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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 26 de mayo de 2011

El Escambrón (Espiel, Córdoba)


Un característico gesto fruncido acompañado de un sincero suspiro, es la reacción más común en un amigo o conocido cuando le comentas que al día siguiente monteas en El Escambrón. Sinceramente y sin exagerar en absoluto, es que está muy lejos. Y ya no es por el tiempo que se tarda, que es bastante, sino por el puñao de kilómetros de carril que hay recorrer hasta llegar allí. Eso sí, a los que nos pone lo abierto, lo salvaje y lo genuino, montear por aquella zona es un auténtico gustazo.

La junta se celebró en el cortijo de Alcornocosas.

En plenas fiestas navideñas fue cuando la propiedad de El Escambrón organizó la que era ya la segunda montería de esta finca. Mi buen amigo Sergio Sánchez Castañer, al enterarse que no tenía plan alguno para ese día, no dudo en animarme a que le acompañara al puesto. Invitación que gustosamente acepté. La junta fue a las ocho y media en al cortijo de Alcornocosas, por lo que bien temprano estaba saliendo de casa para ir en búsqueda de Sergio. El día se presentaba magnífico para montear, el cielo completamente limpio de nubes y por poner un pero, las rasca que se dejo notar nada más bajarnos del coche.

D. Manuel Pérez, padre e hijo, junto a Anastasio Carbonell conversando con Antonio Flores en la junta de El Escambrón.

Éramos muy poquitos puestos para los que se acostumbran a poner en El Escambrón, se montaron menos de cuarenta para cerrar las tres manchas a montear: El Solano, Herradero y Aguzaderas. Todo amigos y caras conocidas, la verdad que así da gusto montear e ir, ya no a El Escambrón sino a donde haga falta, a echar un pegote a ver si sale algo. Las rehalas convocadas para la ocasión, de sobra conocidas: la de D. José Ortega, la de D. Manuel Pérez, la de D. Diego García Courtoy, la de D. Antonio Molina Becerra Citrania, la de Machuca, la de Los Cuñaos y alguna más que desgraciadamente no consigo recordar.

Sobres y mesa preparados para dar comienzo al sorteo.

El café calentito y la copichuela de anisete sirvieron, junto a los mantecados navideños, para poner el cuerpo a tono, y es que hasta que el sol no empezó a calentar el frío fue considerable. Como de si de lagartos se trataran, los corrillos de monteros se iban moviendo en búsqueda de los primeros rayos de sol en entrar a los aledaños del cortijo de Alcornocosas. Otros, más perezosos, se guardaron de no separarse en demasía de la bota de oloroso del siempre atento Javier Lena.

La bota de oloroso de Javier Lena fue catada por practicamente la mayoría de los allí presentes.

Tras el sorteo, y con el tiempo justo de saludar a los perreros que iban llegando intermitentemente con sus furgones cargados de perros, fueron saliendo las armadas de cierre. Aun quedaba un trecho hasta llegar a la mancha y no era conveniente descuidarse. Sergio se encargó de meter la manita entre los sobres, y no le fue mal pues la traviesa que saco tenía reconocida fama y así nos lo hizo saber Juan Vilela pues la conocía de otras ocasiones anteriores.

Bonita la estampa del colorao de la rehala de Ortega.

Comentando lindes, cortijos y manchas se nos hizo corto, y bastante ameno, el camino hasta la postura. Como bien nos indicó Juan Vilela, nuestra armada se situaba en un cortafuegos que discurría desde la casa dirección hacía Los Cabezos. Poco a poco, los componentes de la armada con ayuda del postor, fuimos situándonos en nuestras correspondientes tablillas. Los primeros disparos no tardaron en sentirse, eran los cierres que cumplían perfectamente su rol en el instante que las traviesas entraban en la mancha.

Lourdes Flores sacando su puesto en El Escambrón.

Los numerosos rastros de cochino que pudimos observar camino del puesto infundieron grandes esperanzas tanto en Sergio como en un servidor. El tiroteo que sentíamos mientras bajábamos del coche no hizo sino excitar nuestros nervios. Tras un breve litigio por decidir el sitio exacto donde dejar los trastos y el coche nos tranquilizamos, momento que aprovechamos para, según el criterio de cada uno, dar nuestra opinión sobre el puesto que nos había tocado en suerte.

