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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

miércoles, 20 de abril de 2011

La Hoja Perdida (Guadalmez, Ciudad Real)

Con la misma ilusión que las anteriores temporadas, los hermanos González de Canales, se encargaron de organizar este divertido y ya clásico manchón por tierras manchegas. Después de que la pasada campaña la nieve hiciera suspender la montería cuando mejor estaba la mancha, viéndose a la postre perjudicada con el obligado retraso, este año habían preparado a conciencia el tema, marcando fecha cuando vieron que aquello estaba para darlo. Hecho este que, por otro lado, es como se ha estado haciendo toda la santa vida, y no con las dichosas modas de fijar fechas y programas a cinco meses vista como ocurre hoy día.

Nono pasando lista antes de comenzar el sorteo en La Hoja Perdida.

Con un par de mails, tres o cuatro llamadas de teléfono y coincidir en alguna tasca del centro de Córdoba o en otra montería de la charpa queda todo concretado. Así fue como el día de marras nos presentamos los veintitantos valientes en el lugar de la junta, cerca de la estación de Guadalmez, concretamente en el cortijo La Vega. Lo de valientes hay que recalcarlo pues el día estaba para cualquier otra cosa-léase brasero y peliculón de vaqueros-menos para montear.

Momentos previos a dar comienzo al sorteo.

A ninguno nos pilló de sorpresa como se presentó el día pero creo que absolutamente nadie se podía imaginar que finalmente acabará siendo así de infernal. La hora y media de coche hasta llegar allí fue un no parar de caer agua, pero nada de calabobos o chirimiri, sino agua de verdad. Y así fue como continuo, sin receso alguno, durante el resto de la jornada: agua y más agua.

Atentamente se siguieron las indicaciones y advertencias de los hermanos González de Canales.

Raro es que alguno de los que nos juntamos en La Hoja Perdida cada año ose a plantearse dar un paso atrás, os aseguro que las condiciones ya pueden ser lo más desfavorables que podáis imaginar, que la panda de aficionados que reúnen los hermanos Nono y Carlos no iban a rajarse, ellos dos los primeros. Resguardados bajo techo y después de un café caliente, un trozo de bizcocho y dos o tres copas de aguardiente, fue cuando llego el momento del rezo.

El rezo fue dirigido magníficamente por el más joven de la reunión.

Del sorteo salí bien parado, al menos a priori, y es que mi manita se portó. El número 2 de Las Peñas, sería mi puesto. Misma armada que el pasado año pero aun siendo el puesto anterior-el año pasado fui al 3-la mejora era ostensible. Conocía de sobra mi postura y es que es de los puestos con nombre en La Hoja Perdida, de ello se encargó el potrero de Manuel Villén hace unas temporadas cobrando varios marranos en compañía de un espectador de lujo, Currito Vilela.

Mi puesto en La Hoja Perdida: Número 2 de la armada Las Peñas.

El puesto, de cortafuegos, aprovecha la faja de servidumbre de un gaseoducto, situándose en la parte central de la mancha. Si había marranos y los perros apretaban, por allí tendrían que pasar cochinos si o si, y así me lo recalcó Carlos, indicándome incluso la verea que mejor tomaban. El llegar hasta el puesto vino precedido de un corto paseo y anteriormente una pequeña aventura a bordo de los todoterrenos, pues los carriles estaban infames.

Podenco muy en tipo de la rehala de Dña. Mª Carmen Prieto.

Como de costumbre las rehalas convocadas para la ocasión fueron de la categoría de quien sabe valorar el trabajo de los perros en un mancha, y es que Carlos y Nono de eso saben un poco. Se montearía con cuatro rehalas, propiedad de: Dña. Mª Carmen Prieto (divisa collar rojo y negro), la Duquesa de Cardona (divisa collar de material y collarín de la cencerra azul), D. Martín Sánchez Ramade (divisa collar y collarín de la cencerra verde claro) y otra del pueblo que personalmente no fue de mi agrado, luego lo aclararé.

Precioso el berrendo encastado de la rehala de la Duquesa de Cardona.

