Cada postura tiene un nombre, ya sea por la ortografía, por la vegetación o por una anécdota memorable vivida allí. En esta ocasión mi conocido interés en disfrutar de los perros y verlos cazar, me llevó un año más al puesto del Jaral. Un puesto de los que la moda de hoy denominan "natural". Un puntalete ensolanado, rodeado de jaras, donde unas rocas te elevan lo suficiente como para poder dominar los claros pedregosos que aun no ha sido capaz de tragarse el monte. La situación en la mancha y el ser el lugar donde rematan los perros antes de volver a su suelta, provoca que para mi tenga un especial atractivo. Álvaro lo sabe, y es por ello que me premia mandándome a menudo allí.
Tres rehalas serían las encargadas de poner patas arriba aquello. En los llanos que pegan con los pobres olivares de la linde, Paco Regalón de Adamuz cazaría solo mientras que en la otra suelta, dos rehalas: los urracos de José Luis Calderón y nuestros perros tendrían la misión de sacar lo que hubiera en la larga y apretada solana que constituye la verdadera mancha que cazamos Se montearía al choque, que precisamente se suele producir en mi postura.
Tras recibir las indicaciones de Álvaro, siempre acompañadas de alguna broma, y sin dejar de hacer hincapié en la precaución, el respeto por el campo, los perros y el resto de amigos que formamos la partida, el rezo y la salida de las armadas. Sin voces, acelerones, ni despistes el lugar de la junta quedó vacío, las rehalas aguardaban en un cruce de la carretera para molestar lo menos posible la mancha.
Pronto estaba situado en mi puesto del Jaral, Cristina prefirió llegar a la merienda con otras amigas que también vendrían a media mañana. Allí encaramado, aguardé impaciente la suelta. Una suelta muy especial para mi, sin lugar a dudas una sueño se iba a hacer realidad aquel inolvidable 14 de Octubre de 2017. Con prontitud el silencio que reinaba en la mancha se vio alterado con la algarabía de la suelta y de momento las primeras carreras de los perros por los llanos de alrededor de la casa. Una cierva, zorreada, me sorprendió por el seco y áspero jaral que dominaba para ágil taparse y no volver a saber de ella.
Los que conocemos la mancha no tuvimos que esperar mucho para saber que no habíamos pillado los marranos dentro, los perros lo cantan en seguida. El trasteo de los perros por algunos de los puntos claves transcurría sin ladras ni tiros, y solo fue poco antes de llegar al final de la solana cuando los perros dieron con un marrano. El golpeo fue corto, la ladra arrancó rápido pero con mucha fuerza de perros detrás. No duro mucho, cuando salió tenia muchos perros encima y esa fue su perdición. Desde mi privilegiada localización lo disfruté con emoción y nerviosismo, mis perros estaban en ese fregao. Finalmente, entre los de Calderón y los nuestros, lo cogieron.
Eso fue todo, no salió nada más. Mi esperanza en que los manchones cortados albergaran algún guarro se desvaneció cuando vi asomar a mis espaldas los perros de Regalón. La vuelta de los perros no tuvo más historia, el calor y el estar aun en su puesta a punto hizo que pronto llegarán a las furgonetas. Una mancha coqueta y recogida que sino es porque se quede algún perro cortado por las telas del ganado no ofrece problemas para recoger y realmente no lo hubo.
La reunión, punto fuerte de este tipo de jornadas, fue sensacional. Amigos y buenos aficionados, algunos de ellos con los que coincido de año en año únicamente allí, hicieron que pasásemos un buen rato en el que se recordaron días memorables, lances gloriosos y anécdotas inolvidables. Ángel y nuestros perros, al recoger bien no tardaron en coger carretera para la perrera, había que descansar que al día siguiente cazábamos en Guadalmez y las manchas de aquella zona tienen un peluseo.
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