Tarjeta del puesto.
Un buen amigo y colega de la carrera, Nino, gestor de la finca, nos espera en el carril de entrada al cortijo. Tras los cariñosos saludos nos hace entrega de nuestra postura: El número 5 de las Querencias. Después del puestazo que disfrutamos el año pasado cobrando un par de marranas, la ilusión con la que mi padre y yo volvíamos era tremenda. En esta ocasión se daba la otra mancha y el día, al igual que la temporada anterior, iba a ser inmejorable.
Vista general de los aledaños del cortijo antes de salir las armadas.
Bastantes caras conocidas entre los monteros y buenas rehalas las convocadas para montear las mancha de Las Querencias y el Caballón de Valfrío. Tras poner el cuerpo a punto con unas migas en torno al chimeneón del salón se dio paso al rezo que continuo con la salida de las armadas. El hecho de encontrarse aparcados los coches por armadas facilitó la compleja tarea de movilizar tanto vehículo.
Antes de partir: Las instrucciones y el rezo.
Montando la armada ya se sentían los disparos de los cierres y los nervios de los compañeros de armada delataban las ganas de llegar a los puestos. Nuestro puesto, en una pequeña vaguada por bajo del carril, bastante limpia y poblada de chaparros. A ambos flancos unos morretes de monte que encendieron las esperanzas de que los cochinos cruzaran de uno a otro.
Los pelibastos de D. Ricardo Torres y D. Fernando López no faltaron.
En el número 5 de las Querencias.
Aproximándose Rubén, con sus podencos aligerados en paternero con collar verde, una ladra en la volcá. Un marrano se vuelve y no da cara a nuestro puesto. Al paso charlamos con el de Lora del Río que, con ánimo, encara lo sucio de nuestro puesto en busca de echarnos algún cochino, pero no hubo suerte, no se vio mucho marrano por nuestra armada.
Los punteros de Sanchéz Ramade fueron los primeros en dar cara a nuestro puesto.
Las reses se seguían moviendo, pero ningún venao de categoría, como los que luego veríamos en el cemento, dio cara por nuestro puesto. A pesar de ello, el buen trabajo de los perros y la corrida de tanta res nos tuvieron en tensión toda la mañana. Este año a pesar de que se vieron y se tiraron muchos cochinos, por nuestra postura no dieron la cara los joios.
D. Rafael Borland cobró este buen navajero, a su izquierda su hijo Joaquín que difrutó monteando con sus borlanes.
Primeras reses en llegar al cortijo.
Hubo una media muy destacada en el tapete final.
Desde aquí dar la mas sincera enhorabuena a José Manuel, Nino para los amigos, por el buen trabajo realizado como gestor, y es que el fruto habla por si solo.
Nino Barrios sonriente posando con unos de los pavos cobrados en Campo Alto.
ole...las crónicas escritas con buen gusto....
ResponderEliminarQUE ALEGRIA VER CAMPO ALTO !!!!!! donde he pasado tantos momentos bonitos de mi niñez ...me podrian proporcionar el tfn de Nino , para acercarme adar una vuelta `por el Cortijo y recordar viejos tiempos , gracias,
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