Arrui o muflón del Atlas (Ammotragus lervia).
El arrui, aun trantándose de una especie invasora y de escaso buen rollo con nuestra cabra hispánica, posee un curioso interés para los aficionados españoles, y es que su carácter exótico y porque no decirlo, raro, provoca que a todos nos apetezca hacernos con un buen ejemplar de este duro y singular animal. El trofeo en si, no es que sea de los mas guapos que podemos cobrar, pero hay muchos otros alicientes que hacen del rececho del cabro algo apetecible para todo cazador. En mi caso fueron varios: El poder conocer la dureza y aridez de aquella sierra semidesértica, ver por primera vez en mi vida un arrui en libertad con la estilosa belleza de sus imponentes barbas, tratar con guardas y demás gente de aquella zona tan desconocida para mi, sumar una nueva especie española a mis preciados trofeos y sobretodo, volver a disfrutar de un viaje de caza junto a mi padre.
Extremadamente seco y árido el paisaje murciano.
Si os contará como un buen día me vi con fecha para ir tras el arrui, cuanto menos me tildareis de chorrero o potrero -lo de tener una flor en el culo no es para mi, eso tiene nombre, ¿verdad Manuel?-, pero es que tuve suerte. El bueno de Luis, para mi siempre El Bisa, en una comida de nuestro foro, el de la revista Cazadores, al igual que otros muchos asistentes, tuvo el detalle de aportar a modo de regalo para los allí presentes un "pequeño" obsequio, ¡y vaya detalle que se marco el de Montilla! En principio fue un único rececho de arrui, pero durante el transcurrir de la rifa se animó aportando como última ofrenda otro rececho más, esta vez de un ejemplar selectivo o una hembra de arrui. Amigos, la mirada que me dedicó el padre de los Pardillo, Javier, cuando saco la papeleta con mi nombre nunca la olvidare. El abrazo que me dispenso el El Bisa denotaba alegría porque la suerte hubiera caído sobre mi, agradeciéndole esa sincera afección mostrada.
Curioso el paisaje con los parrales entrecalados con los cerros.
Con todo preparado estuvimos descansando en el hotel hasta que llegó la hora en la que Pedro nos recogería. No tardamos en llegar al cazadero, muy próximo al pueblo de Totana, quedando enclavado entre Aledo y el canal del trasvase Tajo-Segura. El paisaje, difícil de imaginar hasta que uno no lo tiene delante: árido, seco, duro, agreste, salvaje, escarpado y ningún sitio mejor para poder comprender el mucho daño que hace la erosión. En definitiva, totalmente distinto de cualquier sierra que conociera. La arboleda practicamente inexistente, el monte bajo bastante pobre y la presencia de muchas plantaciones de uva de mesa intercaladas entre tanta rambla, constituían un entorno, digamos, peculiar. ¡Cuánto representa para un agrónomo ir conociendo a pie de campo la tremenda y variada riqueza agrícola que existe en nuestro país y que ha ido estudiado a lo largo de toda una carrera! Ver aquellos tremendos y altos parrales encasillados entre altos cerros me resulto fantástico.
Mi padre gemeleando en unas de asomadas que realizamos.
Fuimos carrileando por la margen izquierda del canal, parando en distintos puntos que estratégicamente daban vista a los imponentes cerros y ramblas que constituyen el coto. Gemelos en mano y una buena dosis de paciencia para intentar localizar alguna hembra vieja sin choto, pues finalmente, debido a la fecha en la que nos encontrábamos, solo se permitía la caza selectiva de hembras, ese sería nuestro nada sencillo objetivo. Tras varios parones sin dar vista a ningún ejemplar, dimos con una partida en la que iban varias hembras, todas con descendencia. ¡La primera vez que los veo! Al bajarnos del coche para aproximarnos, un par de jovencísimos chotos se acercaron a pocos metros de nosotros, que bella estampa. En la lejanía, las esquivas y desconfiadas madres los llamaban al orden.
Los dos chotos descarados con los que topamos.
Proseguimos mientras iba cayendo la tarde, las paradas eran constantes, buscando lugares donde asomarnos y poder dar con ellos pero la suerte no nos acompañaba: Unos muy lejanos, otros nos daban vista antes que los descubriéramos o simplemente se encontraban fuera de las lindes del coto. Esto último precisamente nos ocurrió con un tremendo grupo con varios machos decentes que ramoneaban tranquilamente en los alrededores de un antiguo caserón junto a la misma carretera. No iba a ser tan sencillo como alguno me había contado.
Númeroso era el grupo de arruis que divisamos fuera de las lindes del coto.
Ya de vuelta y casi echándose la noche, nos asomamos a los alrededores de varios comederos con la idea de al menos ver si estaban tomados y así saber porque zona andaban. Poca cosa, algún rastro de marrano, que también los hay por la zona, y poca cosa más. Una ultima asomada a esas tremendas vertientes y la noche se apodero de la sierra. La toma de contacto con todo aquello, aun viendo ganado no había sido tan fructuosa como Pedro esperaba, al día siguiente nos recogería a las seis de la mañana para seguir tras el esquivo y duro cabro pimentonero.
Tardé en localizar los primeros ejemplares, pero con paciencia se descubrian mimetizados con el terreno.
Me dió mucha alegria que fuera un amigo quien con suerte, pudiera realizar el rececho en mi tierra adoptiva. Felicidades Rodrigo, y espero con ansia la segunda parte del relato.
ResponderEliminarEl Bisa.
Bien venido a tierras murcianas.
ResponderEliminarDinos como acabaste.
felicidades Rorry enhorabuena por esos dias que has disfrutado y aprovecho la ocasion para enviarle un saludo Al Bisa ya que veo que lee tu Blog. Nos vemos pronto .
ResponderEliminarANTONIO AGUILERA.
Como siempre digo, amigo ...que bueno es quedarse con ganas de más...y este caso...yo quiero saber mas de aventura por tierras murcianas...
ResponderEliminarun saludo D.Rodrigo :P