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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 28 de abril de 2011

Madroñiz (El Viso, Córdoba)


¿A quién no le suena Castillo de Madroñiz o sencillamente Madroñiz? Finca protagonista de mil y una historietas de las relatadas por Aguayo en muchos de sus libros. Es complicado que a los que somos aficionados a la lectura venatoria, el escuchar Madroñiz no nos traiga a la cabeza algún lance o anécdota de las narradas magistralmente por el bueno de Mariano en lugares como el Arroyo del Romano o el cerro El Mimbre. Ha llovido algo desde entonces pero estoy seguro que los miembros de aquella sociedad cordobesa que disfruto esta finca situada entre la margen izquierda del río Zújar y la margen derecha del Arroyo del Buey, siempre recordará esos divertidos ganchitos tras los marranos.

Siempre imponente el castillo de Madroñiz.

Sabiendo lo ajetreado de mis fines de semana de campaña montera, D. Santiago me avisó con tiempo para que apuntara la fecha de la montería, y así pudiera aceptar la invitación a pasar el día allí por donde se termina la provincia de Córdoba y comienza la vecina Badajoz. Muchos son los atractivos de estas monterías, personalmente destacaría su autenticidad. No es fácil dar con monterías tan autenticas, y el grupo que encabeza Ignacio Pinilla guarda por defender estos valores, cosa que se agradece.

Vista de la junta en Madroñiz.

Temprano partimos de Córdoba mi padre y yo, y es que para llegar puntuales a la junta debíamos salir de casa casi dos horas antes. El sorteo se celebró la noche anterior, entregándonos el puesto D. Santiago después de entonar el cuerpo con unas migas con huevos fritos. Iríamos al número 2 de la armada del Granao, a priori no eran malas las referencias que nos dieron sobre el puesto en cuestión, según nos comentaron siempre tiraba.

Nuestro puesto en Madroñiz, el número 2 de la armada del Granao.

Después del rezo y unas breves explicaciones de los manchones a batir por parte de Ignacio Pinilla, capitán de montería y alma máter de este grupo mayoritariamente pacense, se dio paso a la salida de las armadas. Un pequeño plano nos ayudó a hacernos una idea de nuestra localización en la mancha, así como el recorrido de los perros en su trasteo.

Ignacio Pinilla dando las instrucciones pertinentes antes de la salida de la armadas.

Al partir hacia los puestos, únicamente había llegado una de las rehalas convocadas para la ocasión, se trataba de la rehala El Palomar (divisa collar verde) con el gran Kiko a la cabeza. Buen tío y magnífico perrero el de Navalvillar de Pela (Badajoz), y verdaderamente espléndidos sus palomos. Cargados de ilusión y con tremendas ganas partimos hacia el Arroyo Granao por el carril que va dirección hacia El Mimbre.

Detalle de la furgoneta de la rehala El Palomar.

Fue en la casilla del Mimbre donde dejamos aparcados los coches. Un pequeño instante para apretarse zahones, echarse trastos a la espalda y acto seguido, y a buen ritmo, tomar el camino por el que se va montando la armada. El silencio que acompañaba a la comitiva montera recordaba esos valores de lo auténtico, y es que algún día llegué a pensar que era el único loco que no compartía los dichosos cuchicheos entre amigotes cuando se va camino de los puestos.

La armada camino de los puestos en Madroñiz.

La zona era una maravilla, el paisaje precioso y la orografía bastante quebrada. Los puestos, en su mayoría de cortadero. Ciertamente este tipo de puestos no es que sean santo de mi devoción pero en un terreno como aquel era la única forma de poder montar las posturas. Las márgenes del Arroyo Granao se presentaban apretadas de monte y dispuestas a poner a prueba a los valientes perreros y perros que tuvieran la difícil labor de trastear la zona. ¡Qué gran reto para las rehalas!

Vista de la zona de solana a montear, margen derecha del Arroyo Granao.

En este tipo de puestos, que insisto, entiendo necesarios pero no cautivan mis gustos en lo que a posturas monteras se refiere, es tremendamente importante aclarar la situación de tus vecinos. Así, sin perder tiempo y antes de sacar el rifle, mostramos nuestra situación a los compañeros de armada, evitando así ningún tipo de accidente por desconocimiento de la localización del vecino. Tras ello, y después de cargar, siempre llega el instante de cruzarse miradas entre mi padre y yo, un par de gestos con la boca nos son suficientes para conocer nuestras opiniones acerca del lugar donde nos había tocado.