Panorámica de nuestro puesto en El Escambrón.

De repente y sin darme a penas tiempo para reaccionar, sentimos un tropel que desde los pinos de nuestra derecha va dirección hacia el cortafuegos. Sergio lo distingue moviéndose entre la arboleda: es un venao. Peor situado que mi compañero y sorprendido por la carrera del animal le empujo a que lo espere al salir al cortafuegos y allí lo tire. Así, esperándolo y antes de dejarse caer por el barranco de nuestra izquierda, Sergio lo tira.

El venao nos entró por el espeso pinar de la derecha.

El primer disparo lo acusa trasero, volcándose a continuación por el citado barranco. El bicho va claramente tocado y tras apoyarse debidamente, Sergio lo remata a media ladera del entresacado pinar donde fue a parar. El comienzo no podía ser más trepidante, no llevábamos ni quince minutos puestos y ya habíamos cobrado un venao. Los perros aun no habían soltado y se sentían a los lejos dirigiéndose hacia sus respectivas sueltas.

Berrendo de la rehala de D. Diego García Courtoy.

Un continuo y desperdigado tiroteo se sentía en los tremendos barrancos de El Escambrón. Los puestos amplios y largos hacían mella en la puntería del personal y por cada lance se sentían varios disparos. Las sueltas se llevaron a efecto, la algarabía provocada por perros y perreros pobló la sierra en un espectáculo de sonidos realmente excitante. En la lejanía, las voces de los perreros animaban a sus valientes, algunas inconfundibles como las de Cristiano, Pepillo Fragonetas o Citrania.

Divisa collar y collarín de la cencerra naranja, rehala de D. José Ortega.

El movimiento de verdad había dado comienzo, por nuestra derecha los perros con collar y collarín de la cencerra naranja de Ortega corrieron varias pepas haciéndolas cruzar el cortafuegos entre nuestro puesto y el anterior. Los sabuesos de Citrania, con su bronco latir se sentían inconfundibles en las duras quebradas de la mancha, y es que estos bonitos orejones de collar rojo y collarín de la cencerra verde parece que se quejan desconsoladamente tras los rastros de las reses. Otro latido, otra forma de cazar, otro tipo de perro, en definitiva riqueza para nuestra montería, aunque a veces traigan por la calle de la amargura a podencos y cruzaos.

Poco tardaron los perros en dar cara por nuestra postura.

En la lejanía, los de collar negro y collarín de la cencerra amarillo, propiedad de García Courtoy levantan y persiguen un marrano en un lance digno de ver y que gracias a los prismáticos pudimos disfrutar desde nuestro puesto. Las carreras de los perros tras las ciervas nos proporcionan instantes de gran deleite, y es que el trabajo de las rehalas fue digno de destacar. Y no fueron manos cortas, ni mucho menos.

Podenco colorao de la rehala de Ortega.

Rápida pasó la mañana y es que, aunque finalmente los marranos no dieron la cara en los puestos, la mancha estaba cargada de cervuno. Una lástima el no pillar a los cochinos en la mancha porque aquello tenía pinta de haber estado bastante cargado. Esto es uno de los alicientes de nuestra montería, la complejidad de pillar una mancha cargada de reses. Esperemos que haya cosas que nunca cambien y sigan existiendo los que defienden y luchan por la autenticidad de lo abierto.

Preciosa la vista de una de las sueltas en El Escambrón.

Sintiendo las caracolas de fondo comenzamos a recoger los bártulos. Sin prisa por llegar al cortijo nos paramos a charlar con D. Antonio Molina Becerra Citrania que venía caminando por el cortafuegos, le faltaban perros y andaba loco buscándolos, solo el hecho de pensar que tuviera que dejar alguno a pasar la noche en el raso y tener que volver hasta El Escambrón desde Córdoba la mañana siguiente le daba pavor. Y con razón, pues encajarse hasta allí de nuevo se las traía.

Foto para el recuerdo con el venao de El Escambrón.

Tras revisar el venao y retratarnos junto a él tomamos camino del cortijo de El Escambrón. La mayoría de los monteros estaban ya de vuelta y por las caras del personal era fácil imaginar que ciertamente se había dado bastante bien la montería, como se pudo comprobar al llegar las reses al cortijo. Se cobraron un total de veinticuatro reses de las cuales dieciocho fueron venaos y seis cochinos.

