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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 6 de octubre de 2011

Posada Nueva (Villaviciosa de Córdoba, Córdoba)


Aun con la decisión ya tomada de que con Las Pitas ponía punto y final a la temporada montera, me resistí a liquidar el curso 2010/11 sin romper monte por última vez en compañía de los valientes de Borland. A los que nos gusta esto de entrar batiendo monte junto a los perros, nos cuesta quedarnos en casa sabiendo que tenemos oportunidad de acompañar a algún amigo en su quehacer como perrero. De esta manera, acepté la invitación de Joaquín Borland justo antes de despedirme del personal en Las Pitas.

Trabuco, podenco berrendo de la rehala de D. Rafael Borland.

Me atrajo el hecho de ir a una mancha la cual desconocía, al igual que lo hizo el saber que se trataba de un día entre amigos en el que dar un manchón era la excusa para juntarse y echar un agradable día de perol. Lo de menos el resultado, poco importaba cobrar un mayor o menor número de reses, ese no era el fin de aquel domingo que cerraba la temporada montera de Despeñaperros pa´bajo. El propósito de un pichivata de esta índole no era otro que bajar el telón montero hasta la próxima otoñada entre amigos.

Gitano, precioso alano de la rehala de Borland.

A Posada Nueva se accede por margen izquierda de la carretera que une Villaviciosa con Posadas. Varios kilómetros de carril en los que se dejan atrás diversas finquitas hasta llegar al Cerro de las Cruces primero, y cruzar el río Guadiatillo a continuación, tras esto y antes de llegar al cauce del Arroyo Gitano si localiza el cortijo de esta finca. Una casa antigua y con el sabor que le proporcionan un grupo de buenos aficionados como los que disfrutan de este rincón de nuestra sierra de Córdoba.

Bonitas hechuras las de Blanco, valiente de la rehala de D. Rafael Borland.

Solo con citar algunos miembros sobra para saber lo afable de esta cuadrilla de veteranos aficionados. Entre otros, señores como Faustino Almagro, Manolo Cuevas, Diego Ángulo, Fernando Tortosa, en fin, monteros de siempre y algunos añorados dueños de rehala cordobeses son los que aprovechan Posada Nueva y matan así el gusanillo de la escopeta temporada tras temporada.

Faustino Almagro, gran aficionado y mejor persona.

Con tanta gente del gremio del perro, está claro que las rehalas con las que se cuentan en estos manchones son prácticamente de la casa, sirva la expresión, y de contrastada calidad. Para aquel domingo del mes de Febrero se contó con las rehalas de D. Antonio Peña (divisa collar y collarín de la cencerra morada) y de D. Rafael Borland (divisa negra sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo).

Suelta de la rehala de D. Antonio Peña en Posada Nueva.

En golpes o manchitas de este tipo se da cuenta uno de cómo ha ido cambiando nuestra montería, de cómo ha ido perdiéndose la esencia de esta forma de cazar y de todo lo que desgraciadamente hemos descuidado con esta lamentable evolución vivida. Gracias a que existan aficionados que se resignen a adaptarse a estos cambios, los jóvenes y las futuras generaciones monteras podrán conocer cuál es la verdadera naturaleza de este tipo de caza.

Juani y Borland observando las primeras carreras de los perros desde la suelta.

Tras cargar los perros enfilamos la carretera de Badajoz dirección Villaviciosa, en poco más de una hora de camión estábamos llegando al desayuno. Las últimas migas de la temporada menguaban al ritmo del cucharon y paso atrás en el menudo patio de la casa. Ni sorteo, ni postores, ni más parafernalia. Todos sabían donde iban, cada cual había elegido su paso y tenía fe ciega en que las reses se rebozaran por esa huida en la que tanto confiaban fruto de haberse trasteado aquello día sí, día también.

Chocolate, inconfundible este valiente de la rehala de Borland.

En menos que canta un gallo estaba la mancha cerrada y los dos camiones de las rehalas esperando la hora marcada para soltar. Juani, perrero de Peña, y Joaquín Borland se abrochaban polainas, apretaban zahones y soltaban los mosquetones del camión mientras los que iban a ser sus guías, Antoñín Almagro y Antonio Cruz, les indicaban las directrices a seguir para que se echara aquello en condiciones y no quedara un rodal de monte sin trastear.

