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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

lunes, 1 de agosto de 2011

La Montera Alta (Villanueva del Rey, Córdoba)


Con una tremenda ilusión acepté la invitación de mi amigo Sergio Sánchez para acompañarlo a La Montera Alta, mancha localizada en la conocida como Sierra de los Santos y dentro de los terrenos de titularidad pública de Las Monteras, en el término municipal de Villanueva del Rey. Como el resto de manchas a montear en el citado coto público, la organización corría a cargo de la Peña de Monteros de Córdoba. Los tremendos éxitos cosechados el año anterior por parte de esta peña capitaneada por Manolo López Notarías crearon una gran expectación en torno a manchas sobradamente conocidas como Jabardillo, Las Erillas, Lentiscares o La Montera Alta.

La junta se celebró en el cortijo de Las Erillas.
Bien temprano recogí a mi compañero de fatigas en su casa, la junta se celebraba en el cortijo de Las Erillas y hasta llegar allí había un buen rato de carretera. El tiempo pintaba bien, las copiosas lluvias que empaparon la sierra las semanas anteriores daban un agradecido receso, proporcionándonos así un día sensacional para montear. El sol reinaba, las nubes brillaban por su ausencia y el terreno, húmedo y blando, presentaba unas condiciones inmejorables para el trabajo de los perros.
Muchos aficionados de Córdoba entre los asistentes.
Las sabrosas migas con huevos fritos y la copita de aguardiente supieron a gloria mientras expectantes aguardábamos las voces alertando del comienzo del sorteo. Mucha gente de Córdoba, todos con una tremenda ilusión puesta en las esperanzadoras expectativas que los comentarios en mentideros y corrillos monteros habían creado en torno a esta mancha. Las advertencias previas fueron seguidas en riguroso silencio por el personal que rodeaba la mesa del sorteo.
Los momentos previos a dar comienzo al sorteo en La Montera Alta.
Íbamos a cochinos, muflones y pepas. Los venaos se pagaban a res muerta, no siendo el objetivo de la montería pues aun no hay buenos trofeos en esta mancha localizada en el saliente de la finca. Había varias armadas de andar y tras pedir voluntarios, se sortearon primero. Nosotros a pesar de ofrecernos voluntarios no tuvimos suerte, lo curioso es que hubiera más voluntarios que puestos de andarini, con lo comodón que esta últimamente el personal montero.
D. Calixto Barba comentando el puesto que le ha tocado en suerte.
Estaba claro que la responsabilidad de meter la manita iría para Sergio, no quería sufrir sus iras provocadas por mi más que probada falta de suerte. Nos tocó en el número 5 de Los Barracones, era el último puesto de la armada y sobre plano no tenía mala pinta. Plano que por cierto, con un poquito más de empeño se podría haber mejorado un poco más. Las indagaciones no surtieron mucho efecto pues únicamente conseguimos averiguar que era una puesto cochinero y de nuevas, adjetivos ambos que aplicados a un puesto de montería no nos animaron en demasía, más bien todo lo contrario.
Plano de las armadas y puestos de la mancha La Montera Alta.
La salida de las armadas no se hizo esperar. En el coche, camino de nuestro puesto, los comentarios ya clásicos: lindes, cortijos y demás por menores del terreno que íbamos dominando en la travesía hacia la armada de Los Barracones. Tras dejar los coches de los dos últimos puestos en un camino que hacia frontera entre un espeso y sucio pinar, y unos llanetes limpios y quebrados, seguimos los pasos del postor adentrándonos en lo más hondo del pinar. El terreno se iba cerrando y las esperanzas de una postura amplia y de largas vistas se iban esfumando.
Sergio charlando con uno de los postores antes de llegar a nuestro puesto.
Al llegar a la tira que marcaba el puesto se confirmaron nuestras sospechas, en lo que parecía el inicio o nacimiento de un regato de poca entidad se localizaba el número 5 de Los Barracones. Complicado, cerrado, sucio y de difícil ajuste, esa es la descripción más clara de un puesto que personalmente no me gusto. El canuto dominado apenas tenía claras las vereas que vigilar pero en esto de los marranos nunca se sabe y en puestos como aquel puede uno tiznarse, aunque sinceramente las miraditas entre Sergio y el que suscribe no eran precisamente estimulantes. Por alguna razon estaría puesto alli, pensé con más resignación que esperanza.
Sucio y oscuro el número 5 de Los Barracones.