Vistas del cortijo de El Escambrón.

Gran resultado el obtenido en la montería organizada por la propiedad en El Escambrón, además la suerte anduvo bastante repartida entre los allí presentes. Sin demorarnos mucho y tras despedirnos de amigos y conocidos, vuelta hacia Córdoba por esa pista tan montera y con tanto sabor que lleva hasta el Collado de los Lobos y desde este, hasta Villaviciosa de Córdoba.

Curiosas las ruedas del remolque para recoger las reses: a prueba de kilómetros de carril.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Veinte Puntas (Villaviciosa de Córdoba, Córdoba)


Muchas ilusiones le teníamos puestas a la mancha, demasiadas pienso yo, y es que si hay una finca que se caracterice por sus mala sombra, esa es Veinte Puntas. Parece que esta gafada, o algo por el estilo, pues cuesta recordar un buen resultado de la mancha. Situada en el término municipal de Villaviciosa de Córdoba y después de unos interminables kilómetros de pista, se localiza esta bonita mancha abierta. En el entorno, una serie de manchas con solera y de sobra conocidas: Alcornocosas, Las Palomas, El Pajarón, El Escambrón, Los Cabezos, El Cerrejón de la Alcarria o El Jardín de la Aljabara, entre otras.

Parte de la cuadrilla que nos juntamos en Veinte Puntas.

La noche de antes, los amigos que montearíamos Veinte Puntas nos juntamos en Kulala de la sierra. Cubriríamos una parte de la mancha en la que tradicionalmente no se vienen colocando puestos en los últimos años debido a que su acceso es complejo, hay que andar bastante y además, para colmo, es de flojos resultados. Nuestras ganas, afición y juventud nos ayudaron a animarnos y con mucha ilusión montar una serie de puestos en esa zona, llamémosla olvidada. Allí estábamos los de casi siempre y algún amigo más, no muy aficionado, que se animó a venir, más por la curiosidad y el enreo que por otra cosa, pero ciertamente no es que sean muy monteros.

El plano que tanto juego nos proporcionó la noche previa en Kulala.

Mi manita, ni se portó ni se dejo de portar. No es que fuera de los puestos destacados pero tampoco me disgustó: el número cuatro de la armada de Los Lentiscos. El plano, preparado para aclarar la localización de cada postura, sirvió de excusa para alargar el sorteo más de la cuenta y además, sentó las bases de una divertida porra en la que debíamos elegir que tres puestos pensábamos cada uno que tiraría. Yo más que por el puestos en sí, me decanté por apostar por los ocupantes de los mismos, y es que entre los que íbamos había más de uno que le tocara donde le tocara, raro era que no tirará. Así, mi trío fue: Faillo Sánchez de Puerta, Luis Giménez y Juan Vilela.

Mi puesto en Veinte Puntas.

La junta, bastante temprano para lo que se acostumbra a esas alturas de la temporada, se celebró en el polígono industrial de Villaviciosa de Córdoba. Allí, poco a poco fuimos llegando y tras saludar a amigos y conocidos nos acercamos al perolón de migas que ágilmente andaban volteando en una esquina de la nave habilitada para el desayuno. Manolo Prieto El Navero, en su papel de capitán de montería, daba las instrucciones mientras el café y el anís iban poniendo el cuerpo a tono. Después del chaparrón del día anterior y el amanecer con el cielo totalmente encapotado nos hizo sospechar que otra vez tocaba agua.

Las migas con huevos fritos ayudaron a superar el madrugón.

A puestos de andar, con previsión de lluvia y en Veinte Puntas: lo nuestro está claro que supera la afición. Desde luego, claro que lo supera, solo hay que pensar en algunos como Totín Martin de Oliva, Andrés Fages, Chete Soto o Arturo Hidalgo que acudieron a la llamada desde Sevilla para montear con nosotros: chapó. Afortunadamente formamos un grupo muy salao en el que cualquier enreo montero de este tipo siempre va a buen puerto. Nos tira mucho más el divertido grupo que conseguimos convocar que cualquier otra cosa, y así cuesta menos sacrificarse por organizar algo. En esta ocasión fue gracias a la iniciativa de Cristóbal, pero otras hemos sido cualquiera de los demás.

Cristobal Pérez comentando con Martín Moreno y Luis Giménez algún detalle de su postura.

