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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 5 de julio de 2018

Montear en Ruidera, otra nueva experiencia

Al este de Ciudad Real se localiza el municipio manchego de Ruidera, perteneciente a la comarca del Campo de Montiel. Si por algo es conocido, es por sus bellísimas lagunas. En cabecera de las citadas lagunas, se localiza el nacimiento del río Guadiana. Además tiene una importante riqueza cinegética, su monte bajo es una maravilla para la caza menor, en cuanto a la mayor, con el paso de los años va creciendo, cogiendo cada día más importancia en la zona. Cada temporada va en aumento el número de monterías que se celebran en ese triángulo que conforman Villahermosa, Ossa de Montiel y Alhambra, y en cuyo centro se localiza Ruidera.

Camino de Ruidera, ilusionados por poder cazar con nuestros perros allí.

Lo teníamos claro, no debíamos perder la coyuntura estos primeros días de caza, aunque fuese lejos de Córdoba y tuviéramos que seguir haciendo un esfuerzo porque los perros se fuesen rodando. Toda ocasión que se nos pusiera a tiro había que aprovecharla. Supondrían días que ganaban los perros en su puesta a punto. Los perros se hacen cazando y teníamos claro que no queríamos desaprovechar ninguna oportunidad para que los perros cazaran. Con esta idea en la cabeza, cuando salió la opción de montear el día del Pilar en Ruidera, no lo dudamos, ni Cristina ni, por supuesto, un servidor.

En el término municipal de Villahermosa se localiza la mancha El Zahurdón.

Alberto, responsable de Cotos y Cacerías, mostró mucho interés en conocer los perros. Le gustaba ver trabajar cada temporada en el monte nuevas rehalas, ver el material de cada una e ir filtrando, año tras año, dentro de la amplia lista de rehalas que hay hoy día. Tras consultar con él donde pasar la noche, Cristina y yo, decidimos irnos a dormir a Ruidera y amanecer ya allí el mismo día de la montería. Por lo que fue, terminar de trabajar, organizar los chismes y partir hacía el Hotel Matias, donde Alberto nos recomendó pasar la noche.

La noche anterior la pasamos en el Hotel Matias de Ruidera. (Fb Hotel Matias).

Con la oscuridad que llegamos me fui imposible mostrarle a Cristina la belleza de aquellos parajes. Por mi etapa laboral en Confederación Hidrográfica del Guadiana, tuve la suerte de recorrerme las lagunas de cabo a rabo, conociendo parajes realmente únicos y lamentando, en cada una de las múltiples visitas técnicas que realicé, que aquella descomunal maravilla de la naturaleza no se haya mimado urbanisticamente con más celo. Fue pues, al día siguiente, antes de dirigirnos a la Perca Rosa, restaurante a orillas de la Laguna del Rey donde se celebraría la junta, cuando Cristina pudo disfrutar de la belleza de las lagunas y del conjunto donde se encuentran enclavadas.

Cristina disfrutando de la espectacularidad de las lagunas. 

Llegamos de los primeros a la junta, por ello tuvimos tiempo de tomar café tranquilamente, charlar con Alberto y disfrutar del espectacular paisaje que nos ofrecía la Laguna del Rey al amanecer. Nos dio tiempo hasta de comprar lotería, que por cierto fue el único pellizco que rascamos Cristina y yo la pasada Navidad. No teníamos dudas de que Angelillo llegaría bien, le expliqué con detalle el camino y si llegó hace unos días a Robledo del Buey, llegar a Ruidera era peccata minuta.

Cristina y yo con la Laguna del Rey de fondo. 