Los tiros se sentían tronar en la mancha, por lo que no era cuestión de entretenerse registrando las posibles corridas de los bichos o buscando el lugar más apropiado para aguardar acontecimientos. La humedad se palpaba en el terreno y el suelo, repleto de pinocha remojada, poco cantaría las corridas de las reses. Estaba claro que nos esperaba una mañana de exprimir nuestros sentidos y distraerse lo mínimo: la tensión siempre reina en puestos de estas características.
Las espaldas del puesto eran cerradas y de corto tiradero.
Los camiones de las rehalas se sentían por pistas y carriles provocando algún que otro lance ocasionado por el alboroto de unos perros deseosos de saltar al monte. Nos montearían tres rehalas que serian las que llevarían la mano encargada de trastear el pinar en el cual nos situábamos. Estas tres rehalas serían la de D. Bartolomé Bernald (divisa collar naranja y goma verde), la de D. Joaquín Vadillo (divisa collar a franjas grises y rojas y collarín de la cencerra verde) y la de Los Tribaldo de Puertollano (divisa collar azul y amarillo).
Detalle del camión de la rehala propiedad de D. Joaquín Vadillo.
En cuanto a la mano en cuestión nos situaríamos prácticamente en el tope, por lo que hasta bien avanzada la jornada no llegarían a nuestra postura los perreros. Las sueltas se sintieron en la lejanía, la alegre algarabía provocada por los perros ocasionó que la tensión y el nerviosismo aumentaran considerablemente. Los disparos empezaron a retumbar sin ton ni son y las continuas ladras hacían barruntar una gran jornada montera.
Detalle en la puerta del camión de la rehala Los Tribaldo de Puertollano.
Algún muflón asomó por la parte alta del puesto, pero sin que mereciera la pena su trofeo. Los tropeles de cervuno se escuchaban cada vez más próximos, empujados por el trabajo de los perros. Las ladras cada vez se sentían más próximas, aumentando así el nerviosismo y la sensación de que nos faltaban ojos para intentar diferenciar una corrida entre tanto pino como reinaba en las inmediaciones del 5 de Los Barracones.
Podenco con collar azul y amarillo de la rehala de Los Tribaldo.
Sergio, culminando varias ladras preciosas y apasionantes de los perros de Los Tribaldo, cumplió con las ciervas, consumando así la gran labor de la rehala manchega de divisa collar azul y amarillo. Los de Puertollano iban en el centro de la mano, flanqueados por los vadillos y por los de Bernald. Algún venaete se dejo ver entre el tupido pinar, nada destacado. De los marranos hasta el momento pocas noticias, eso sí, Sergio y yo seguíamos a lo nuestro, alertas como si nos fuese la vida en ello.
Uno de los vadillos refrescándose en el regato de nuestro puesto.
Las rehalas llegaron al tope, situado este justo al volcar la quebrada situada en la margen derecha del regato que dominábamos, y comenzaron la vuelta. Poco tardaron en desaparecer, volviendo así el silencio y la tranquilidad a nuestro puesto. Algún comentario sobre las rehalas y su buen trabajo no evitaron que bajáramos la atención, hecho que se demostró cuando tras un lógico sobresalto descubro como un cochino se escurre zorreado dirección hacia dónde van los perros. Sin tiempo apenas de reaccionar, le intento intuir la carrera entre lo sucio de los bajos del cerrado pinar para soltarle un tiro en un trasluzón antes de acabar tapándose del todo: a criar, pensé.
Seria la estampa del cruzao de la rehala Los Tribaldo.
El cabreo fue menudo, creía haberlo hecho todo bien, pero el muy cuco no me dio mejor oportunidad de jugar el lance. Creo que los trasluzones no se llevan muy bien conmigo, y el enésimo marrano que se libra por esta razón así lo constata. Me asomé de un salto, lo tiré cerca, a ver si había sangre, pero nada, el cochino se fue como entro. Vuelta al estado de alerta. Apenas cruce palabra con Sergio, no estaba yo con ganas de intentar encontrar alguna excusa, sobretodo porque no la había.
Sergio no pierde detalle de la vuelta de los perros.
Prácticamente con la jornada finiquitada y después de un duro examen de conciencia busco consuelo en mi compañero. Me levanto del catrecillo y me acerco a cambiar impresiones, sabiendo que su media sonrisa olía a guasa. De repente se la cambia la cara: ¡Rorry, un cochino! Por la misma verea donde estuve quieto toda la mañana, corre un marrano alejándose de la dirección que llevaban los perros. Sin tiempo de reaccionar le animo a tirarlo. Sergio no falló.
Un valiente rezagado de la rehala de Bernald volviendo en busca de su mano.
Fue la puntilla del día. Después de fallar un cochino que lo difícil era verlo como lo vi, me basto moverme un par de metros de la verea que dominaba para que otro marrano decidiera tomarla. En fin, la suerte tiene esas cosas, pero en La Montera Alta se cebó conmigo, todo hay que decirlo. Menos mal que Sergio es prudente y no quiso sacarle mucha punta al asunto pero mi carita sería digna de ver.