Al puesto me lleve a Nacho Amián, venía con la ilusión de poder hacerse novio y lo que no sabía era que los que de verdad teníamos ganas de que se estrenara éramos nosotros -menuda era la que le podía caer-. No es que fuera la finca mas idónea para iniciarse en la venatoria pero en cambio, si se trataba de la camarilla más apropiada para juzgarlo tijeras en mano y que no olvidará nunca un día así. Era de observar sus nervios, sus reiteradas preguntas, sus dudas existenciales o su desmedida curiosidad desde que lo recogí en su casa hasta que lo solté de nuevo al finalizar el día. Pienso que a todos nos viene bien la compañía de un novel de este tipo al menos una vez en cada temporada.

Manuel Jiménez Pasteles coordinando la salida de las armadas megáfono en mano.

Rápido fueron saliendo las armadas, cuesta mucho movilizar tanto puesto pero ágilmente se fueron montando para salir camino de la mancha. A penas pude ver alguna de las rehalas allí presentes, únicamente pude diferenciar los camiones de D. Jesús Bernier y de D. Antonio Velasco que aparcados en el bar del polígono, aguardaban al resto de rehalas para, una vez sacadas todas las armadas, dirigirse hacia la mancha. Como postor Borja Roca, un seguro de vida para tal fin.

Podencos y atravesaos coloraos conforman la rehala de D. Jesús Bernier.

Tras alguna que otra complicación provocada por la crecida del Arroyo de la Veguilla fuimos llegando cada uno a su puesto en la armada de Los Lentiscos. En el número uno Arturo Hidalgo, en el número dos Juan Vilela, en el número tres Javi Giménez y Gonzalo Esparza, y el nuestro el número cuatro. La armada discurría por la margen izquierda del citado arroyo, tirando a pecho enfrente, es decir a la margen derecha. Puestos amplios y todos de testero: la caminata en pendiente y el torear varias veces el arroyo merecieron la pena.

Hasta los vehículos tuvieron dificultades para cruzar el Arroyo de la Veguilla.

Al instante de cargar el rifle sentimos los primeros disparos, el cervuno se empezaba a mover al sentir las traviesas colocarse. Las rehalas iban camino de las sueltas, no tardarían mucho en abrir sus portones y es que después del buen rato andando eran ya casi las once y media cuando llegamos a nuestra tablilla del puesto. Como si de una alternativa torera se tratara le cedí los trastos a Nacho, le dediqué unas cariñosas palabras y le transmití toda la confianza posible. Cuesta mucho tranquilizar a un novel en esta situación: cada ruido, cada disparo o cada movimiento que sentimos hace aflorar sus nervios. Aun así ayuda mucho que, como en el caso de Nacho, ya hubiera cazado en alguna ocasión la menor.

Alguno las paso verdaderamente canutas para vadear el Arroyo de la Veguilla.

El puesto, pues sinceramente no fue como me lo esperaba, si bien no era feo, a mí personalmente no me acabó de convencer. Un testero no muy lejano, más bien todo lo contrario, con fuerte pendiente y poco poblado de vegetación. Unos lentiscos salpicaban el alto del testero y un chorreo de pinos y eucaliptos rodeaban nuestra jurisdicción. Las vereas se veían poco tomadas, si bien nuestra espalda era la huida natural de las reses dirección El Cerrejón de la Alcarria, y eso nos podía beneficiar. Recordar que Veinte Puntas es una finca abierta y afortunadamente no ha perdido algo tan montero como las huidas.

Vista de nuestro puesto en Veinte Puntas: el número cuatro de la armada de Los Lentiscos.

Los perros no tardaron en dar la cara, nos entraron de atrás. Eran perros de la rehala El Moro (collar y collarín de la cencerra verde oscuro) y de la rehala propiedad de D. Manuel Suarez (collar a franjas rojas, amarillas y verdes y collarín de la cencerra morado). El grueso de los perros de Suarez fue el que se encargó de menear nuestras inmediaciones, no quiero ni contaros como estaba Nacho. Varias fueron las ladras que se nos metieron encima, todo ciervas que estuvieron a punto de conseguir que a Nacho se le saliera el corazón por la boca.

Podenco berrendo de la rehala de D. Manuel Suarez dando cara en nuestro puesto.