D. Rafael Borland prefirió disfrutar del trabajo de sus valientes siguiendo el discurrir de su mano desde la suelta.

Atentamente, y desde su catrecillo, D. Rafael Borland se ubicó próximo a la suelta. Prismáticos en mano prefirió terminar la temporada disfrutando con el trabajo de sus perros, observándolos cazar y recreándose con el incansable trabajo trasteando monte de esos veintitantos podencos berrendos con el hierro de la B y la T tatuado en el costillar. Es más complicado de lo que parece que a un dueño de rehala le gusten los perros, afortunadamente alguno hay, D. Rafael es uno de esos mirlos blancos.

Joaquín Borland apretandose los zahones antes de soltar.

Los portones sonaron diferente, era la última suelta de la temporada. Se notaba, se presentía que era la última montería y que hasta el lejano Octubre, los valientes de esas dos rehalas no volverían a saltar con tanta furia y garra como lo hacen cada vez que sus perreros les abren el portalón. Por delante quedaba aun esa mano con la que se remataba la temporada 2010/11, había que saborearla y disfrutarla de cabo a rabo.

Espectacular la suelta de los borlanes.

En la parte más llana y adehesada, el cervuno provocó las primeras ladras y carreras. La lástima es que la huida hacia Piedra Escrita no se cerró como se debía y se salió algún venao sin tirarse. Al entrar en la mancha propiamente dicha, sonaron las primeras detonaciones. Los perros, puestos como estaban, meneaban cada apretón de monte con el que se topaban achuchando las reses hacia las posturas.

Antoñín Almagro explicandoles las manos a Juani y a Joaquín bajo la atenta mirada de Antonio Cruz.

Todo muy despacito, sin prisa por terminar la mano, con continuas paradas y siempre dejando hacer a los perros. Al paso por la postura del bueno de Faustino nos mostró las corridas de las reses por aquella zona y nos indicó donde había tirado un venao que finalmente cayó. Se estaba tirando y los perros iban trabajando de forma fantástica.

Joaquín bromeando con Faustino al paso por su puesto en Posada Nueva.

El último achuchón de la mano era un laderón cerrado de pinos no muy viejos. Esperanzados con dar con los marranos y tras juntarnos con Juani, entramos decididos a poner patas arriba aquella falda que daba cara al Arroyo Gitano. Ciervas salieron bastantes pero se ve que los cochinos habían cambiado sus encames en los días previos pues, aun existiendo camas de marrano, allí no corrió ninguno.

El incanzable trabajo de los perros nos metió esta pepa practicamente encima.

Una ligera llovizna comenzó a hacer acto de presencia mientras dirigíamos nuestros pasos hacia la suelta. El pantano, próximo al lugar de la suelta, se diferenciaba en la lejanía, pocos pasos quedaban ya de la que era la última mano de la temporada. Llamando perros y contando cuantos venían topamos con los camiones. Borland, en la misma postura que lo dejamos, aguardaba impaciente intercambiar opiniones con nosotros.

Llegando a la suelta en Posada Nueva.

A Juani le faltaban cuatro y a Borland dos. Aún era pronto y mientras nos cambiábamos irían llegando, no había por qué preocuparse. Sin prisa fuimos guardando la ropa de monte y abrigándonos pues un aire fresco se levantó y sudando como estábamos, el catarro era fácil de pillar. Los toques de caracola y las voces resonaban en los barrancos, más que nunca sonaban a despedida, a broche final de otra campaña más repleta de grandes días de campo y perros.

Joaquín echando la caracola, aun faltaban perros por llegar a su suelta.

El último en llegar, un berrendo de Borland, el Miserias. Una vez cargado en el camión nos dirigimos a la casa, allí un rico puchero de garbanzos aguardaba bien caliente. El día había salido redondo, el agua nos respetó y no nos mojamos, el potaje estaba de categoría, los perros trabajaron bien haciendo disfrutar al personal y además, hasta se cobraron varias reses.

El Miserias fue el último en llegar al camión en Posada Nueva.

En Posada Nueva cerré la 2010/2011, ahora por delante quedan los meses de parón montero. Una larga lista de eventos, que ayudan a no distanciarnos de este mundo de la rehala y que sirven de excusa para pasar esos días de perros que tanto nos gustan a los que vivimos este mundillo los trescientos sesenta y cinco días del año, irán llenando las próximas entradas.

Antonio Cruz y Joaquín Borland en Posada Nueva.