Posando con el marrano cobrado en La Montera Alta.
Al momento el postor andaba chiflando en los bajos del canuto, venia cañada arriba a preguntarnos que habíamos cobrado. El postor, porque se trataba de un postor y no de un espabilao de los que te encuentras últimamente. Este señor sabía su trabajo, cosa nada fácil y es que hoy día es acabar de poner la armada y más de uno se cree que allí termina su labor. Lo llevamos a cada una de las reses, nos hicimos las fotos de rigor y sin prisa para el cortijo, que hay que disfrutar del campo.
Destacado fue el trabajo de las rehalas, en la imagen podenco de la rehala de D. Diego Gª Courtoy.
Allí había para todos los gustos, desde los que contentos relataban sus lances a diestro y siniestro hasta los que cabizbajos terminaban el potaje para partir pronto a casa, me imagino que ese abatimiento sería por guarrear el puesto porque la montería cumplió, y el buen trabajo de los perros se comentaba en los corrillos de los que afortunadamente aprecian y se fijan en su labor. Desde luego un resultado de sesenta y cinco marranos y nueve muflones, más las tropecientas ciervas no es moco de pavo.
Antonio Sánchez de Puerta cobró este bonito muflón en La Montera Alta.
Manolo López Notarías, como jefe de campo y cabeza visible de la Peña de Monteros de Córdoba está cosechando grandes resultados en estas manchas nada sencillas de montear, y resultados de los que llenan la boca, puesto que cobrar tanto cochino en manchas abiertas no es tarea fácil, por otro lado lidiar con guardería y demás jefes de la Administración tiene un gran mérito. Y al igual que lo malo se debe criticar: al César lo que es del César.
De los sesenta y cinco marranos cobrados destacaron estos dos.
Los magníficos muflones que aparecieron sobre el cemento de la junta de carnes engrandecieron el resultado, así como un par de navajeros que destacaron sobre el resto. Muchos de los que partieron con prisas dudaron luego del resultado. Hasta el rabo todo es toro, y créanme las setenta y tantas reses, entre marranos y muflones, dieron la cara en los aledaños del cortijo de Las Erillas, pero con tanta cierva es normal que se demore ligeramente la labor de los arrieros.
Gran resultado el obtenido por la Peña de Monteros de Córdoba en La Montera Alta.

1 comentario:

  1. Buen resultado sin lugar a dudas..Rorry que los guarros tambien se fallan, lo importante es tirarlos, despues de pensar que el puesto era malo, al final no lo fué tanto..enhorabuena por el cochino abatido y por el fallido..Muy buena crónica,saludos cordiales.

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