Nuestro puesto de cortadero, el número 2 del Granao.

El movimiento cerrando la mancha provocó que el cervuno más desconfiado se saliera de sus encames, hecho este que nos permitió ver como un par de pepas primero y un ágil corzo después tomaran huida hacia el Arroyo del Buey, es decir buscando salirse de la finca, que aunque no lo he comentado, es completamente abierta. Grande fue la emoción de los citados lances, y es que los manchones de monte que dominábamos estaban realmente cerrados. Además, en los puestos altos y perpendiculares al Granao ya sentimos los primeros disparos.

Muy apretado el monte en lo poco que dominábamos fuera del cortadero.

Deseoso estaba de se produjera la suelta de los perros, que ganas de ver menearse el monte con el trabajo de las rehalas. Una piarilla de lechonatos saltaron al cortadero, yo ni me di cuenta pero mi padre atento, me alertó. La algarabía de las lejanas sueltas rompieron el silencio reinante en la mancha: daba comienzo el meneo. Los primeros perros en saltar al cortadero fueron una collera de palomos de la rehala El Palomar, largos y con afición tronchaban monte a su paso como una locomotora a todo trapo.

Uno de los palomos de la rehala El Palomar de Navalvillar de Pela.

Pronto las primeras ladras retumbaron en la umbría, mucho tenían que apretar los perros para sacar a los marranos de tan frondoso monte. Los tiros de puestos próximos delataban que el trabajo de los perros estaba surgiendo el efecto deseado, los cochinos se movían. Los ánimos de los perreros alentaban el esfuerzo de sus valientes, mientras en nuestra postura sacábamos lo más fino de nuestros sentidos para intentar adivinar la carrera de las reses. Que bellos momentos con la montería en su máximo esplendor.

Mi padre pendiente del trabajo de los perros por el flanco izquierdo.

De repente, por medio del cortadero da cara un imponente perrazo. Es un atravesao blanco como una patena que a medida que se acerca consigue poner mi bello de punta, concretamente se trata de un valiente cuya divisa es un collar a franjas azules y plata, en el costillar luce una MV. Emocionado susurro a mi padre: "Papa, son los valdueza". Efectivamente, poco a poco van dando cara al cortedero sus hermanos y el puesto se llena con los maquinas propiedad de D. Alonso Álvarez de Toledo, marqués de Villanueva de Valdueza.

Serio y bien hecho el perrazo del marqués de Valdueza.

Es la primera ocasión en mi vida que los veo trabajar en el campo, la primera montería que coincido con tan prestigiosa rehala y desde luego no me decepciono en absoluto, más bien todo lo contrario. Al instante, y después de un intencionado trabajo, consiguen dar con una marrana cerca de nuestra postura, la levantan y la aprietan a salir al cortadero, valiente, la cochina hace frente a los valdueza finalizando el lance Santiago, perrero de Valdueza, entrando a cuchillo. Aquello, a pesar de no poder ni siquiera ver la marrana por lo espeso del monte, fue emocionantísimo y poco me faltó para acudir al remate.

Magnífico el trabajo de los valduezas.

No me cansaba de mirar las hechuras de esos perros, sus movimientos, sus gestos, su mirada,...en fin, su todo. Ahora y después de ver los valdueza en vivo y en directo, conseguí comprender las palabras que un día me comentó un gran veterinario cordobés y extraordinario conocedor del perro de rehala. Pepe Millán, me describió como después de mucho observarlos en el monte llego a la conclusión de que no era un tipo de perro lo que había conseguido Álvarez de Toledo, sino una raza.

Parejos y con hechuras muy monteras los perros de D. Alonso Álvarez de Toledo.

Situados, como estábamos, en el choque de las rehalas, poco a poco fueron volviendo sobre sus pasos sin mucho más que destacar. Yo, aun entusiasmado seguía atento el trabajo, ya en la lejanía, de Santiago y los valduezas. Nada más que merezca la pena relatar, únicamente que nuestro cortadero no tuvo mucha fortuna pues las reses no cumplieron por él, en cambio, otro cortadero perpendicular al nuestro si tuvo más suerte, tirando varios marranos entre los cuatro o cinco puestos que lo cubrían.

Valdueza escuchando desde nuestro cortadero en el número 2 del Granao.

