resignan a dejar desaparecer una serie de tradiciones y costumbres tan monteras y tan bonitas como las que se preocupan por mantener en su casa, Las Pitas, donde además de pasar un magnifico día de montería, nos obsequiaron con un homenaje culinario digno de destacar.

Gente del mundo del perro de rehala: Ricardín Barbero, Joaquín Borland y Jesús Bernier jr. en Las Pitas.