Las apuntó y las requeapuntó, les siguió la corrida con el rifle encarado y creo que llego a entender el significado de dejar cumplir a los bichos en el puesto. Las elucubraciones acerca de los disparos que sentíamos en nuestra armada a la postre fueron correctas, Juan Vilela había tirado. En el alto del pechete, los podencos coloraos con collar y collarín de la cencerra amarillo de D. Jesús Bernier trastearon los lentiscones allí localizados, no moviéndose nada. Una lástima pues era la única esperanza que me quedaba a esas alturas de la mañana.

Nacho pendiente en todo momento del transcurrir de la montería.

Alguna cierva más nos entró zorreada, quietos aguantamos hasta tenerla casi encima, disfrutando así de momentos muy emocionantes. La mañana iba tocando a su fin, las caracolas se sentían en las sueltas. Mientras, terminamos el tinto y dimos buena cuenta de lo que nos quedaba del taco hasta que sentimos los chiflidos inconfundibles de Borja: a recoger e ir en busca de Juan a ver que había hecho.

Podenco con collar y collarín de la cencerra verde oscuro de la rehala El Moro.

En nuestra armada Juan había sido el único en tirar, cobrando un navajerete: ¡Vaya rachita la de Juanito! Poco a poco nos iban llegando noticias del resto, Faillo y Totin habían cobrado un venao cada uno, en cambio Diego Jordano y José Antonio Spínola habían fallado un venao. A alguno se le coló algún marranete y otros, por no ver, no vieron ni los perros, y es que dio la sensación de que debieron meter más fuerza de rehalas. El resultado final fue de veinti pocas reses, más de la mitad venaos, mejorando así los fiascos de años anteriores. Una lástima los marranos pues en fechas anteriores la mancha se vio muy tocada de los cochinos.

Foto para el recuerdo con el cochino cobrado por Juan Vilela en Veinte Puntas.

Comida en la montería no hubo, pero nosotros fuimos previsores y preparamos la nuestra. Nos fuimos al cortijo de El Cerrejón de la Alcarria y allí, entre amigos y al calor de la chimenea, nos tomamos unas habichuelas con perdiz que sentaron de maravilla. En el salón hubo tiempo de comentar y repasar la jornada, además de deleitarnos con las vistas del Cerro Gordo y la Loma del Tabaco. Una lástima que fuera domingo y al día siguiente hubiera que trabajar sino, estoy seguro que la post montería hubiera sido muy larga. Por cierto, la porra la gano un servidor.

En el cortijo de El Cerrejón de la Alcarria pusimos el broche final a la jornada.

jueves, 12 de mayo de 2011

La Alcaidía (Córdoba, Córdoba)


Buenas monterías se han dado en esta finca tan próxima a la capital cordobesa. Algún que otro pelotazo de marranos reza en su currículum, pero sobretodo La Alcaidía se distingue por los tremendos cochinos que se suelen cobrar, si bien no es normal que sean muchos pero rara es la temporada en la que no se escucha comentar las defensas de algún verraco cobrado en esta finca a caballo entre Córdoba y Alcolea.

Monteros alrededor de la lumbre en La Alcaidía.

No muy temprano quede en recoger a Emilio Holgado en su casa, teníamos previsto tomar café antes de dirigirnos al lugar de la junta en el mismo cortijo de La Alcaidía. La parada, como no podía ser de otra manera cuando se montea por esa zona, en La Lancha. Allí, alguna que otra cara conocida, entre ellos José María Gascón, un buen aficionado con el que me hizo gran ilusión coincidir, y es que hacía tiempo que no nos veíamos y menos en un enreo montero. Tras la tostadita y el café partimos dirección Alcolea para una vez allí dirigirnos hacia el carril que lleva al cortijo de La Alcaidía pasando por Román Pérez.

Mesa del sorteo en La Alcaidía.

Lejos de las multitudinarias monterías de antaño, la sociedad que está a cargo de La Alcaidía, ha decidido montearla en varios días repartidos en toda la temporada echando así varios pegotes y aprovechándose así de estar incluida dentro de la zona del Auyeski. Los socios, algún invitado, las rehalas y paren de contar, suficiente para disfrutar en varios golpes del coto y una excusa perfecta para poder reunirse y tomarse juntos un buen potaje. Otro de los socios, mi pariente Lalo Rodríguez, voz en las ondas de los partidos del Córdoba C. F., que siempre que el horario del equipo cordobesista se lo permite, aprovecha para quitarse su gusanillo cinegético.

