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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 13 de enero de 2011

El Campillo (Hornachuelos y Posadas, Córdoba)

"Monteando en territorio comanche", se podría llamar perfectamente a esta reciente entrada, y es que el montear en la finca que fue propiedad de Ramón Mendoza, hoy día de sus hijos, es montear en zona merengue y eso no debe ser bueno para un culé reconocido como lo soy yo. No era la primera vez que monteaba en El Campillo, y es que ya son varios los años que he estado en esta finca situada a caballo entre los términos municipales de Posadas y Hornachuelos.
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La junta en los llanos de la entrada a El Campillo.

Animado por la peña montera "Lances y Agarres", concretamente por su capitán de montería, José Morales, me fui a echar el día con ellos en una de las manchas en la que más ilusión tenían depositada de su completo programa. Entraría con los perros en una mano que ya conozco perfectamente de otras ocasiones, soltando junto a la tela que protege la repoblación de alcornoque y trasteando toda la zona conocida como "Las Mesillas".

D. Antonio Salado fue el encargado de dirigir el sorteo.

Las migas y el sorteo, en los llanos de la entrada, como de costumbre. Mucha cara conocida entre los socios de esta peña tan arraigada en la zona de Palma del Río y Hornachuelos. Bastantes monteros sevillanos, entre ellos dos buenos amigos: Totín y Gonzalo, vaya dos artistas. En fin, un buen ambiente el que han conseguido asentar los socios de la peña "Lances y Agarres".

El momento del rezo en El Campillo.

D. Antonio Salado, como presidente, fue el encargado de dirigir el sorteo, haciendo especial hincapié en el cupo, y recordando lo mucho que se acuerda uno al final de la montería de los venados que va dejando pasar. Y es que si bien, en El Campillo hay bastantes buenos venados, no es finca de andarse dejándolos pasar, pues luego sabemos lo que pasa.

D. Francisco Soriano, dueño de rehala, sacando su puesto.

Las rehalas esperaban en la puerta y es que aun tratándose de una finca cercada, el ajetreo de furgonetas y perros es conocido ya por el cervuno, siendo fácil que se muevan a otra de las manchas de la finca. Ágilmente y con ayuda de guardas y administrador de El Campillo, Morales fue dando salida a las armadas en las que se repartían los cincuenta y cinco puestos con los que se cerró la mancha.

José Morales sacando las primeras armadas.

Tras enterarme de las sueltas y los guías, fui a buscar a Raúl Salado, en mi mano irían sus perros. Ilusionado le comenté que acompañaría a Rafael, su perrero, alegrándose de que tuviera oportunidad de ver trabajar a sus perros. Sin miramientos me pidió que al acabar le pasara el parte detallado del trabajo de los valientes de divisa verde y azul.

Seria y añeja la estampa del mastinaco de la rehala de Canito.

Con nosotros soltaría la rehala propiedad de D. J. Antonio Reyes, de Cazalla de la Sierra (Sevilla), con divisa amarilla y verde. Mucho paternero entre los perros que conformaban esta rehala y es que viendo su procedencia, la Sierra Norte de Sevilla, no es de estrañar. Gusta mucho este tipo de perro por esa zona situada entre las provincias de Sevilla y Huelva.

Suelta de la rehala D. J. Antonio Reyes.

La mano, no excesivamente larga, permite muchos parones y esos cigarros que tanto benefician al trabajo de los perros. Las Mesillas, son unos llanetes de jara que forman nava. Los cochinos se suelen encamar bastante en esta zona, razón por la cual hay que trastearlo despacito y pasando incluso varias veces por los mismos pasos para que los marranos salgan de sus encames.

Podencos de Salado entrando en la mancha.

El paso por los puestos, y lo quebrado del final de la mano, nos permitió a Rafael y a mi, disfrutar con lances espectaculares. Gran trabajo el de los podencos y atravesaos del hierro "SA" en el costillar, pues a pesar de la alta temperatura y lo poco avanzado del curso montero 2010/2011 consiguieron mover muchas reses y meterlas en los puestos, labor principal de una rehala, no lo olvidemos.

Rafael, perrero de la rehala de D. Antonio Salado, en El Campillo.

El calor reinante se fue notando con el paso de la jornada, la abundancia de cervuno provocó gran cantidad de ladras que no cesaron en toda la mañana. Los disparos fueron continuos desde mucho antes de soltar hasta que llegadas las tres y media de la tarde comenzaran a sentirse las caracolas. Sin duda se presagiaba un gran resultado, como así fue.

Preciosa la estampa del corbato de Salado.

