UA-111663215-1

UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 2 de junio de 2011

La Ballesta (Espiel, Córdoba)


No tiene perdida. La Ballesta se sitúa en la margen derecha de la carretera N-432 que une Córdoba con Espiel, justo al pasar el desvío que lleva a Villaharta. Complicado es no fijarse en esos cerretes tan apretados de monte que, estando a la vera de la citada nacional, rodean la última explotación de carbón que le queda a la Empresa Carbonífera del Sur en Andalucía. La minería, siempre tan ligada históricamente al Valle del Guadiato, parece que en esta mina conocida como La Corta Ballesta, agoniza sus últimos y polémicos días de actividad.

Placa colgada a la entrada del cortijo de La Ballesta.

Bastantes son las referencias que tenía de esta finca abierta, compuesta por la unión de cinco distintas: La Ballesta, Los Puerros, El Confitero, Nava Frías y La Adelfilla. Siempre me habían hablado de la sorprendente cantidad de marranos que albergan los aledaños de la mina, y digo sorprendente pues la mina sigue en explotación y todos sabemos el trajín que eso supone para las reses. Estarán acostumbrados a tanto ajetreo o quizás será que esas quebradas que conforman la cuenca que alimenta al embalse de Puente Nuevo son tremendamente querenciosas, vete tú a saber.

Junta de la montería La Ballesta.

La pasada campaña montera, el mal estado de los accesos y demás caminos que discurren por la finca obligó a suspender la montería, por lo que las ilusiones y esperanzas puestas en la mancha eran considerables. De nuevo, Sergio Sánchez Castañer me animó a que le acompañará, accediendo encantado a tan amable convidá. Al día siguiente era Noche Vieja y no había mejor manera de despedir el 2010 que monteando en compañía de un buen amigo como lo es Sergio.

Un par de buenos aficionados: Joaquín Vadillo y Nico Priego.

En la gasolinera de El Vacar paramos a tomar café antes de dirigirnos al lugar donde se celebraría la junta, que sería en el cortijo de la finca. Allí, muchas caras conocidas y todas con el mismo destino: La Ballesta. La cómoda proximidad de la mancha a la capital cordobesa nos evitó tener que madrugar, cosa poco grata en la época que nos encontrábamos: Navidad. Así, en apenas treinta minutos, llegamos puntuales a la reunión.

Buen ambiente el que reinó durante toda la jornada en La Ballesta.

Entre picatostes de pan frito y distintos tipos de repostería, fuimos acondicionando el cuerpo para el día de campo, además para remachar el desayuno una copita de anís de esas que solo saben así en la sierra. El día se presentaba espléndido, el sol radiante acompañado de un cielo raso hacía presagiar un magnífico día de campo. Poco a poco fueron llegando las furgonetas y camiones de las rehalas, los cuales fueron aparcando de forma ordenada a las espaldas del cortijo.

D. Joaquín Vadillo, Ricardín Barbero, El Cuca y Joaquín Vadillo hijo.

Se puede decir que la finca está dividida en dos manchones independientes, los cuales se montearían simultáneamente, cerrándose con un total de setenta posturas. Tras unas breves palabras y advertencias por parte de los señores Requena y Mariscal, propiedad de la finca, se pasó a un emocionado rezo en el que se recordó a algunos monteros desgraciadamente desaparecidos que eran asiduos a la montería de La Ballesta.

La propiedad dando las pertinentes advertencias previas al rezo.

Confiando en la buena mano de mi compañero, me dedique a pasar revista a las furgonetas de las rehalas allí congregadas, a la par que charlar con sus perreros. Entre ellas y por citar algunas la de D. Rafael Borland, la de D. Antonio Ángel Marín, la de D. Joaquín Vadillo, la de D. Juan Gómez y la D. Antonio Montoro de Pozoblanco. Buen plantel el citado para poner patas arriba los alrededores de la mina de La Corta Ballesta. Al momento, los postores nerviosos comenzaron a dar voces reuniendo a los miembros de sus armadas.

Precioso el podenco de la rehala de Vadillo.

