Un característico gesto fruncido acompañado de un sincero suspiro, es la reacción más común en un amigo o conocido cuando le comentas que al día siguiente monteas en El Escambrón. Sinceramente y sin exagerar en absoluto, es que está muy lejos. Y ya no es por el tiempo que se tarda, que es bastante, sino por el puñao de kilómetros de carril que hay recorrer hasta llegar allí. Eso sí, a los que nos pone lo abierto, lo salvaje y lo genuino, montear por aquella zona es un auténtico gustazo.
En plenas fiestas navideñas fue cuando la propiedad de El Escambrón organizó la que era ya la segunda montería de esta finca. Mi buen amigo Sergio Sánchez Castañer, al enterarse que no tenía plan alguno para ese día, no dudo en animarme a que le acompañara al puesto. Invitación que gustosamente acepté. La junta fue a las ocho y media en al cortijo de Alcornocosas, por lo que bien temprano estaba saliendo de casa para ir en búsqueda de Sergio. El día se presentaba magnífico para montear, el cielo completamente limpio de nubes y por poner un pero, las rasca que se dejo notar nada más bajarnos del coche.
D. Manuel Pérez, padre e hijo, junto a Anastasio Carbonell conversando con Antonio Flores en la junta de El Escambrón.
Éramos muy poquitos puestos para los que se acostumbran a poner en El Escambrón, se montaron menos de cuarenta para cerrar las tres manchas a montear: El Solano, Herradero y Aguzaderas. Todo amigos y caras conocidas, la verdad que así da gusto montear e ir, ya no a El Escambrón sino a donde haga falta, a echar un pegote a ver si sale algo. Las rehalas convocadas para la ocasión, de sobra conocidas: la de D. José Ortega, la de D. Manuel Pérez, la de D. Diego García Courtoy, la de D. Antonio Molina Becerra Citrania, la de Machuca, la de Los Cuñaos y alguna más que desgraciadamente no consigo recordar.
El café calentito y la copichuela de anisete sirvieron, junto a los mantecados navideños, para poner el cuerpo a tono, y es que hasta que el sol no empezó a calentar el frío fue considerable. Como de si de lagartos se trataran, los corrillos de monteros se iban moviendo en búsqueda de los primeros rayos de sol en entrar a los aledaños del cortijo de Alcornocosas. Otros, más perezosos, se guardaron de no separarse en demasía de la bota de oloroso del siempre atento Javier Lena.
La bota de oloroso de Javier Lena fue catada por practicamente la mayoría de los allí presentes.
Tras el sorteo, y con el tiempo justo de saludar a los perreros que iban llegando intermitentemente con sus furgones cargados de perros, fueron saliendo las armadas de cierre. Aun quedaba un trecho hasta llegar a la mancha y no era conveniente descuidarse. Sergio se encargó de meter la manita entre los sobres, y no le fue mal pues la traviesa que saco tenía reconocida fama y así nos lo hizo saber Juan Vilela pues la conocía de otras ocasiones anteriores.
Bonita la estampa del colorao de la rehala de Ortega.
Comentando lindes, cortijos y manchas se nos hizo corto, y bastante ameno, el camino hasta la postura. Como bien nos indicó Juan Vilela, nuestra armada se situaba en un cortafuegos que discurría desde la casa dirección hacía Los Cabezos. Poco a poco, los componentes de la armada con ayuda del postor, fuimos situándonos en nuestras correspondientes tablillas. Los primeros disparos no tardaron en sentirse, eran los cierres que cumplían perfectamente su rol en el instante que las traviesas entraban en la mancha.
Los numerosos rastros de cochino que pudimos observar camino del puesto infundieron grandes esperanzas tanto en Sergio como en un servidor. El tiroteo que sentíamos mientras bajábamos del coche no hizo sino excitar nuestros nervios. Tras un breve litigio por decidir el sitio exacto donde dejar los trastos y el coche nos tranquilizamos, momento que aprovechamos para, según el criterio de cada uno, dar nuestra opinión sobre el puesto que nos había tocado en suerte.
De repente y sin darme a penas tiempo para reaccionar, sentimos un tropel que desde los pinos de nuestra derecha va dirección hacia el cortafuegos. Sergio lo distingue moviéndose entre la arboleda: es un venao. Peor situado que mi compañero y sorprendido por la carrera del animal le empujo a que lo espere al salir al cortafuegos y allí lo tire. Así, esperándolo y antes de dejarse caer por el barranco de nuestra izquierda, Sergio lo tira.
El primer disparo lo acusa trasero, volcándose a continuación por el citado barranco. El bicho va claramente tocado y tras apoyarse debidamente, Sergio lo remata a media ladera del entresacado pinar donde fue a parar. El comienzo no podía ser más trepidante, no llevábamos ni quince minutos puestos y ya habíamos cobrado un venao. Los perros aun no habían soltado y se sentían a los lejos dirigiéndose hacia sus respectivas sueltas.