Poco tardaron los arrieros en recoger las reses abatidas, y es que El Campillo no es una finca complicada para tal labor. El plantel final fue todo un éxito, contabilizándose un total de casi cincuenta venados, treinta marranos, nueve muflones y cuatro gamos. Las caras de satisfacción en torno al tapete de reses lo decían todo.

Totín y Gonzalo contentos, posando con uno de los dos marranos que cobraron.

El gran trabajo de guardería durante todo el año se vio recompensado con un buen resultado. La foto de los miembros de la peña con el grueso de las reses cobradas, puso el broche de oro a un gran día de montería en la merengona finca de El Campillo.

Foto para el recuerdo con el resultado de El Campillo.

martes, 4 de enero de 2011

Bocero Bajo (Posadas, Córdoba)

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La familia Vilela organiza todos los años Bocero Bajo con toda la ilusión del mundo. Es el día grande para Juan y Curro, y lo preparan para sus amigos. La afición que les inunda es difícil de calibrar pero he de admitir que un servidor sabe el grado del que estamos hablando, ya que sin duda es muy similar al mío. Resumiendo, que llevan en la sangre desde muy pequeños esta bendita manera de vivir y sentir la sierra, y eso se nota en las formas y maneras.

Los hermanos Vilela, en compañía de su madre, dando las instrucciones pertinentes.

Cada año, con las limitaciones de tiempo, espacio y responsabilidades que poseen, hacen lo posible por mejorar lo de la temporada anterior. Si bien hay parámetros que son difíciles de controlar, hay otros en los que se esmeran y es que desde el primer año que asistí han ido progresando. Luego que se cobren más o menos marranos ya es otro cantar.

Como cada año, el ambiente en Bocero fue extraordinario.

Temprano y de los primeros llegue al Hotel María de Posadas. Tan madrugador fui que me dio tiempo a tomar un café y leer el diario hasta que empezó a llegar el personal. Que buena junta, que cantidad de buenos aficionados y amigos convocan los Vilela para echar lo suyo. Las rehalas, avisadas desde tiempo atrás, de sobrada calidad, y es que allí estaban la de García Liñán (divisa y collarín de la cencerra bandera nacional), la de D. Luis Giménez (divisa collar rojo y goma verde), la de D. Rafael Cruz y D. Rafael Alcaide (divisa bandera nacional sobre fondo verde y “corbata” bandera nacional) y la de D. Rafael Borland (divisa negra sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo), casi , que diría un castizo.

Detalle de la furgoneta de la rehala Nava Obejo propiedad de D. Luis Giménez.

Una vez repartidos los pasos, y tras explicar personalizadamente el puesto a cada uno de nosotros, dábamos buena cuenta de las migas. Llegado el momento de rezar y dar la salida a las armadas, un instante simpático gracias a las palabras cariñosas por parte de los anfitriones. Curro, me entregó mi sobre, el número 8 de los Brezos, y me explicó en líneas generales mi ubicación en la mancha.

Juan nos dedicó unas cariñosas palabras antes del rezo.

Con apenas tiempo para saludar a los perreros y echar un vistazo a los valientes en los furgones, sentí la voz de Curro: Los Brezos salen. Rápido nos colocamos en fila y tomamos dirección a Bocero por la carretera que une Posadas con Hornachuelos dirección a las minas de La Plata. Tras una parada en el cortijo para organizar coches partimos dirección a nuestra armada.

Mi puesto en la montería de Bocero Bajo.

Dejamos juntos los vehículos y partimos a pie. Ocho puestos tiene la armada de Los Brezos, yo iba al último. Según se iban quedando los compañeros de armada, la cosa me iba gustando más. La orografía se iba quebrando a la par que se hacía más espeso de monte de cabeza. Detallista y con delicadeza, Curro, nuestro postor, fue explicándonos a cada uno el puesto: Las vereas, la situación de los vecinos, las posibles corridas de los marranos y la manera en echar la mancha por parte de los perros, es decir, lo que debe hacer un postor.

Curro desempeñando su labor de postor de la armada de Los Brezos.

Nos costó un agradable paseo llegar a mi tablilla, pero mereció la pena. Un testero sucio y complicado, con poca oportunidad para meter un cochino en el visor, pero a mí sinceramente me encantó. Así se lo hice saber a Curro antes de que volviera sobre sus pasos y es que ilusionado montearía haciendo de guía junto a Joaquín y sus borlanes. La verdad que el puesto era muy bonito, podría ver los perros trabajar y además no era disparatado que algún marranete se escurriera por aquel pandero.

Número 8 de la armada de Los Brezos.

