Choza es una de las manchas a las que le tengo un cariño especial, el ambiente que en ella se palpa tiene un sabor diferente a lo que desgraciadamente cada día es más común en nuestra montería. No cabe duda que los que allí nos juntamos temporada tras temporada, saboreamos y disfrutamos de algo que cada día cuesta más encontrar en éste, nuestro mundo. Y es que Grego y Faillo, a pesar de su juventud, son de la vieja escuela, de los auténticos, y en ello tiene mucho que ver su sangre García Courtoy.
Buenos aficionados los que cada año nos encontramos en Choza Redonda.
Tardé poco en confirmarles. De ninguna de las maneras iba yo a faltar, y más cuando eran ellos los que daban el paso atreviéndose a organizar la montería de su casa, de Choza Redonda. Muy cerquita de Córdoba y en las caídas a una de las colas del pantano de San Rafael de Navallana, se encuentra esta preciosa mancha abierta. Accediendo desde La Tierna y tardando poco más de cinco minutos desde la puerta de mi casa se llega hasta la finca, eso sin exagerar.
Sin prisa y a buena hora estaba recogiendo a José Antonio Spínola que, entusiasmado en conocer esta mancha nueva para él, accedió a la proposición de venirse conmigo. La junta a las nueve en el Asador de Alcolea, en el mismo camino que lleva a Choza. Allí, poco a poco fue llegando el personal. Da gusto montear con tanta cara conocida y con tanto buen aficionado como los que juntan siempre los hermanos Grego y Faillo.
D. Rafael Borland sorteando en Choza Redonda.
Mucha gente joven pero con muchas tablas, todos ellos grandes aficionados de los que lo han mamado desde que nacieron. Las expectativas habían ido creciendo a medida que se fue acercando la fecha de marras y es que las referencias que me dio Faillo días antes, conociendo aquello como lo conoce el menor de los hermanos, eran para ilusionarse. El agua caída la noche anterior fue desproporcionada y el hecho de que los marranos hubieran podido moverse de la mancha se comentó en los diferentes corrillos entorno a la mesa del sorteo.
Después del rezo, en el que se recordó a D. Rafael Mohedano, dueño de rehala muy querido en la zona que nos dejo el pasado verano, se dio paso al sorteo de los casi cincuenta puestos con los que se cerró la mancha. Gran detalle el hecho de que se empezara a sortear por los dueños de rehala, y es que se agradece que haya aun quien siga valorando la labor imprescindible de las rehalas en nuestra montería y continúe con esta bonita tradición.
Las diez rehalas convocadas fueron de las que gusta ver en el campo trabajando y es que el buen hacer de los perros se valora mucho en esta casa. Así, la plantilla estaba constituida por las rehalas propiedad de D. Diego García Courtoy (divisa collar negro y collarín de la cencerra amarillo), D. Pedro Mohedano (collar de material), D. Rafael Borland (divisa collar negro sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo), Hros. de D. Juan García Liñán (divisa collar y collarín bandera nacional), D. Manuel Pérez (divisa collar negro y collarín de la cencerra bandera nacional), D. Juan de Dios Pliego (divisa collar verde y collarín de la cencerra amarillo), D. Iñigo Cabello (divisa blanca sobre fondo verde), D. Juan Agredano (divisa collar verde y collarín de la cencerra rojo), D. Santiago del Moral (divisa collar a franjas rojiguadas) y D. Juan Fdez. de Mesa (divisa collar azul y naranja).
La suerte nos mandó al número tres de la armada Los Álamos, en la parte baja de la mancha, prácticamente con las orillas del pantano a nuestras espaldas. Poco tarde en pedir referencias a unos y otros, no llegando a ninguna conclusión clara hasta el momento en que nuestro postor, Faillo, tras un breve andurreo nos dejó en la tira del puesto. Allí fue cuando mirándome a los ojos y nervioso me susurró: "Rorry, me alegro que hayas tenido suerte, es un puestazo". No quiero ni contaros lo que me entró por mi cuerpo serrano.
Nuestro puesto en Choza Redonda.