Sin prisa, fuimos recogiendo despacito para tomar el carril en compañía del resto de la armada e ir en busca de los coches. Allí, en la casilla del Mimbre, los perros con divisa de collar bandera nacional de Baños de Montemayor (Cáceres) propiedad de D. Emilio Moreno iban recogiendo camino de su suelta. Un cambio de impresiones rápido y pronto salimos en busca del potaje a la casa del Castillo.

Rehala de D. Emilio Moreno recogiendo junto a la casilla del Mimbre.

En la misma mesa en la que por temas de trabajo he estado varias veces sentado con D. Santiago, estuvimos charlando de otros temas mientras dimos buena cuenta del condumio allí servido. Las reses fueron llegando y como de costumbre Madroñiz cumplió, cobrándose una veintena de ellas. Aun atardeciendo nos despedimos del personal y cogimos carretera, aun nos restaban dos horas de camino hasta llegar a la capital cordobesa.

Junta de carnes en Madroñiz.

Magnífico día el que echamos en Madroñiz, en mis recuerdos perdurará siempre pues fue una grandísima satisfacción poder ver trabajar una rehala de la que tanto he escuchado y leído como lo es la del marqués de Valdueza. El porte y la pinta de esos atravesaos es digna de presenciar por el monte, por mucho que intente explicároslo no sería capaz de trasmitiros lo que impone un perrazo de esos cazando por el monte, porque además de ser bonitos, cazan.

En Madroñiz tuve la suerte de disfrutar con los valduezas.

miércoles, 20 de abril de 2011

La Hoja Perdida (Guadalmez, Ciudad Real)

Con la misma ilusión que las anteriores temporadas, los hermanos González de Canales, se encargaron de organizar este divertido y ya clásico manchón por tierras manchegas. Después de que la pasada campaña la nieve hiciera suspender la montería cuando mejor estaba la mancha, viéndose a la postre perjudicada con el obligado retraso, este año habían preparado a conciencia el tema, marcando fecha cuando vieron que aquello estaba para darlo. Hecho este que, por otro lado, es como se ha estado haciendo toda la santa vida, y no con las dichosas modas de fijar fechas y programas a cinco meses vista como ocurre hoy día.

Nono pasando lista antes de comenzar el sorteo en La Hoja Perdida.

Con un par de mails, tres o cuatro llamadas de teléfono y coincidir en alguna tasca del centro de Córdoba o en otra montería de la charpa queda todo concretado. Así fue como el día de marras nos presentamos los veintitantos valientes en el lugar de la junta, cerca de la estación de Guadalmez, concretamente en el cortijo La Vega. Lo de valientes hay que recalcarlo pues el día estaba para cualquier otra cosa-léase brasero y peliculón de vaqueros-menos para montear.

Momentos previos a dar comienzo al sorteo.

A ninguno nos pilló de sorpresa como se presentó el día pero creo que absolutamente nadie se podía imaginar que finalmente acabará siendo así de infernal. La hora y media de coche hasta llegar allí fue un no parar de caer agua, pero nada de calabobos o chirimiri, sino agua de verdad. Y así fue como continuo, sin receso alguno, durante el resto de la jornada: agua y más agua.

Atentamente se siguieron las indicaciones y advertencias de los hermanos González de Canales.

Raro es que alguno de los que nos juntamos en La Hoja Perdida cada año ose a plantearse dar un paso atrás, os aseguro que las condiciones ya pueden ser lo más desfavorables que podáis imaginar, que la panda de aficionados que reúnen los hermanos Nono y Carlos no iban a rajarse, ellos dos los primeros. Resguardados bajo techo y después de un café caliente, un trozo de bizcocho y dos o tres copas de aguardiente, fue cuando llego el momento del rezo.

El rezo fue dirigido magníficamente por el más joven de la reunión.

Del sorteo salí bien parado, al menos a priori, y es que mi manita se portó. El número 2 de Las Peñas, sería mi puesto. Misma armada que el pasado año pero aun siendo el puesto anterior-el año pasado fui al 3-la mejora era ostensible. Conocía de sobra mi postura y es que es de los puestos con nombre en La Hoja Perdida, de ello se encargó el potrero de Manuel Villén hace unas temporadas cobrando varios marranos en compañía de un espectador de lujo, Currito Vilela.

Mi puesto en La Hoja Perdida: Número 2 de la armada Las Peñas.

El puesto, de cortafuegos, aprovecha la faja de servidumbre de un gaseoducto, situándose en la parte central de la mancha. Si había marranos y los perros apretaban, por allí tendrían que pasar cochinos si o si, y así me lo recalcó Carlos, indicándome incluso la verea que mejor tomaban. El llegar hasta el puesto vino precedido de un corto paseo y anteriormente una pequeña aventura a bordo de los todoterrenos, pues los carriles estaban infames.

