Ayer, al llegar casa encontré por casualidad el siguiente dibujo. Se trata de un podenco, de nuestro podenco, el andaluz, el español, el nuestro. Es este el can que tanto nos apasiona a los que disfrutamos con su quehacer entre jaras y lentiscos, los que vibramos con su latir, con su buscar incansable o con su singular belleza plástica.
Dedicad un minuto a observarlo: sus orejas envelás, su cola arqueada, sus fuertes apoyos, sus poderosos pechos o simplemente la energía y vitalidad que trasmite. Un espectáculo.
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