La verdad que el puesto era una maravilla, localizado en los bajos de la umbría, dominando toda la mancha y con un tiradero muy típico de los de la zona. Un testero cortito -de los que me gustan- poblado de chaparreras y acebuches salpicados de lentiscos, todo ello con una estupenda visibilidad y con un regajón por bajo. A ambos lados, pequeñas lomitas más limpias de monte por las que podía correr un marrano en cualquier momento. Además, para más inri, con la panorámica de toda la umbría a montear, cosa que nos permitiría observar la briega de los perros en el discurrir de sus manos.
Vista frontal del puesto número tres de la armada Los Álamos.
Fuimos de los últimos en llegar a nuestro puesto y cargando aun el rifle ya sentimos los primeros tiros. Estaba claro que eran a los venaos que con el movimiento de las traviesas se salían de la mancha. Al momento, los camiones de los perros serpenteaban por los carriles camino de las distintas sueltas. Los nervios estaban a flor de piel, aquello estaba a punto de empezar.
Como si de una operación militar se tratara, las sueltas se efectuaron puntuales y coordinadas. Los primeros perros se vieron blanquear entre lo espeso del monte provocando las primeras carreras y consiguientes ladras. La lluvia, a modo de calabobos no paró desde que salimos de la junta, pero José Antonio y yo, bien pertrechados bajo nuestro paraguas no nos distrajimos por el agua.
Berrendo fino de Mohedano trastenado las inmediaciones de nuestra postura.
Poco tardamos en sentir las primeras ladras a nuestra espalda, se trataban de los podencos finos de D. Pedro Mohedano que, animados por él mismo, habían dado con una piara de marranos. De repente por nuestra retaguardia y casi por la misma verea que trajimos para llegar al puesto, un marrano se nos mete encima. Viene empujado por un berrendo fino de Mohedano, lo dejamos cumplir y tras una leve discusión por cedernos el lance uno al otro, José consigue que acabe tirándolo y cobrándolo yo en el mismo arroyo. El abrazo y el coscorrón que le di por no haberlo tirado él fue curioso.
Poco tardamos en sentir una nueva ladra a nuestra derecha, un marrano que con el jai jai de los perros se dirige hacia la mancha. Era el turno de José que justo en el momento de tirarlo se da cuenta que por los mismos pasos que mi marrano anterior se descuelga otro con idénticas intenciones de huir. Ágil, se va con este segundo marrano y tras dejarlo repechar en el testero lo abate de un fino disparo. Un nuevo abrazo mientras llegan los podencos de Mohedano a morder al cochino.
José Antonio atento, consiguió abatir el segundo marrano de la mañana.
Sintiendo al bueno de Mohedano próximo a nuestra postura lo aviso a que se acerque. Emocionados le contamos el lance y le relatamos el buen hacer de sus valientes. Buenos y monteados los perros de este buen dueño de rehala y mejor amigo. Su mano no había hecho nada más que comenzar por lo que no accede a brindar con la botella de tinto recién abierta, aun le queda mucho tajo por delante.
El tiroteo era continuo, las ladras y los arrollones se desarrollaban constantes y enlazados por toda la orografía de la umbría. A lo lejos, el buen trabajo de Pepillo Fragonetas y Lucero, perreros de D. Diego García Courtoy y D. Iñigo Cabello respectivamente, animando a sus valientes es comentado por mi compañero mientras damos buena cuenta del taco.
Podenco de la rehala de D. Diego García Courtoy (collar negro y collarín de la cencerra amarillo).
A lo lejos suena el caracol de Lucero llamando, ha llegado al tope y toca organizar de nuevo a sus bravos perros para seguir monteando. Por el puntal del cerrete que dominamos da cara Joaquín Borland capitaneando a sus borlanes, a su vera y como lugarteniente Nico Priego. Que espectáculo ver el trabajo de los berrendos de Borland, nos encontramos a principios de Diciembre y están que da gusto disfrutar de su incansable trasteo por el monte.