Podenco muy en tipo de la rehala de Dña. Mª Carmen Prieto.

Como de costumbre las rehalas convocadas para la ocasión fueron de la categoría de quien sabe valorar el trabajo de los perros en un mancha, y es que Carlos y Nono de eso saben un poco. Se montearía con cuatro rehalas, propiedad de: Dña. Mª Carmen Prieto (divisa collar rojo y negro), la Duquesa de Cardona (divisa collar de material y collarín de la cencerra azul), D. Martín Sánchez Ramade (divisa collar y collarín de la cencerra verde claro) y otra del pueblo que personalmente no fue de mi agrado, luego lo aclararé.

Precioso el berrendo encastado de la rehala de la Duquesa de Cardona.

El panorama se presentaba, crudo no, crudísimo. La lluvia no daba receso alguno y la niebla, lejos de ir levantando poco a poco fue haciéndose cada vez más espesa. No quiero ni contaros los momentos de locura que viví en un puesto como aquel en el que se caza de oído, y es que entre el ruido del paraguas, la poca visibilidad provocada por la niebla y la intensa lluvia me suscitaban cada respingón mirando a diestro y siniestro que quien me viera podría dudar de mi estado mental.

Aniceto de la Puerta cubriendo su puesto de cierre en La Hoja Perdida.

La suelta no se hizo esperar, era tontería aguardar mucho y es que con tan poquitos puestos y con el día que hacia mientras antes empezáramos, antes nos olvidaríamos de las condiciones meteorológicas centrándonos en la montería. Los primeros perros en dar cara en las inmediaciones del gaseoducto fueron los podencos berrendos de la Duquesa de Cardona, eran sin duda los punteros, y vaya punteros. Prácticamente se puede decir que llegaron hasta el final de la mancha echando un primer ojo de cómo estaba aquello, pues Sebastián (perrero de Cardona) aun estaba dando los primeros pasos de su mano y prácticamente ni se le sentía.

Vista del flanco izquierdo del número 3 de la armada de Las Peñas.

A los lejos, y todavía cerca del lugar de la suelta se empiezan a sentir las primeras ladras, un marrano como un mulo es levantado, perseguido, acosado y finalmente agarrado por los perros de la rehala de D. Martín Sánchez Ramade junto al laderón de olivar que hay al entrar a la finca. Hay que ver donde se meten los cochinos grandes, desde luego donde menos se lo espera uno hay una bichaco como este. Tras un espectacular agarre en el que el cochino hirió varios perros, Gitanillo (perrero de Sánchez Ramade) consiguió entrarle con el cuchillo y matarlo. Otra rehala para quitarse el sombrero la capitaneada por Gitanillo y asentada en la finca La Alhondiguilla.

Detalle del camión de la rehala propiedad de D. Martín Sánchez Ramade.

Las reses poco a poco se iban moviendo, se sentía en las continuas ladras que simultáneamente discurrían por puntos diferentes de la mancha. Tiros no se escuchaban muchos y es que entre la niebla y el chaparrón, que no paraba de caer, costaba mucho advertir el movimiento de los marranos. Lo que desde luego estaba claro es que los habíamos pillado dentro de la mancha.

Divisa collar y collarín de la cencerra verde claro: Rehala de Sánchez Ramade.

Con el discurrir de los perros, las reses fueron aculándose en el último apretón de la mancha, en la linde con Vioque. Así, desde mi puesto, y precisamente cuando más agua caía, pude ver como un vareto cruzaba el cortafuegos y al rato una piarilla de graciosos rayones huían del transcurrir de los perros, todo esto sin apenas tiempo de echarme el rifle a la cara pues sin sentirlos y llegando sin ladra alguna era impensable que en un puesto de ese tipo pudiera jugar el lance de forma adecuada si se hubiera dado el caso de ser bichos de mayor porte.

Incansable el trabajo de los valientes de la rehala de la Duquesa de Cardona.

Con la llegada de Javi “Colombo” (perrero de la rehala de Dña. Mª Carmen Prieto) a mis inmediaciones, y más concretamente cuando sobrepaso mi postura fue cuando los marranos decidieron moverse. Valientes y muy puestos estos podencos berrendos de trufa oscura tan característicos de esa casta. Ellos fueron los que permitieron a que en el número 3 de mi armada, Jaime Chastang se tiznara pues una piara de marranos fue a tomar el portillo que cubre esta postura.