El panorama se presentaba, crudo no, crudísimo. La lluvia no daba receso alguno y la niebla, lejos de ir levantando poco a poco fue haciéndose cada vez más espesa. No quiero ni contaros los momentos de locura que viví en un puesto como aquel en el que se caza de oído, y es que entre el ruido del paraguas, la poca visibilidad provocada por la niebla y la intensa lluvia me suscitaban cada respingón mirando a diestro y siniestro que quien me viera podría dudar de mi estado mental.

Aniceto de la Puerta cubriendo su puesto de cierre en La Hoja Perdida.

La suelta no se hizo esperar, era tontería aguardar mucho y es que con tan poquitos puestos y con el día que hacia mientras antes empezáramos, antes nos olvidaríamos de las condiciones meteorológicas centrándonos en la montería. Los primeros perros en dar cara en las inmediaciones del gaseoducto fueron los podencos berrendos de la Duquesa de Cardona, eran sin duda los punteros, y vaya punteros. Prácticamente se puede decir que llegaron hasta el final de la mancha echando un primer ojo de cómo estaba aquello, pues Sebastián (perrero de Cardona) aun estaba dando los primeros pasos de su mano y prácticamente ni se le sentía.

Vista del flanco izquierdo del número 3 de la armada de Las Peñas.

A los lejos, y todavía cerca del lugar de la suelta se empiezan a sentir las primeras ladras, un marrano como un mulo es levantado, perseguido, acosado y finalmente agarrado por los perros de la rehala de D. Martín Sánchez Ramade junto al laderón de olivar que hay al entrar a la finca. Hay que ver donde se meten los cochinos grandes, desde luego donde menos se lo espera uno hay una bichaco como este. Tras un espectacular agarre en el que el cochino hirió varios perros, Gitanillo (perrero de Sánchez Ramade) consiguió entrarle con el cuchillo y matarlo. Otra rehala para quitarse el sombrero la capitaneada por Gitanillo y asentada en la finca La Alhondiguilla.

Detalle del camión de la rehala propiedad de D. Martín Sánchez Ramade.

Las reses poco a poco se iban moviendo, se sentía en las continuas ladras que simultáneamente discurrían por puntos diferentes de la mancha. Tiros no se escuchaban muchos y es que entre la niebla y el chaparrón, que no paraba de caer, costaba mucho advertir el movimiento de los marranos. Lo que desde luego estaba claro es que los habíamos pillado dentro de la mancha.

Divisa collar y collarín de la cencerra verde claro: Rehala de Sánchez Ramade.

Con el discurrir de los perros, las reses fueron aculándose en el último apretón de la mancha, en la linde con Vioque. Así, desde mi puesto, y precisamente cuando más agua caía, pude ver como un vareto cruzaba el cortafuegos y al rato una piarilla de graciosos rayones huían del transcurrir de los perros, todo esto sin apenas tiempo de echarme el rifle a la cara pues sin sentirlos y llegando sin ladra alguna era impensable que en un puesto de ese tipo pudiera jugar el lance de forma adecuada si se hubiera dado el caso de ser bichos de mayor porte.

Incansable el trabajo de los valientes de la rehala de la Duquesa de Cardona.

Con la llegada de Javi “Colombo” (perrero de la rehala de Dña. Mª Carmen Prieto) a mis inmediaciones, y más concretamente cuando sobrepaso mi postura fue cuando los marranos decidieron moverse. Valientes y muy puestos estos podencos berrendos de trufa oscura tan característicos de esa casta. Ellos fueron los que permitieron a que en el número 3 de mi armada, Jaime Chastang se tiznara pues una piara de marranos fue a tomar el portillo que cubre esta postura.

Javi "Colombo", perrero de Dña. Mª Carmen Prieto dando cara en mi postura.

En los puestos de cierre también hubo quien tiró y es que hasta que no achucharon los perros en el tope no fueron saliendo los marranos que allí aculados aguantaban intentando escaparse del trasteo de los perros. Pero el día no estaba para muchos éxitos y menos cuando se va a cochinos, y es que de sobra es sabido lo pendiente y atento que tiene que estar uno para ganarle la partida a un animal tan listo, y con esas condiciones poco podíamos hacer los valientes que nos encontrábamos monteando La Hoja Perdida.

A pesar de las condiciones meteorológicas tan adversas el trabajo de los perros fue excelente.