No dudan en acercarse a nuestra postura a echar un cigarro con nosotros y comentar el devenir del día. No pudimos evitar acabar por los suelos de la risa al enterarnos que D. Rafael Borland, había olvidado echar el rifle, no percatándose del inusual olvido hasta que abrió el maletero una vez llego al puesto. Y es que además, no contento con eso se entretuvo en fallar algún que otro marrano con el escopetón que le prestaron sus vecinos de armada. Lo que no le pase a él…
Despues de un trago de fino y un cigarrito, Joaquín y Nico continuaron la marcha.
Antes de despedirse, Borland todavía me aseguro que volveríamos a tirar algún marrano que corriera para atrás, y así fue. Una ladra de esas que se sienten desde la Conchinchina acaba llegando a nuestros dominios. Un valiente de García Courtoy, incansable en su acoso, lleva en los mismos morros un marrano empujándolo hasta nuestro testero. Cuando cumple a nuestro puesto me es imposible tirarlo, el podenco esta encima y no se puede tirar en estas condiciones. A continuación cruza el regajo y faldea por la loma de nuestra izquierda apretando su carrera, es justo en ese instante cuando me permité poder tirarlo y fallarlo, como comprobé al finalizar la montería pues pensé haberlo tocado en un primer momento.
Aquello estaba atestado de marranos, vaya día estábamos pasando. Cuando nos encontrábamos comentando aun el lance anterior, de repente otro cochino se descuelga por el raspín de nuestra derecha. José Antonio, fino como él solo, lo revuelca en su sitio, yendo a morir al regajo. La satisfacción con que nos miramos al culminar el enésimo lance concluyó con las carcajadas propias de no creer el magnifico día que estábamos disfrutando. De nuevo un par de podencos de García Courtoy habían descolgado este marrano desde lo alto de la umbría llevándolo hasta nuestro testero, tremendo el trabajo de Pepillo Fragonetas y sus valientes.
Con el sonar de las caracolas desde las distintas sueltas, momento de acercarnos a marcar los cochinos y tomar unas fotos para el recuerdo después de agrupar los bichos facilitando así el trabajo de los arrieros a la hora de recoger las reses. Camino de la casa fuimos parando por sueltas y armadas, prácticamente habían tirado todos los puestos confirmándose así el rotundo éxito de la montería.
Ya en el cortijo y recuperando fuerzas con los condumios que cada uno buenamente había echado el zurrón, ocasión de intercambiar anécdotas y lances del día. Varios se habían hinchado (entre ellos nosotros, todo hay que decirlo), llegando a cobrar algunos hasta cinco reses, siendo el resultado final de veintinueve marranos y nueve venaos.
Javier Fragero junto a su precioso venao de Choza Redonda.
En cuanto a los marranos destacó sobre los demás el cobrado por Antonio Sola, un precioso navajero de los que nunca faltan en la junta de carnes de Choza Redonda. Javier Fragero, como de costumbre y para no perder su envidiada racha se hizo con un catorce puntas muy bonito, destacando también el venao de doce puntas abatido por los hermanos Diego y Rafa Canals.
Rafa Canals con el parejo venao que abatió junto a su hermano Diego en Choza Redonda.
Los comentarios del buen trabajo realizado por los perros no paso desapercibido por los allí presentes, siendo felicitados tanto dueños de rehala como perreros. El no alargue en la recogida de perros posibilitó poder intercambiar opiniones entre monteros y perreros, cosa que estoy seguro que valoran los que rompen jaras pues nadie mejor que los monteros pueden explicarles como han trabajado sus perros.
Rafa Martínez Colacalo (perrero de Pliego), D. Juan Fdez. de Mesa, Joaquín Borland (perrero de Borland) y Berenguer (perrero de Fdez. de Mesa) en Choza Redonda.
La tarde, como siempre, se alargo en Choza. El flamenco, el buen ambiente y los corrillos de monteros dándole a la sin hueso pusieron un magnifico colofón al tremendo monterión celebrado en Choza Redonda de la mano de dos grandes aficionados y mejores amigos: Grego y Faillo. Montear en finca abierta, entre cincuenta amigos y cobrar cuarenta reses es un autentico lujazo. ¡Enhorabuena!
Foto para el recuerdo del día memorable que pasamos en Choza Redonda.
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