Javi "Colombo", perrero de Dña. Mª Carmen Prieto dando cara en mi postura.

En los puestos de cierre también hubo quien tiró y es que hasta que no achucharon los perros en el tope no fueron saliendo los marranos que allí aculados aguantaban intentando escaparse del trasteo de los perros. Pero el día no estaba para muchos éxitos y menos cuando se va a cochinos, y es que de sobra es sabido lo pendiente y atento que tiene que estar uno para ganarle la partida a un animal tan listo, y con esas condiciones poco podíamos hacer los valientes que nos encontrábamos monteando La Hoja Perdida.

A pesar de las condiciones meteorológicas tan adversas el trabajo de los perros fue excelente.

En un mínimo receso que dio la niebla, que no la lluvia, pude contemplar el trabajo de los perros de la rehala de pueblo, un trabajo digno y si nada que reprochar. Pero mi comentario hacia ella no es una crítica en sí, sino únicamente que no me gustaron, -¿Por qué?- Pues sencillo, y es que entre sus perros abundaban los que conocemos como chivatos o incluso mentirosos, es decir mucho perro de rastro, de los que gustan más por zonas del norte, en las que a mi modo de pensar puede que sirvan pero allí traían locos a los demás perros. Latían a rastros antiguos y no lo suficientemente recientes como para hacerlo, provocando que los podencos acudieran rápidos a la llamada, pero ciertamente no llevaban bicho alguno delante, aburriendo a nuestro alegre podenco. En esto de los perros pasa como en todo, y es que para gustos los colores, y a mi sinceramente en nuestra montería y en nuestras sierras, no me gusta la forma de cazar de este tipo de perro, pero lo dicho, sobre gustos hay para charlar un rato.

Hubo ratos durante la montería que entre la niebla y el agua apenas se veía.

Ya con los perros de vuelta y con esa sensación que le queda a uno de "aquí esta todo el pescado vendido" empecé a sentir como los vecinos iban recogiendo e incluso vi a alguna armada dirigirse hacia los coches. Esperando que llegaran mis compañeros de armada me encontraba, atento y sin haber hecho ni el más mínimo intento de recoger, cuando en un respingón de esos que describí anteriormente observo como por la parte alta del cortafuegos se me cruza un marrano. ¡Me cago en la leche! Ni tiempo me dio de quitarle el seguro al rifle, me cogió la vez y bien cogida. La cara de tonto ya os la podéis imaginar.

Por el flanco derecho del puesto fue por donde se coló el marrano.

Con el cabreo monumental reinando en mi mal trecho cuerpo comencé a recoger mientras se acercaba el resto de la armada para tomar juntos la trocha hacia los coches. Excusas tenía todas las del mundo mundial: Que si el ruido del paraguas, que si la niebla, que si la constante lluvia,...que sí, pero el marrano se me había colao por mis mismísimas narices y la espinita se me quedo bien clavada.

De recogida tras un buen pechugón de agua.

El cocido, de nuevo en el cortijo La Vega, era de los que resucitan a un muerto, estaba tremendo. Calentito y con su buena pringá ayudaron a recuperar los cuerpos de este grupo de amigos y de férreos aficionados que nos juntamos cada año en La Hoja Perdida para darle un susto a los marranos. Sin entretenernos mucho y con la idea de parar en El Vacar, concretamente en el Laura, a tomar un colacao hirviendo marchamos de vuelta a Córdoba.

Espectacular el berraco cobrado en La Hoja Perdida.

No quiero dejar de reseñar el tremendo berraco de los perros de Sánchez Ramade, vaya pedazo de cochino. Con razón salió mal parado más de uno de sus valientes y es que sus defensas era un espectáculo. El resultado final no llegaría a las diez reses, pero amigos ese marrano que pincho Gitanillo y otros detalles más de ganchetes como el descrito hoy organizado por y para grandes aficionados y amigos, responden por si solos a los que todavía me discuten que no entienden mi purismo y el porqué no cambio tanto día entre amigos sin ver un jopo por una montería de esas que llaman de postín. Yo lo tengo claro compañeros, ¿Y vosotros?