En La Alcaidía organizando la salida de las armadas.

Para trastear el manchón se contó con rehalas de la zona, concretamente propiedad de D. Antonio Peña (collar y collarín de la cencerra morados), D. Pedro Mohedano (collar de cuero), D. Antonio Salinas (divisa azul sobre fondo rojo y goma amarilla), D. Ramón Mohedano (collar verde y goma amarilla) y alguna otra más que no llego a recordar. Suficiente para poner patas arriba aquello y sacar los marranos de la mancha.

Expectante en el camión el berrendo de la rehala de D. Antonio Peña.

El día se presentaba peliagudo. El cielo, encapotado y negro, anunciaba la que estaba por caer. Y no tardó mucho en empezar a diluviar, estaba claro que era lo que nos esperaba: agua y más agua. El aguacero fue tal que no hubo más remedio que aguantar el sorteo y alargar el desayuno con la esperanza de que amainara el chaparrón. Vaya temporadita de agua llevábamos y es que esta campaña parecía que estaba diseñada para poner a prueba nuestra afición. De lunes a viernes buen tiempo, pero el fin de semana pasado por agua.

Preciosa la imagen del podenco fino de D. Ramón Mohedano.

Finalmente, y tras finiquitar las reservas de machaco de la sociedad, se procedió a sortear. La suerte nos mandó al número cuatro de armada La Niña. Pocas referencias entre los socios cuestionados por Emilio y por mí, se trataba de un vereón de reciente diseño. Las escasez de reseñas ponía de manifiesto que sino íbamos a estrenar nosotros la citada armada poco iba a faltar. En fin, en esto de la caza, y más con los marranos por medio, nunca se sabe.

Número 4 de la armada de La Niña.

Protegidos y bien ataviados para lidiar el chaparrón, fuimos saliendo las distintas armadas hacia la mancha localizada a las espaldas del cortijo. Desgraciadamente el cerro con más nombre de la finca, el Cerro de los Adoquines, quedaría pendiente de montear para jornadas venideras, por la situación y el camino que llevamos hacia los puestos pienso que lo que monteamos fue el Cerro del Pastor. Uno a uno se fueron quedando los puestos, no había duda a lo que íbamos: a marranos. Cerrados a más no poder, con poco más que el salto de un vereón nuevo como tiradero y con poca opción de ver el trabajo de perros y perreros.

Emilio en el vereón atento al trabajo de las rehalas.

Los podencos finos con collar de material de D. Pedro Mohedano fueron los encargados de poner patas arriba el cerrete que intuíamos frente a nuestro puesto. El monte, cerrado de lentisco y chaparreras, tenía una pinta sensacional para el encame de los cochinos, pero cierto es que el terreno se advertía poco tocado de los marranos. Alguna que otra ladra, un tropel por el cogollote del cerrete y algún disparo de los primeros pasos de nuestra armada fue lo único a destacar de la mañana.

El número 4 de La Niña, cerrado y con poco tiradero.

Afortunadamente el temporal fue amainando y al menos los últimos momentos del puesto los pudimos disfrutar fuera del paraguas. Al ser un pequeño manchón, la cosa termino pronto, antes de las tres estábamos en el cortijo de La Alcaidía recuperando el cuerpo junto a la candela. No hubo suerte y no pillamos los marranos en la manchita: todos los días no triunfan los mismos y en esta ocasión los cochinos nos ganaron la partida.

Los de D. Antonio Salinas, al igual que el resto de perros, se quedaron con ganas de más jaleo.

Un buen potaje aliñado con una rica pringá fue mano de santo para los allí presentes, y tanto lo fue que algún valiente hasta se animó a tirar zorzales después del pastelón cordobés y el café. Ciertamente el cielo fue abriendo, pero ya hay que tener ganas después de la mañanita de agua que pasamos. El resultado escaso, a lo sumo dos o tres marranos y una buena manta de agua. Lo dicho en el Cerro del Pastor de La Alcaidía, los cochinos nos mojaron la oreja.