Monteábamos la mancha El Zahurdón, a la izquierda de la carretera que une Ruidera con Alhambra, antes de llegar al cruce que va a Carrizosa. Mancha típica de aquella zona. Monte bajo con abundantes chaparreras y característicos juniperus, poco quebrada, más bien llanota. Realmente me inquietaba conocer el desenlace de la montería, aquel terreno llamaba más a coger la paralela y colgarse la canana para ir tras la menor, que a lo que íbamos, a montear. Mientras cogimos fuerzas con el desayuno, y de que manera, charlamos con gente de la zona, afirmándonos que el crecimiento de marranos y cervuno en la zona estaba siendo tremendo en los últimos años. Me costaba creerlo, he de admitirlo.

Hambre no pasé en el puesto tras el tremendo desayuno. 

Por un día, y sin que sirva de precedente, fui yo el que metió la mano en el montón. Quería testar mi mano y echarla a pelear con la de Cristina, de la que tanto presume. Un cierre, el de la Era Vieja, el puesto número diez. Sin plano donde poder ubicar donde nos había tocado, fuimos en busca de José, nuestro joven y dispuesto postor. Se trataba del cierre de la mancha con el Parque Natural, la huida natural de las reses, pues en el Parque no se caza y es la madre de toda aquella zona. Sobre el papel, a pesar de mi escepticismo, no pintaba mal.

Alberto, rodeado de los postores, antes de dar comienzo el sorteo. 

Antes de salir nos dio tiempo a acercarnos a saludar a los perreros, Angelillo ya estaba allí con el resto, además una grata sorpresa, entre la cuadrilla, Santiago de Valdueza. Cristina y yo nos acercamos a las furgonetas, la salida de las armadas se estaba ralentizando y no queríamos perder la costumbre de ver nuestros perros antes de marchar al puesto. Finalmente iría solo, Cristina y su inseparable portátil tenían asuntos laborales que resolver y se quedarían en la terraza de la Perca Rosa sacando España palante.

Poniendo a prueba mi manita en el sorteo de El Zahurdón.

Tras un buen rato de polvoriento carril empezaron a quedarse los primeros puestos de mi armada. La ortografía de la mancha difería poco de lo que me había figurado, si acaso más llana aun de lo que imaginaba, o más bien deseaba. Mucho viso por todos lados, pocas barreras naturales entre puestos vecinos que siempre inquieta cuando no conoces a los que forman parte de la partida de caza. Los áridos barbechos se salpicaban entre unos puestos y otros, mostrando una estampa muy característica de la zona.
El número 10 del Cierre Era Vieja. 

Y llegamos al diez del cierre de la Era Vieja. A pie del carril, por delante una leve vaguada, con el cortijo El Ballestero justo en frente, al otro lado del regajo. Por detrás de los recios muros del cortijo, el puesto número once de mi armada. Puesto amplio, muy abierto, pero que no llegaba a disgustarme dentro de lo que había ido viendo en mi armada. El coche lo deje junto a las paredes del cortijo, saludé a los vecinos marcándole mi ubicación y me preparé rápido. Las reses debían correr hacia el Parque y mi intención era no perder la vista a esa querenciosa huida.

Desde mi puesto, un leve regajo y al otro lado el cortijo de El Ballestero. 

Las furgonetas de los perros pronto empezaron a sentirse, a lo lejos los primeros disparos. No había transcurrido muchos tiempo desde que había llegado al puesto y ya estaban llegando los perros a su suelta, mejor así. Entre las furgonetas que pasaron no iba la nuestra, Alberto no habrá podido cambiar las sueltas y no tendría la oportunidad de ver nuestros perros. Por el contrario, los valduezas soltarían delante mía y podría contemplar esas pinturas en el monte. A los que nos gustan los perros de rehala, verlos en directo, siempre es un bello espectáculo.

Tras el regajo, a lo lejos, el Parque Natural, la huida natural de las reses. 

No habían soltado aun y las primeras carreras se sintieron al otro lado del cortijo, reses buscando el Parque. El del once tiró en varias ocasiones. Únicamente pude ver una pelota de ciervas que ágilmente se escapaban de la guerra. Al rato, algo más enmontadas, otra piara de hembras que ponían también tierra de por medio. Sin soltar y mis expectativas estaban más que superadas, y por supuesto, la mano de Cristina cumpliendo.