Además de buenos, tambien son preciosos los perros de la rehala de Sánchez Ramade.

viernes, 15 de abril de 2011

Choza Redonda (Obejo, Córdoba)


Choza es una de las manchas a las que le tengo un cariño especial, el ambiente que en ella se palpa tiene un sabor diferente a lo que desgraciadamente cada día es más común en nuestra montería. No cabe duda que los que allí nos juntamos temporada tras temporada, saboreamos y disfrutamos de algo que cada día cuesta más encontrar en éste, nuestro mundo. Y es que Grego y Faillo, a pesar de su juventud, son de la vieja escuela, de los auténticos, y en ello tiene mucho que ver su sangre García Courtoy.

Buenos aficionados los que cada año nos encontramos en Choza Redonda.

Tardé poco en confirmarles. De ninguna de las maneras iba yo a faltar, y más cuando eran ellos los que daban el paso atreviéndose a organizar la montería de su casa, de Choza Redonda. Muy cerquita de Córdoba y en las caídas a una de las colas del pantano de San Rafael de Navallana, se encuentra esta preciosa mancha abierta. Accediendo desde La Tierna y tardando poco más de cinco minutos desde la puerta de mi casa se llega hasta la finca, eso sin exagerar.

Juan Carlos Morales, Rafa Gutiérrez, Faillo y Grego fueron los encargados de dirigir el sorteo.

Sin prisa y a buena hora estaba recogiendo a José Antonio Spínola que, entusiasmado en conocer esta mancha nueva para él, accedió a la proposición de venirse conmigo. La junta a las nueve en el Asador de Alcolea, en el mismo camino que lleva a Choza. Allí, poco a poco fue llegando el personal. Da gusto montear con tanta cara conocida y con tanto buen aficionado como los que juntan siempre los hermanos Grego y Faillo.

D. Rafael Borland sorteando en Choza Redonda.

Mucha gente joven pero con muchas tablas, todos ellos grandes aficionados de los que lo han mamado desde que nacieron. Las expectativas habían ido creciendo a medida que se fue acercando la fecha de marras y es que las referencias que me dio Faillo días antes, conociendo aquello como lo conoce el menor de los hermanos, eran para ilusionarse. El agua caída la noche anterior fue desproporcionada y el hecho de que los marranos hubieran podido moverse de la mancha se comentó en los diferentes corrillos entorno a la mesa del sorteo.

D. Juan de Dios Pliego, María José Pliego, D. Rafael Borland, Joaquín Borland y Nico Priego antes de salir las armadas.

Después del rezo, en el que se recordó a D. Rafael Mohedano, dueño de rehala muy querido en la zona que nos dejo el pasado verano, se dio paso al sorteo de los casi cincuenta puestos con los que se cerró la mancha. Gran detalle el hecho de que se empezara a sortear por los dueños de rehala, y es que se agradece que haya aun quien siga valorando la labor imprescindible de las rehalas en nuestra montería y continúe con esta bonita tradición.

Hugo Jordán de Urries y Rafa Canals preparados antes de partir hacía la mancha.

Las diez rehalas convocadas fueron de las que gusta ver en el campo trabajando y es que el buen hacer de los perros se valora mucho en esta casa. Así, la plantilla estaba constituida por las rehalas propiedad de D. Diego García Courtoy (divisa collar negro y collarín de la cencerra amarillo), D. Pedro Mohedano (collar de material), D. Rafael Borland (divisa collar negro sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo), Hros. de D. Juan García Liñán (divisa collar y collarín bandera nacional), D. Manuel Pérez (divisa collar negro y collarín de la cencerra bandera nacional), D. Juan de Dios Pliego (divisa collar verde y collarín de la cencerra amarillo), D. Iñigo Cabello (divisa blanca sobre fondo verde), D. Juan Agredano (divisa collar verde y collarín de la cencerra rojo), D. Santiago del Moral (divisa collar a franjas rojiguadas) y D. Juan Fdez. de Mesa (divisa collar azul y naranja).

Pepe Ballesteros (perrero de García Liñan), Joaquín Borland (perrero de Borland), Rafa Martínez Colacao (perrero de Pliego) y Nico Priego.

La suerte nos mandó al número tres de la armada Los Álamos, en la parte baja de la mancha, prácticamente con las orillas del pantano a nuestras espaldas. Poco tarde en pedir referencias a unos y otros, no llegando a ninguna conclusión clara hasta el momento en que nuestro postor, Faillo, tras un breve andurreo nos dejó en la tira del puesto. Allí fue cuando mirándome a los ojos y nervioso me susurró: "Rorry, me alegro que hayas tenido suerte, es un puestazo". No quiero ni contaros lo que me entró por mi cuerpo serrano.