Con dos buenos elementos topé en La Alcaidía: Kiko y Gascón, casi ná.

viernes, 6 de mayo de 2011

El Jabardillo (Villanueva del Rey, Córdoba)


Quedamos temprano para ir a cargar a la perrera y estar con suficiente tiempo tomando café en El Jaguarcito. El operativo, el mismo de tantas otras veces, pasar por casa de Nico, subirnos para la Carrera del Caballo, recoger a Joaquín en su casa y tomar carretera de Alcolea dirección a sus perreras en Pendolillas. Tras soltar en el corralón a los valientes elegidos para la ocasión, rápido a cargarlos en el camión para salir en busca del cafelazo.

Joaquín soltando los elegidos para montear en El Jabardillo.

La junta para las rehalas sería en la puerta que da acceso a Las Erillas, en Villanueva del Rey. Una fila interminable de furgonetas, remolques y camiones aguardaban, alineados en la parte derecha de la carretera, la orden de los guardas para dirigirse a las distintas sueltas. Un total de veintinueve rehalas habían sido convocadas por Manolo López "Notarias", como capitán de la Peña de Monteros de Córdoba, con el fin de poner patas arriba la mancha El Jabardillo.

La junta de las rehalas junto a la cancela que da acceso a Las Erillas.

El magnifico resultado del pasado año, más de ochenta marranos se cobraron en la mancha, ponía en listón muy alto para la presente campaña. Aun así, en los comentarios de guardas y entendidos de la zona se vaticinaba otro pelotazo para esta peña cordobesa en El Jabardillo. Las ganas de comenzar a montear se sentían en los comentarios que se escuchaban en los corrillos formados en torno a los perros.

Veintinueve rehalas fueron convocadas para la ocasión.

A las once y media estaba previsto que se soltará por lo que con tiempo para llegar a las sueltas, los guardas fueron dando entrada en la mancha a las distintas rehalas de manera que se fueran dirigiendo a sus sueltas acompañados de sus respectivos guías. Gran despliegue de medios humanos el que es necesario para organizar tanta rehala y tantas sueltas diferentes como eran necesarias para montear en condiciones la mancha en cuestión.

Detalle de la furgoneta de D. Rafael Espejo "El Orejas".

Grandes rehalas entre las allí convocadas, con algunas de ellas aun no había coincidido en la presente campaña por lo que la oportunidad de poder saludar a sus perreros y el privilegio de acercarme por sus furgonetas y pasar revista a sus valientes fue una alegría. En nuestra suelta tres rehalas, soltaríamos con El Chino y El Chori en la linde de Campos Verdes.

Atravesao con divisa a franjas negras y amarillas propiedad de Calderón.

Sin prisa pero sin pausa, fuimos cambiándonos a la espera de que nos dieran el aviso de soltar. El día se presentaba despejado y con unas condiciones fantásticas para montear, las lluvias de las semanas previas y la altura de la temporada a la que nos encontrábamos permitirían poder disfrutar con los perros y es que si no están a tope y andan como deben a mediados de Diciembre, difcilmente podrán hacerlo a otra altura de la campaña montera.

Atravesao de la rehala de D. Pedro Armenta.

Colocadas las furgonetas con los portones dando cara a la mancha y tras una breve explicación por parte del guia, momento de repartirse la mano. El Chino iría por la mano baja, más cercana al arroyo, El Chori por la mano alta y nosotros entre ambos. La suelta era inminente, los perros lo presagiaban y el nerviosismo en el interior de los furgones era un hecho. En la lejanía ya se sentían los disparos, el cervuno se movía y las distintas sueltas se iban produciendo.

Nico Priego esperando el aviso de Borland para soltar.

Gran instante el de la suelta, uno de los momentos grandes de la montería. Siempre rápida, dinámica, breve, corta, emocionante, en fin, todo un espectáculo para el que faltan palabras en nuestro diccionario para describir correctamente, lo mejor verlo y vivirlo. Nico se encargó de abrir la puerta a los borlanes que, apresurados y con ganas de comerse el monte, saltaron del camión. Poco tardó en llenarse todas las vereas de berrendos con divisa negra sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo.

Espectacular la suelta de los borlanes en El Jabardillo.