Otra vista de lo que dominaba desde el número 10 de la Era Vieja. 

Con la siempre espectacular y preciosa suelta, las inmediaciones de mi postura se llenó de perros, valduezas en su mayoría. Que hechuras más monteras y que satisfacción me provoca ver este tipo de perro cuando cazó en La Mancha. Soy defensor de las razas típicas, históricamente, en cada zona de caza y lo que me gusta es disfrutar de cada tipo en las zonas en las que han sido característicos toda la vida de Dios. Esto de encontrarme con rehalas de podencos campaneros en los Montes de Toledo o cruzaos pesaotes en Hornachuelos, por poner un ejemplo, que poca gracia me hace. Aunque sea algo secundario, siendo lo importante que cacen, por supuesto, y me hagan disfrutar en el puesto con su trabajo, pero sinceramente, a mi esta globalización en cuanto al tipo de las rehalas no me hace gracia.

Suelta de nuestros perros en El Zahurdón.

Las ladras empezaron a sucederse y un gracioso tiroteo me hizo confirmar lo que me habían afirmado los propios de la zona, la población de la mayor estaba aumentando en el Campo de Montiel de manera considerable. Los puestos anteriores al mio tuvieron un rato de no parar de tirar, al final me confirmaron que una piara de marranos había roto por el limpio y habían formado allí la de San Quintín. Además algún venao también corrió por los limpios barbechos, sacando más tiros de la cuenta a algún puesto.

Uno de los valduezas que dio cara en el 10 del Cierre Era Vieja. 

En el diez del cierre de la Era Vieja, el que suscribe se entretuvo en fallar un marrano que se le coló por la espalda. Solo fui capaz de soltarle un tiro sucio de culo un instante antes de taparse. El mínimo charasqueo que sentí antes de escuchar la carrera debió ponerme en alarma, no le dí la importancia que tenía y la consecuencia fue que me lo comí y me ganó la vez. Al finalizar la montería trasteé el tiro pero nada, ni rastro de sangre. No estaba empezando fino la temporada y no había excusa, me lo tragué garrafalmente.

Recreación de como se me coló el marrano. 

Le conté al postor, que se interesó por como me había ido, mi error antes de partir hacía la Perca Rosa donde Cristina me esperaba deseosa de que le relatara el fallido lance. Intercambiamos pareceres con otros monteros mientras pizcábamos algo antes de irnos en busca de nuestra suelta. No había visto la furgoneta en ninguna de las sueltas por las que había pasado de vuelta y no conseguía contactar con Angelillo. Al pasar, en la junta de carnes las primeras reses, un par de venaos destacaban del resto.

Realmente precioso uno de los dos venaos de categoría que se cobraron en El Zahurdón.

Comentamos con Alberto el discurrir del día, volví a relatar como se me coló el gorrino (como llaman allí en la zona aquella a los marranos) y le preguntamos por nuestra suelta. Cuando íbamos en busca de Angelillo nos llamó para confirmarnos que ya estaba completo y que había disfrutado mucho con los perros y los marranos en ese monte bajo de chaparreras y sabinas, había pinchado hasta tres cochinos. La lejanía de la perrera no le animó mucho a pararse y sin pasar por la junta de carnes se fue para casa, nos quedaba a ambos un largo paseo hasta vernos en nuestras casas.

El segundo venao que destacaba en la junta de carnes también era magnífico.

Sin más, Cristina y yo nos despedimos de Alberto, no queríamos que se hiciera más tarde, estábamos muy lejos. Finalmente sobre el cemento unas quince reses, además algunas ciervas que también se podían tirar. Dos venaos preciosos destacaban sobre el resto de reses. Que alegría da ver un par de buenos venaos como aquellos dos cobrados en El Zahurdón, en abierto.

Siempre recordaremos nuestra primera montería en las lagunas de Ruidera. 

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