Un continuo y desperdigado tiroteo se sentía en los tremendos barrancos de El Escambrón. Los puestos amplios y largos hacían mella en la puntería del personal y por cada lance se sentían varios disparos. Las sueltas se llevaron a efecto, la algarabía provocada por perros y perreros pobló la sierra en un espectáculo de sonidos realmente excitante. En la lejanía, las voces de los perreros animaban a sus valientes, algunas inconfundibles como las de Cristiano, Pepillo Fragonetas o Citrania.
El movimiento de verdad había dado comienzo, por nuestra derecha los perros con collar y collarín de la cencerra naranja de Ortega corrieron varias pepas haciéndolas cruzar el cortafuegos entre nuestro puesto y el anterior. Los sabuesos de Citrania, con su bronco latir se sentían inconfundibles en las duras quebradas de la mancha, y es que estos bonitos orejones de collar rojo y collarín de la cencerra verde parece que se quejan desconsoladamente tras los rastros de las reses. Otro latido, otra forma de cazar, otro tipo de perro, en definitiva riqueza para nuestra montería, aunque a veces traigan por la calle de la amargura a podencos y cruzaos.
En la lejanía, los de collar negro y collarín de la cencerra amarillo, propiedad de García Courtoy levantan y persiguen un marrano en un lance digno de ver y que gracias a los prismáticos pudimos disfrutar desde nuestro puesto. Las carreras de los perros tras las ciervas nos proporcionan instantes de gran deleite, y es que el trabajo de las rehalas fue digno de destacar. Y no fueron manos cortas, ni mucho menos.
Podenco colorao de la rehala de Ortega.
Rápida pasó la mañana y es que, aunque finalmente los marranos no dieron la cara en los puestos, la mancha estaba cargada de cervuno. Una lástima el no pillar a los cochinos en la mancha porque aquello tenía pinta de haber estado bastante cargado. Esto es uno de los alicientes de nuestra montería, la complejidad de pillar una mancha cargada de reses. Esperemos que haya cosas que nunca cambien y sigan existiendo los que defienden y luchan por la autenticidad de lo abierto.
Preciosa la vista de una de las sueltas en El Escambrón.
Sintiendo las caracolas de fondo comenzamos a recoger los bártulos. Sin prisa por llegar al cortijo nos paramos a charlar con D. Antonio Molina Becerra Citrania que venía caminando por el cortafuegos, le faltaban perros y andaba loco buscándolos, solo el hecho de pensar que tuviera que dejar alguno a pasar la noche en el raso y tener que volver hasta El Escambrón desde Córdoba la mañana siguiente le daba pavor. Y con razón, pues encajarse hasta allí de nuevo se las traía.
Foto para el recuerdo con el venao de El Escambrón.
Tras revisar el venao y retratarnos junto a él tomamos camino del cortijo de El Escambrón. La mayoría de los monteros estaban ya de vuelta y por las caras del personal era fácil imaginar que ciertamente se había dado bastante bien la montería, como se pudo comprobar al llegar las reses al cortijo. Se cobraron un total de veinticuatro reses de las cuales dieciocho fueron venaos y seis cochinos.
Vistas del cortijo de El Escambrón.
Gran resultado el obtenido en la montería organizada por la propiedad en El Escambrón, además la suerte anduvo bastante repartida entre los allí presentes. Sin demorarnos mucho y tras despedirnos de amigos y conocidos, vuelta hacia Córdoba por esa pista tan montera y con tanto sabor que lleva hasta el Collado de los Lobos y desde este, hasta Villaviciosa de Córdoba.
Curiosas las ruedas del remolque para recoger las reses: a prueba de kilómetros de carril.
Enhorabuena Rory por tu blog. Lo descubrí este año y la verdad es que viene de perlas unas gotas de campo ahora que estamos de barbecho esperando a que abran los conejos. Te animo a que continúes pues somos muchos los que lo seguimos.
ResponderEliminarPor ahí abajo leí una sugerencia que te la recalco pues me parece buena: publicar la fecha en la que se dio la mancha.
Un saludo.
Enhorabuena y adelante es importante que entre todos contribuyamos a extender y propagar la pasión por este arte y deporte
ResponderEliminarMuchas gracias por los ánimos y sobretodo por participar con vuestros comentarios.
ResponderEliminarRecojo vuestos deseos e intentaré poner más reseñas sobre las fechas de las manchas, aunque como ya comenté si alguien tiene especial interes en saber la fecha de alguna de las monterías en concreto, no dude en consultarmelo.
Un saludo,
Rorry Barbudo