Tardaron en sentirse los primeros tiros, y es que hasta que los perros no entraron en las partes más apretadas no empezaron a moverse los bichos. Un laderón de aulagas a mi derecha me hacia estar en auténtica tensión pues no tenía ojos suficientes para controlar ambos tiraderos. Los primeros punteros tardaron poco en dar cara por el 8 de Los Brezos, eran un par de podencos de García Liñán y aunque mi amigo Julio me comento que aun no estaba finos, ciertamente iban muy largos de Ballesteros y se movían con ligereza por lo sucio de mi alrededor.

Los berrendo de García Liñán fueron los primeros en dar cara por mi postura.

Empezando a sentir más próximas las voces de los perreros y con los valientes de D. Luis Giménez y de García Liñán trasteando a mi espalda, un arrollón por el cerrete de aulagas de mi derecha me pone en alerta. Al momento, un berrendo de García Liñán sobre los pasos donde sentí el tropel. El corazón me estuvo apunto de estallar cuando siento la carrera del marrano por las piedras del arroyo. Me iba a subir por el testero y bien sabía que solo existían dos claros donde poder soltarle un tiro.

Sedeño de la rehala de Nava Obejo propiedad de D. Luis Giménez.

Siguiendo el tarameo, la cruz del visor la centro en el pequeño limpio que parece va a tomar el cochino, y en décimas de segundo lo veo dentro de la cruz apretando veloz gatillo. Ya no lo veo más e iluso de mi pienso que lo he hecho un taco. Hasta que no fui al sitio al acabar la montería no me di cuenta que lo había fallado. Magníficamente fallado, eso si.

Preciosas las vista de la mancha desde mi puesto.

Tampoco era gran cosa de tamaño pero tampoco era un primalon. He de admitir lo poco que me gusto que no sintiera nada en la caja del arroyo después del tiro, eso me hizo ir pensando a medida que pasaba el tiempo que podía haberlo errado, pero claro, el lance lo había jugado bien y hasta que no me pateé la carrera del bicho y vi que no había ni rastro de sangre no fui capaz de admitir tan garrafal fallo. En fin, era el primer marrano de la temporada, uno aun no esta fino.

Bonita collera de la rehala Cruz-Alcaide.

Poco a poco se fueron acercando el grueso de las rehalas, por mi postura, y a duras penas entre tanta aulaga, una collera muy peculiar y querida entre el gremio de los perros: Un pequeño gran hombre, Adolfo, y su compañera Anita capitaneando la plantilla de valientes que conforman la rehala de Nava Obejo propiedad de D. Luis Giménez. Tremenda la afición y el corazón con que lo vive la autora del blog "Oliendo a Lentisco y Jara", sin duda aire fresco para este mundo.

Perico, berrendo de la rehala de D. Rafael Borland.

Todavía se seguían sintiendo tiros sueltos a la vuelta de las rehalas, y es que papa Borland, con su buena rachita, cobró una marrana casi en el minuto noventa. Aguanté bastante hasta recoger y es que estaba disfrutando tanto, aun no habiendo sentido nada más después del marrano que tiré, que se me había pasado volando la mañana. Desde luego vaya puesto bonito tuvieron el detalle de darme los hermanos Vilela, además de poder disfrutar con el trabajo de las rehalas, que trabajaron todas ellas de manera muy destacada, pude agradecérselo dejando madre en la finca para el año siguiente, y es que el cochino se fue tal y como entro: Vivo, vivo.

Gente del perro: Adolfo, Raul, Anita, Pepe, Nico, Rorry y Joaquín en el cortijo de Bocero.

Evitando hacer leña del árbol caído no ahondare en mi error, pero por supuesto en el tiro no había de , cosa que como todo yerro provoco sus correspondientes cachondeitos por parte de tanto gracioso como había junto en Bocero. Menos mal que las riquísimas habichuelas servidas por Julio Montes ayudaron a aliviar mi desacierto.

La presencia femenina nunca falta en Bocero.

Finalmente y como siempre que se hacen las cosas con ganas y afición, Bocero cumplió y ya lleva unos pocos de años que sigue la buena racha. Los diez-quince marranos siempre dan la cara y eso no es nada fácil en una mancha de esas características. Lástima que por razones de trabajo tuviera que salir escopeteado después de la comida, y es que si divertida es la montería, la post montería es más agradable aun.

El descanso merecido de los valientes de García Liñán.

Gracias a Dios, en este peculiar y desvirtuado mundo de la montería actual, siguen existiendo buenos aficionados, como los Vilela, junto a los cuales uno recuerda el porqué de esta bendita afición.