Los coches los dejamos a la vera de una pista preparada para el tránsito de la mastodóntica maquinaria que trabaja en la mina. El paisaje era lo más parecido al panorama que se encontró Armstrong cuando llego a la luna, y un claro ejemplo del llamado impacto ambiental. Callados y con la vista puesta en las vereas, fuimos caminando dirección a nuestra armada. Los primeros puestos se descolgaron por una quebrada, mientras que el resto continuamos hasta el siguiente regajo donde, tras las indicaciones del postor, fuimos en busca de nuestra tira de plástico.

Crudo y desolador el paisaje de la explotación minera de La Corta Ballesta.

O nosotros fuimos muy torpes o es que el postor se explico fatal, la cosa es que no dimos con la dichosa tirilla del puesto y al final acabamos apostados donde imaginamos estaba el puesto. Por buscar no fue, pues nos recorrimos el grueso del regajo en busca de la marca, pero ¿tanto le cuesta a algunos supuestos postores hacer las cosas como toda la vida, dejándonos en el mismo puesto y explicándonos los pormenores del mismo? Claro, cuando vi que lo que tenía era prisa por llegar a su puesto, entendí que ni aquel señor era postor ni debía saber cuál es la tarea que debe realizar cuando se le encomienda colocar una armada.

Poco a poco se fueron quedando los puestos de nuestra armada.

El puesto, o lo que debía ser el puesto, era un amplio testero salpicado de encinas y chaparreras que en su parte superior se veía poblado de un monte más cerrado en el que destacaban tres o cuatro apretones de lentisco que tenían una pinta sensacional. El regajo que apenas dominábamos desde nuestra ubicación, estaba poco cerrado y su escasa entidad no merecía ni tan siquiera denominarlo arroyo. Al momento de acomodarnos estábamos ya sintiendo las rehalas llegar a sus sueltas, nos montearían los perros de D. Rafael Borland y los de D. Antonio Ángel Marín. Al menos disfrutaríamos viendo trabajar dos rehalas de bandera.

Berrendo de la rehala de D. Antonio Ángel Marín.

Lejos sentimos la algarabía de la suelta, al instante los punteros de ambas rehalas estaban trasteando las inmediaciones de nuestra postura. Los gritos de ánimo de Perico, perrero de Marín, y de Joaquín, perrero de Borland, se advertían inconfundibles en la lejanía. Poco tardaron los de Borland en dar con el cervuno. Dos venaos, nada feos por cierto, se pasean por nuestro testero seguidos de cerca por los berrendos de divisa negra sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo propiedad de D. Rafael Borland. Lástima que no se pudieran tirar pues el lance fue precioso.

Testero de nuestro puesto en La Ballesta.

Por el flanco izquierdo sentimos una ladra paralela a nuestra ubicación, las voces de Perico indican que se trata de un marrano. Atentos y nerviosos, nos faltan ojos intentando clarearlo, pero lleva el viaje demasiado bajo y es el del puesto anterior al nuestro el que culmina tan espectacular lance, y es que el cochino llevaba la rehala completa tras de sí. Buen trabajo el de los bellos podencazos con collar y collarín de la cencerra azul propiedad de D. Antonio Ángel Marín.

El marrano corrió por el flanco izquierdo y lejos de nuestros dominios.

Bien coordinados, continúan monteando Borland y Perico sus respectivas manos. Van trabajando en condiciones, en continua comunicación, parándose y dejando hacer a sus valientes cuando hay que hacerlo, animándolos cuando hay que animarlos y escuchando cuando hay que escucharlos. Qué cosa más bonita, a la par que espectacular, es contemplar la faena de los perros haciendo las cosas bien, y que buen sabor de boca deja, aun no cobrando bicho alguno.

Buenas hechuras las del campanero de la rehala de D. Antonio Ángel Marín.

