Los hermanos Vilela, en compañía de su madre, dando las instrucciones pertinentes.
Cada año, con las limitaciones de tiempo, espacio y responsabilidades que poseen, hacen lo posible por mejorar lo de la temporada anterior. Si bien hay parámetros que son difíciles de controlar, hay otros en los que se esmeran y es que desde el primer año que asistí han ido progresando. Luego que se cobren más o menos marranos ya es otro cantar.
Como cada año, el ambiente en Bocero fue extraordinario.
Temprano y de los primeros llegue al Hotel María de Posadas. Tan madrugador fui que me dio tiempo a tomar un café y leer el diario hasta que empezó a llegar el personal. Que buena junta, que cantidad de buenos aficionados y amigos convocan los Vilela para echar lo suyo. Las rehalas, avisadas desde tiempo atrás, de sobrada calidad, y es que allí estaban la de García Liñán (divisa y collarín de la cencerra bandera nacional), la de D. Luis Giménez (divisa collar rojo y goma verde), la de D. Rafael Cruz y D. Rafael Alcaide (divisa bandera nacional sobre fondo verde y “corbata” bandera nacional) y la de D. Rafael Borland (divisa negra sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo), casi ná, que diría un castizo.
Detalle de la furgoneta de la rehala Nava Obejo propiedad de D. Luis Giménez.
Una vez repartidos los pasos, y tras explicar personalizadamente el puesto a cada uno de nosotros, dábamos buena cuenta de las migas. Llegado el momento de rezar y dar la salida a las armadas, un instante simpático gracias a las palabras cariñosas por parte de los anfitriones. Curro, me entregó mi sobre, el número 8 de los Brezos, y me explicó en líneas generales mi ubicación en la mancha.
Juan nos dedicó unas cariñosas palabras antes del rezo.
Con apenas tiempo para saludar a los perreros y echar un vistazo a los valientes en los furgones, sentí la voz de Curro: Los Brezos salen. Rápido nos colocamos en fila y tomamos dirección a Bocero por la carretera que une Posadas con Hornachuelos dirección a las minas de La Plata. Tras una parada en el cortijo para organizar coches partimos dirección a nuestra armada.
Mi puesto en la montería de Bocero Bajo.
Dejamos juntos los vehículos y partimos a pie. Ocho puestos tiene la armada de Los Brezos, yo iba al último. Según se iban quedando los compañeros de armada, la cosa me iba gustando más. La orografía se iba quebrando a la par que se hacía más espeso de monte de cabeza. Detallista y con delicadeza, Curro, nuestro postor, fue explicándonos a cada uno el puesto: Las vereas, la situación de los vecinos, las posibles corridas de los marranos y la manera en echar la mancha por parte de los perros, es decir, lo que debe hacer un postor.
Curro desempeñando su labor de postor de la armada de Los Brezos.
Número 8 de la armada de Los Brezos.
Tardaron en sentirse los primeros tiros, y es que hasta que los perros no entraron en las partes más apretadas no empezaron a moverse los bichos. Un laderón de aulagas a mi derecha me hacia estar en auténtica tensión pues no tenía ojos suficientes para controlar ambos tiraderos. Los primeros punteros tardaron poco en dar cara por el 8 de Los Brezos, eran un par de podencos de García Liñán y aunque mi amigo Julio me comento que aun no estaba finos, ciertamente iban muy largos de Ballesteros y se movían con ligereza por lo sucio de mi alrededor.
Los berrendo de García Liñán fueron los primeros en dar cara por mi postura.
Empezando a sentir más próximas las voces de los perreros y con los valientes de D. Luis Giménez y de García Liñán trasteando a mi espalda, un arrollón por el cerrete de aulagas de mi derecha me pone en alerta. Al momento, un berrendo de García Liñán sobre los pasos donde sentí el tropel. El corazón me estuvo apunto de estallar cuando siento la carrera del marrano por las piedras del arroyo. Me iba a subir por el testero y bien sabía que solo existían dos claros donde poder soltarle un tiro.