En un mínimo receso que dio la niebla, que no la lluvia, pude contemplar el trabajo de los perros de la rehala de pueblo, un trabajo digno y si nada que reprochar. Pero mi comentario hacia ella no es una crítica en sí, sino únicamente que no me gustaron, -¿Por qué?- Pues sencillo, y es que entre sus perros abundaban los que conocemos como chivatos o incluso mentirosos, es decir mucho perro de rastro, de los que gustan más por zonas del norte, en las que a mi modo de pensar puede que sirvan pero allí traían locos a los demás perros. Latían a rastros antiguos y no lo suficientemente recientes como para hacerlo, provocando que los podencos acudieran rápidos a la llamada, pero ciertamente no llevaban bicho alguno delante, aburriendo a nuestro alegre podenco. En esto de los perros pasa como en todo, y es que para gustos los colores, y a mi sinceramente en nuestra montería y en nuestras sierras, no me gusta la forma de cazar de este tipo de perro, pero lo dicho, sobre gustos hay para charlar un rato.

Hubo ratos durante la montería que entre la niebla y el agua apenas se veía.

Ya con los perros de vuelta y con esa sensación que le queda a uno de "aquí esta todo el pescado vendido" empecé a sentir como los vecinos iban recogiendo e incluso vi a alguna armada dirigirse hacia los coches. Esperando que llegaran mis compañeros de armada me encontraba, atento y sin haber hecho ni el más mínimo intento de recoger, cuando en un respingón de esos que describí anteriormente observo como por la parte alta del cortafuegos se me cruza un marrano. ¡Me cago en la leche! Ni tiempo me dio de quitarle el seguro al rifle, me cogió la vez y bien cogida. La cara de tonto ya os la podéis imaginar.

Por el flanco derecho del puesto fue por donde se coló el marrano.

Con el cabreo monumental reinando en mi mal trecho cuerpo comencé a recoger mientras se acercaba el resto de la armada para tomar juntos la trocha hacia los coches. Excusas tenía todas las del mundo mundial: Que si el ruido del paraguas, que si la niebla, que si la constante lluvia,...que sí, pero el marrano se me había colao por mis mismísimas narices y la espinita se me quedo bien clavada.

De recogida tras un buen pechugón de agua.

El cocido, de nuevo en el cortijo La Vega, era de los que resucitan a un muerto, estaba tremendo. Calentito y con su buena pringá ayudaron a recuperar los cuerpos de este grupo de amigos y de férreos aficionados que nos juntamos cada año en La Hoja Perdida para darle un susto a los marranos. Sin entretenernos mucho y con la idea de parar en El Vacar, concretamente en el Laura, a tomar un colacao hirviendo marchamos de vuelta a Córdoba.

Espectacular el berraco cobrado en La Hoja Perdida.

No quiero dejar de reseñar el tremendo berraco de los perros de Sánchez Ramade, vaya pedazo de cochino. Con razón salió mal parado más de uno de sus valientes y es que sus defensas era un espectáculo. El resultado final no llegaría a las diez reses, pero amigos ese marrano que pincho Gitanillo y otros detalles más de ganchetes como el descrito hoy organizado por y para grandes aficionados y amigos, responden por si solos a los que todavía me discuten que no entienden mi purismo y el porqué no cambio tanto día entre amigos sin ver un jopo por una montería de esas que llaman de postín. Yo lo tengo claro compañeros, ¿Y vosotros?

Además de buenos, tambien son preciosos los perros de la rehala de Sánchez Ramade.

2 comentarios:

  1. Estoy contigo Rorry.
    Creo que metereologicamente hablando ha sido mi peor dia de monteria. Si quitamos eso nos queda buena compañia, el cocido excepcionaly mucha ilusion, por parte de la Propiedad, sin lluvia hubiera sido una jornada espectacular eso seguro.
    ¿Que mas se puede pedir?.. Que el año que viene sigan contando con nosotros.
    Un saludo

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  2. Buenas Juan,

    Ciertamente el día fue un horror, pero ni eso pudo con nuestra afición. La ilusión con la que cada año vamos a La Hoja Perdida y las ganas con que se organiza es razón más que justificada para continuar animándonos año tras año.

    La temporada que viene seguro que volvemos a coincidir en tierras manchegas.

    Un abrazo

    Rorry Barbudo

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