¡Anda que no iba a carrilear ligero Borland con este cochecillo!

Campo Alto (Villaviciosa de Córdoba, Córdoba)

Todos tenemos una serie de fincas, que al preguntarnos por nuestras favoritas o preferidas nos vienen rápido a la cabeza. Campo Alto es una de ellas, y es que son innumerables los encantos que tiene. No son muchos los que la conocen y eso que queda muy cerquita de Córdoba, concretamente en las inmediaciones de El Vacar. Hecho, que por otro lado, tiene sus pros y sus contras pero, indudablemente una finca de estas características a menos de media hora de la capital cordobesa es todo un lujo.

Tarjeta del puesto.

Un buen amigo y colega de la carrera, Nino, gestor de la finca, nos espera en el carril de entrada al cortijo. Tras los cariñosos saludos nos hace entrega de nuestra postura: El número 5 de las Querencias. Después del puestazo que disfrutamos el año pasado cobrando un par de marranas, la ilusión con la que mi padre y yo volvíamos era tremenda. En esta ocasión se daba la otra mancha y el día, al igual que la temporada anterior, iba a ser inmejorable.

Vista general de los aledaños del cortijo antes de salir las armadas.

Bastantes caras conocidas entre los monteros y buenas rehalas las convocadas para montear las mancha de Las Querencias y el Caballón de Valfrío. Tras poner el cuerpo a punto con unas migas en torno al chimeneón del salón se dio paso al rezo que continuo con la salida de las armadas. El hecho de encontrarse aparcados los coches por armadas facilitó la compleja tarea de movilizar tanto vehículo.

Antes de partir: Las instrucciones y el rezo.

Montando la armada ya se sentían los disparos de los cierres y los nervios de los compañeros de armada delataban las ganas de llegar a los puestos. Nuestro puesto, en una pequeña vaguada por bajo del carril, bastante limpia y poblada de chaparros. A ambos flancos unos morretes de monte que encendieron las esperanzas de que los cochinos cruzaran de uno a otro.

Los pelibastos de D. Ricardo Torres y D. Fernando López no faltaron.

Poco tiempo pasó desde que descargamos los trastos del coche y sentimos las primeras carreras de reses. En seguida, un grupo de ciervas se nos metió encima. Buena señal, la verea de la vaguada la tomaban bien. A lo lejos, sentimos la suelta, al instante los punteros de la rehala de Sánchez Ramade (collar y collarín de la cencerra verde claro) daban cara por el morrete derecho. Magnífica rehala la capitaneada por Gitanillo.

En el número 5 de las Querencias.

Aproximándose Rubén, con sus podencos aligerados en paternero con collar verde, una ladra en la volcá. Un marrano se vuelve y no da cara a nuestro puesto. Al paso charlamos con el de Lora del Río que, con ánimo, encara lo sucio de nuestro puesto en busca de echarnos algún cochino, pero no hubo suerte, no se vio mucho marrano por nuestra armada.

Los punteros de Sanchéz Ramade fueron los primeros en dar cara a nuestro puesto.

Las reses se seguían moviendo, pero ningún venao de categoría, como los que luego veríamos en el cemento, dio cara por nuestro puesto. A pesar de ello, el buen trabajo de los perros y la corrida de tanta res nos tuvieron en tensión toda la mañana. Este año a pesar de que se vieron y se tiraron muchos cochinos, por nuestra postura no dieron la cara los joios.

D. Rafael Borland cobró este buen navajero, a su izquierda su hijo Joaquín que difrutó monteando con sus borlanes.

De vuelta en el cortijo, las caras de satisfacción delataban el buen resultado que luego se certificaría con un tapete de reses de autentica categoría. Los afortunados contaban emocionados los lances provocando que aumentará el run run entre el personal, y es que las dos primeras filas de venados fueron un autentico espectáculo, siendo la media general de una calidad tremenda. Seguramente una veintena serian medalla, y cuatro habrán llegado a oro.

Primeras reses en llegar al cortijo.

Los marranos no faltaron y también fue un buen número el que llego al cortijo, destacando tres bonitos macarenos. Los comentarios denotaban la clase de montería que se había dado en Campo Alto, y de nuevo salio a relucir el magnifico y duro trabajo realizado por gestor y propiedad para conseguir resultados de la magnitud de los obtenidos en estos dos últimos años.

Hubo una media muy destacada en el tapete final.

Desde aquí dar la mas sincera enhorabuena a José Manuel, Nino para los amigos, por el buen trabajo realizado como gestor, y es que el fruto habla por si solo.

Nino Barrios sonriente posando con unos de los pavos cobrados en Campo Alto.