Nuestro puesto en Choza Redonda.

La verdad que el puesto era una maravilla, localizado en los bajos de la umbría, dominando toda la mancha y con un tiradero muy típico de los de la zona. Un testero cortito -de los que me gustan- poblado de chaparreras y acebuches salpicados de lentiscos, todo ello con una estupenda visibilidad y con un regajón por bajo. A ambos lados, pequeñas lomitas más limpias de monte por las que podía correr un marrano en cualquier momento. Además, para más inri, con la panorámica de toda la umbría a montear, cosa que nos permitiría observar la briega de los perros en el discurrir de sus manos.

Vista frontal del puesto número tres de la armada Los Álamos.

Fuimos de los últimos en llegar a nuestro puesto y cargando aun el rifle ya sentimos los primeros tiros. Estaba claro que eran a los venaos que con el movimiento de las traviesas se salían de la mancha. Al momento, los camiones de los perros serpenteaban por los carriles camino de las distintas sueltas. Los nervios estaban a flor de piel, aquello estaba a punto de empezar.

Vista del flanco derecho de nuestro puesto en Choza Redonda.

Como si de una operación militar se tratara, las sueltas se efectuaron puntuales y coordinadas. Los primeros perros se vieron blanquear entre lo espeso del monte provocando las primeras carreras y consiguientes ladras. La lluvia, a modo de calabobos no paró desde que salimos de la junta, pero José Antonio y yo, bien pertrechados bajo nuestro paraguas no nos distrajimos por el agua.

Berrendo fino de Mohedano trastenado las inmediaciones de nuestra postura.

Poco tardamos en sentir las primeras ladras a nuestra espalda, se trataban de los podencos finos de D. Pedro Mohedano que, animados por él mismo, habían dado con una piara de marranos. De repente por nuestra retaguardia y casi por la misma verea que trajimos para llegar al puesto, un marrano se nos mete encima. Viene empujado por un berrendo fino de Mohedano, lo dejamos cumplir y tras una leve discusión por cedernos el lance uno al otro, José consigue que acabe tirándolo y cobrándolo yo en el mismo arroyo. El abrazo y el coscorrón que le di por no haberlo tirado él fue curioso.

Vista del regajo que tan bien tomaban los marranos.

Poco tardamos en sentir una nueva ladra a nuestra derecha, un marrano que con el jai jai de los perros se dirige hacia la mancha. Era el turno de José que justo en el momento de tirarlo se da cuenta que por los mismos pasos que mi marrano anterior se descuelga otro con idénticas intenciones de huir. Ágil, se va con este segundo marrano y tras dejarlo repechar en el testero lo abate de un fino disparo. Un nuevo abrazo mientras llegan los podencos de Mohedano a morder al cochino.

José Antonio atento, consiguió abatir el segundo marrano de la mañana.

Sintiendo al bueno de Mohedano próximo a nuestra postura lo aviso a que se acerque. Emocionados le contamos el lance y le relatamos el buen hacer de sus valientes. Buenos y monteados los perros de este buen dueño de rehala y mejor amigo. Su mano no había hecho nada más que comenzar por lo que no accede a brindar con la botella de tinto recién abierta, aun le queda mucho tajo por delante.

D. Pedro Mohedano, en compañia de los guias, dando vista a nuestro puesto.

El tiroteo era continuo, las ladras y los arrollones se desarrollaban constantes y enlazados por toda la orografía de la umbría. A lo lejos, el buen trabajo de Pepillo Fragonetas y Lucero, perreros de D. Diego García Courtoy y D. Iñigo Cabello respectivamente, animando a sus valientes es comentado por mi compañero mientras damos buena cuenta del taco.

Podenco de la rehala de D. Diego García Courtoy (collar negro y collarín de la cencerra amarillo).

A lo lejos suena el caracol de Lucero llamando, ha llegado al tope y toca organizar de nuevo a sus bravos perros para seguir monteando. Por el puntal del cerrete que dominamos da cara Joaquín Borland capitaneando a sus borlanes, a su vera y como lugarteniente Nico Priego. Que espectáculo ver el trabajo de los berrendos de Borland, nos encontramos a principios de Diciembre y están que da gusto disfrutar de su incansable trasteo por el monte.

Joaquín Borland y Nico Priego asomando por el raspín de nuestro puesto.