Sedeño de la rehala de Nava Obejo propiedad de D. Luis Giménez.
Siguiendo el tarameo, la cruz del visor la centro en el pequeño limpio que parece va a tomar el cochino, y en décimas de segundo lo veo dentro de la cruz apretando veloz gatillo. Ya no lo veo más e iluso de mi pienso que lo he hecho un taco. Hasta que no fui al sitio al acabar la montería no me di cuenta que lo había fallado. Magníficamente fallado, eso si.
Preciosas las vista de la mancha desde mi puesto.
Tampoco era gran cosa de tamaño pero tampoco era un primalon. He de admitir lo poco que me gusto que no sintiera nada en la caja del arroyo después del tiro, eso me hizo ir pensando a medida que pasaba el tiempo que podía haberlo errado, pero claro, el lance lo había jugado bien y hasta que no me pateé la carrera del bicho y vi que no había ni rastro de sangre no fui capaz de admitir tan garrafal fallo. En fin, era el primer marrano de la temporada, uno aun no esta fino.
Bonita collera de la rehala Cruz-Alcaide.
Poco a poco se fueron acercando el grueso de las rehalas, por mi postura, y a duras penas entre tanta aulaga, una collera muy peculiar y querida entre el gremio de los perros: Un pequeño gran hombre, Adolfo, y su compañera Anita capitaneando la plantilla de valientes que conforman la rehala de Nava Obejo propiedad de D. Luis Giménez. Tremenda la afición y el corazón con que lo vive la autora del blog "Oliendo a Lentisco y Jara", sin duda aire fresco para este mundo.
Perico, berrendo de la rehala de D. Rafael Borland.
Todavía se seguían sintiendo tiros sueltos a la vuelta de las rehalas, y es que papa Borland, con su buena rachita, cobró una marrana casi en el minuto noventa. Aguanté bastante hasta recoger y es que estaba disfrutando tanto, aun no habiendo sentido nada más después del marrano que tiré, que se me había pasado volando la mañana. Desde luego vaya puesto bonito tuvieron el detalle de darme los hermanos Vilela, además de poder disfrutar con el trabajo de las rehalas, que trabajaron todas ellas de manera muy destacada, pude agradecérselo dejando madre en la finca para el año siguiente, y es que el cochino se fue tal y como entro: Vivo, vivo.
Gente del perro: Adolfo, Raul, Anita, Pepe, Nico, Rorry y Joaquín en el cortijo de Bocero.
Evitando hacer leña del árbol caído no ahondare en mi error, pero por supuesto en el tiro no había ná de ná, cosa que como todo yerro provoco sus correspondientes cachondeitos por parte de tanto gracioso como había junto en Bocero. Menos mal que las riquísimas habichuelas servidas por Julio Montes ayudaron a aliviar mi desacierto.
La presencia femenina nunca falta en Bocero.
Finalmente y como siempre que se hacen las cosas con ganas y afición, Bocero cumplió y ya lleva unos pocos de años que sigue la buena racha. Los diez-quince marranos siempre dan la cara y eso no es nada fácil en una mancha de esas características. Lástima que por razones de trabajo tuviera que salir escopeteado después de la comida, y es que si divertida es la montería, la post montería es más agradable aun.
El descanso merecido de los valientes de García Liñán.
Gracias a Dios, en este peculiar y desvirtuado mundo de la montería actual, siguen existiendo buenos aficionados, como los Vilela, junto a los cuales uno recuerda el porqué de esta bendita afición.
¡Anda que no iba a carrilear ligero Borland con este cochecillo!
que gusto da saber que algunas veces, en una postura el que espera es un montero de categoria... gracias por no mencionar todos las palabras mal sonantes que de mi voca salieron al pasar por aquellas aulagas...
ResponderEliminarun abrazo¡¡¡¡¡
Así de magníficamente fallados llevo yo siete este año. Aparte de la rabia y las siete escenas mil veces repetidas, digo yo que algo queda. Ánimo.
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