En seguida sentimos la primera ladra, un venao chico intentaba salirse de la mancha y fue descubierto por los de D. Rafael Borland que, frescos y fuertes, lo latieron y corrieron por los espesos jarales del comienzo de la mano. Deseosos estábamos de tener oportunidad de dar con los marranos, y así fue, poco tardamos en sacar el primero. En una solanita de jaras y a media falda se encamaba el cochino, la ladra de parado retumbó en la mancha. Los ánimos de Joaquín a sus valientes provocaban que acudieran a la llamada, que espectáculo más bonito.

Bonita la imagen de los borlanes entrando en la mancha.

Finalmente y después de aguantar todo lo que pudo, salto el marrano de su encame. Su carrera, próxima a nuestra situación, nos paso cerca provocando que los gritos de ánimo a los perros alentaran a los puestos de cierre pues el cochino intentaba salirse de la mancha. No habían transcurrido ni cinco minutos cuando en la mano que llevaba la rehala El Chori latían sus perros, otro marrano. Sus paradas intermitentes arremolinan los perros de ambas rehalas que finalmente terminan cogiéndolo, entrando El Chori al remate.

Joaquín Borland siguiendo en todo momento el trabajo de sus perros.

Dando cara a uno de los puestos una nueva ladra, un cochino corre directo al montero que ocupa la postura. De un finísimo y nada fácil disparo culmina el lance de manera magistral, los perros se ven vencedores y muerden con ganas. Los disparos se sienten retumbar en los barrancos y es que como se presumía la mancha estaba atestada de reses. El ir y venir de los perros tras el cervuno es constante, las ladras se suceden y los borlanes, incansables, trastean cada mata que encuentran a su paso.

Vaya pinta la del berrendo de Borland después de la refriega.

Llegando al tope momento de una breve parada, a llamar perros y reorganizarse para volver dirección de la suelta, eso si, monteando que después de llegar al tope hay que seguir monteando hasta las furgonetas y no dedicarse a ir contando perros, fea costumbre que desgraciadamente es normal ver hoy día. Y así, después de unos minutos en el cortafuegos que indicaba el tope de nuestra mano, juntamos de nuevo los borlanes y comenzamos a andar sobre nuestros pasos dándole una nueva pasada a nuestra mano.

En el cortafuegos que hizo de tope, Joaquín llamando a sus valientes.

Practicamente llegando a las furgonetas sentimos una nueva ladra, los perros llenos de afición acuden raudos a la llamada del valiente. Se trata de un nuevo cochino que encamado en los pinares se ve obligado a huir por el limpio intentando escapar de los berrendos de Borland. Poco tardan en darle alcance, llegando el grueso de la rehala al instante consumándose el agarre. En la lejanía contemplamos el fiero y bello espectáculo ofrecido por los perros.

Precioso el berrendo de la rehala de D. Rafael Borland.

Joaquín me anima a acudir al agarre, rápido y olvidando el cansancio acumulado en las piernas corro decidido a finalizar el lance y consumar el gran trabajo de los borlanes. Con el corazón apunto de salirse de mi pecho me aproximo despacio y callado. Se trata de una marrana medianeja, los alanos la tienen bien sujeta y confiado entro a cuchillo, culminando así el bello lance.

Aprovechando que los de Borland la tiene bien sujeta entro al remate.

Tranquilos y dejando volver a los rezagados vamos cargando en el camión los que van llegando a la suelta. Faltan todavía unos pocos, tocaría esperar. Aprovechamos para ir cambiándonos. Nico aprovecha para encender una candela, el frío arrecia y nos espera un rato llamando hasta que lleguen los últimos. Joaquín, caracol en mano, se acerca a los puntales próximos para llamar y escuchar a ver si siente las cencerrillas. Poco a poco y como un chorreo van llegando los que faltan, junto a la candela y compartiendo el hato que cada uno ha traído reponemos fuerzas.

Joaquín desde un puntal próximo a la suelta llamando perros.

Saliendo de la finca esperamos a las demás rehalas, ellas son las que nos informan del gran resultado de la montería. Finalmente se cobraron setenta venaos, sesenta cochinos y treinta muflones, un gran éxito el cosechado por la Peña de Monteros de Córdoba en El Jabardillo. Nosotros disfrutamos de un día magnífico y es que cuando hay marranos y los perros trabajan tan bien como lo hicieron en el día de marras, uno se da cuenta el porque le apasiona este mundo de la manera que lo hace.

Nico encendiendo la candela, en El Jabardillo nos tocó esperar a los más rezagados.