No dudan en acercarse a nuestra postura a echar un cigarro con nosotros y comentar el devenir del día. No pudimos evitar acabar por los suelos de la risa al enterarnos que D. Rafael Borland, había olvidado echar el rifle, no percatándose del inusual olvido hasta que abrió el maletero una vez llego al puesto. Y es que además, no contento con eso se entretuvo en fallar algún que otro marrano con el escopetón que le prestaron sus vecinos de armada. Lo que no le pase a él…

Despues de un trago de fino y un cigarrito, Joaquín y Nico continuaron la marcha.

Antes de despedirse, Borland todavía me aseguro que volveríamos a tirar algún marrano que corriera para atrás, y así fue. Una ladra de esas que se sienten desde la Conchinchina acaba llegando a nuestros dominios. Un valiente de García Courtoy, incansable en su acoso, lleva en los mismos morros un marrano empujándolo hasta nuestro testero. Cuando cumple a nuestro puesto me es imposible tirarlo, el podenco esta encima y no se puede tirar en estas condiciones. A continuación cruza el regajo y faldea por la loma de nuestra izquierda apretando su carrera, es justo en ese instante cuando me permité poder tirarlo y fallarlo, como comprobé al finalizar la montería pues pensé haberlo tocado en un primer momento.

Vista del flanco izquierdo de la postura. Entre los pocos claros existentes tuve que tirar el marrano.

Aquello estaba atestado de marranos, vaya día estábamos pasando. Cuando nos encontrábamos comentando aun el lance anterior, de repente otro cochino se descuelga por el raspín de nuestra derecha. José Antonio, fino como él solo, lo revuelca en su sitio, yendo a morir al regajo. La satisfacción con que nos miramos al culminar el enésimo lance concluyó con las carcajadas propias de no creer el magnifico día que estábamos disfrutando. De nuevo un par de podencos de García Courtoy habían descolgado este marrano desde lo alto de la umbría llevándolo hasta nuestro testero, tremendo el trabajo de Pepillo Fragonetas y sus valientes.

Los dos artistas de García Courtoy mordiendo el marrano que nos metieron en el puesto.

Con el sonar de las caracolas desde las distintas sueltas, momento de acercarnos a marcar los cochinos y tomar unas fotos para el recuerdo después de agrupar los bichos facilitando así el trabajo de los arrieros a la hora de recoger las reses. Camino de la casa fuimos parando por sueltas y armadas, prácticamente habían tirado todos los puestos confirmándose así el rotundo éxito de la montería.

José Antonio posando con el resultado de nuestro puesto, el número 3 de Los Álamos.

Ya en el cortijo y recuperando fuerzas con los condumios que cada uno buenamente había echado el zurrón, ocasión de intercambiar anécdotas y lances del día. Varios se habían hinchado (entre ellos nosotros, todo hay que decirlo), llegando a cobrar algunos hasta cinco reses, siendo el resultado final de veintinueve marranos y nueve venaos.

Javier Fragero junto a su precioso venao de Choza Redonda.

En cuanto a los marranos destacó sobre los demás el cobrado por Antonio Sola, un precioso navajero de los que nunca faltan en la junta de carnes de Choza Redonda. Javier Fragero, como de costumbre y para no perder su envidiada racha se hizo con un catorce puntas muy bonito, destacando también el venao de doce puntas abatido por los hermanos Diego y Rafa Canals.

Rafa Canals con el parejo venao que abatió junto a su hermano Diego en Choza Redonda.

Los comentarios del buen trabajo realizado por los perros no paso desapercibido por los allí presentes, siendo felicitados tanto dueños de rehala como perreros. El no alargue en la recogida de perros posibilitó poder intercambiar opiniones entre monteros y perreros, cosa que estoy seguro que valoran los que rompen jaras pues nadie mejor que los monteros pueden explicarles como han trabajado sus perros.

Rafa Martínez Colacalo (perrero de Pliego), D. Juan Fdez. de Mesa, Joaquín Borland (perrero de Borland) y Berenguer (perrero de Fdez. de Mesa) en Choza Redonda.

La tarde, como siempre, se alargo en Choza. El flamenco, el buen ambiente y los corrillos de monteros dándole a la sin hueso pusieron un magnifico colofón al tremendo monterión celebrado en Choza Redonda de la mano de dos grandes aficionados y mejores amigos: Grego y Faillo. Montear en finca abierta, entre cincuenta amigos y cobrar cuarenta reses es un autentico lujazo. ¡Enhorabuena!

Foto para el recuerdo del día memorable que pasamos en Choza Redonda.