¡Anda que tardaron mucho en dar con los marranos cuando llegaron al apretón de lentiscos! En un instante se montó un guirigay de los que consiguen volver loco al corazón del más pausado. El tropel movía la espesura de lentisco de manera que aquello parecía una ola verde, que momento tan emocionante. Tal trapatiesta hacía imposible conseguir clarear alguno de los cochinos, y es que sin duda habían topado con varios. A nuestra derecha, y en un puesto con mejor visibilidad que el nuestro, los hermanos Varona, tan finos como de costumbre aprovecharon que uno de los marranos se alejó del barullo de perros, cochinos y lentiscos para ponerlo patas arriba. ¡Mira que tiran bien los Varona!

Berrendo de la rehala de D. Rafael Borland.

Muy largos y rodeados por perros conseguimos diferenciar algún otro cochino, pero ni se nos paso por la cabeza tirarlos en esas condiciones y a esa distancia. Al volcar los perros nuestro testero, llegó la calma al puesto. Aproveché para, prismáticos en mano, seguir el discurrir de la mano del otro manchón. El tiroteo, más centrado en ese otro manchón, era señal inequívoca de que aquello estaba bien cargado de marranos. Los tiros que se llevan y el juego que dan a una mancha los cochinos.

Los marranos estaban en el apretón del flanco derecho de nuestra postura.

La vuelta de los perros fue mucho más tranquila, únicamente fue enturbiada por nuestro ¿postor? que se llevo una merecida reprimenda al aparecer en nuestro puesto mucho antes de que los perros pasaran de vuelta. En su defensa alegó que aquello ya estaba finiquitado: sería que tenía mucha prisa por llegar al cortijo a meterle mano al puchero, porque un servidor no se perdía la vuelta ni por toda el hambre del mundo. Con la orejas gachas volvió sobre sus pasos y así pudimos Sergio y yo, disfrutar de la vuelta monteando, insisto monteando, de las rehalas.

Buen plantel de marranos el que se cobró en La Ballesta.

Ya en el cortijo, las caras sonrientes del personal delataban el buen resultado cosechado en La Ballesta. Se cobraron un total de treinta y seis marranos, mucha tropa menuda y un par navajeros; venaos se vieron varios y alguno bastante bonito. Las habichuelas estaban sensacionales, quizás por eso las prisitas del postor de nuestra armada. Poco tardamos en despedirnos y coger carretera para Córdoba, antes y con ayuda del móvil avisamos a Borland de que uno de sus valientes, concretamente Caracol, se encontraba cerca del camino de acceso a la finca. Al momento Joaquín llegó con el camión a recogerlo, era el último que le faltaba por llegar, estando así completo, cosa rara para lo temprano que era.

Perro de la rehala de D. Antonio Montoro descansando en el remolque al finalizar la montería.

5 comentarios:

  1. Buena crónica Rorry de una de las fincas que más cariño tengo en Córdoba y de la familia a la que pertenece haciendo mención a un gran amigo, el señor Mariscal y su hija Verónica a los cuales tengo gran aprecio. Espero ansiosamente llegue finales de Diciembre para poder montear otra vez allí. Gracias Rorry.

    ResponderEliminar
  2. Que bien escribes tío y se ve como disfrutas.Da gusto leerte.No te quito ni un ápice en los comentarios sobre ese ¿postor?.¿por qué estará cambiando todo hacia lo absurdo?en lugar de mantener las tradiciones que esperemos por el bien de todos que permanezcan perpetuas e inamovibles.¡ que viva la monteria española !pero la de VERDAD.

    ResponderEliminar
  3. Leída la crítica, nos alegramos que pasaras un buen día en nuestra casa - tu casa, lamentamos el "incidente" del postor, intentaremos remediar este tipo de actuaciones en futuras monterias.

    Esperando coincidir más años en "La Ballesta".

    Un saludo,

    José y Verónica Mariscal.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias tanto a D. Miguel Feijoo, como a José y a Verónica Mariscal por participar con vuestros comentarios en el blog.

    Un saludo,

    Rorry Barbudo

    ResponderEliminar
  5. Gracias,¿por qué?cuando las cosas se hacen y se sienten de verdad.Es obligación enaltecerlas.

    ResponderEliminar