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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Las Pitas (Córdoba, Córdoba)


Con tiempo de sobra apunté la fecha en la lista, me hacía especial ilusión montear esta mancha. Era el último fin de semana de la temporada y las monterías se acumulaban, son fechas en la que como uno se descuide un poco se junta con un puñado de monterías, y eso para alguien como yo es motivo de sofocón. De esta manera y haciendo de tripas corazón tuve que rechazar, no sin antes agradecer el que se acordaran de mi, las llamadas de Rafa Alcaide para Posteruelos, José Morales para Los Villares o la de la familia Ramos para La Solana del Alcanfor. Con la de días que hay en la temporada, que rabia el que coincidan fechas.

Pita (Ágave americana), planta que da nombre a esta coqueta finca cordobesa.

Todo el mundo me había hablado muy bien de esta finca propiedad de la familia Aguilar de Dios, y no solo de la finca en sí, sino también de su cuidado por guardar las costumbres a la hora de montear. A la vieja usanza, de invitación y guardando las tradiciones, como ya prácticamente no se guardan en casi ninguna mancha del territorio español. Para que se hagan una idea, los perreros deben llevar trabuco y como muestra del respeto y valor que se le da al trabajo realizado en el monte, hasta que no han recogido sus perros y dan cara por el cortijo, no se sienta el personal al banquete.

Muy bien acicalado se mostraba el cortijo de Las Pitas.

Tras parar en El Jaguarcito, tomar café y aguardar a los más rezagados del los que allí nos citamos, continuamos por la antigua carretera de Badajoz unos dos kilómetros y medio. Una vez rebasado el estropicio ambiental de las urbanizaciones allí construidas, tomamos un carreterín a mano derecha que discurre próximo al Arroyo de Linares y que además de llevar a Las Pitas, también da acceso al Santuario de la Virgen de Linares. En definitiva, que como se descuide uno y se caiga de la cama, da con sus huesos en Las Pitas.

La junta de Las Pitas.

Ya en el cortijo, y tras saludar a tanta cara conocida como la que encontramos allí, mi padre y yo nos acercamos a la mesa del desayuno. Aquello no era un desayuno normal y corriente, ni el buffet del mejor hotel cambiaba yo por ese mostrador repleto de exquisitos dulces, deliciosos pasteles, y como no, unas migas de quitarse el sombrero. Cada cosa que me llevaba a la boca estaba más buena, que variedad más esplendida la allí ofrecida para arrancar el día.

D. Juan Corral junto a Luis Martínez esperando su correspondiente plato de migas.

El sorteo en absoluto se demoró, con agilidad y sin entretenerse lo más mínimo, los hermanos Aguilar de Dios fueron llamando a sus invitados para que se acercaran a la mesa del sorteo a sacar su postura. Mi padre fue el que se encargó de meter la manita en el montón de sobres. Estábamos en el minuto noventa de la temporada y no era cuestión de arriesgarse poniendo a prueba mi funesta mano por enésima vez en esta casi finiquitada campaña montera.

La mesa del sorteo en Las Pitas.

El número dos de la armada El Pino, puesto con su correspondiente nombre: La Cañada de los Acebuches. Que sabor tiene el que se sigan conservando los nombres de las posturas, preciosa tradición esta que, desgraciadamente como otras muchas, poco a poco se van dejando de ver en las monterías de hoy día. Busqué alguna referencia entre los pocos perreros que habían llegado ya a la junta pero lo poco que me supieron decir es que allí no era donde estaba el meollo, vamos que no habíamos tenido mucha suerte.

Nuestro puesto en Las Pitas, el número dos de la armada El Pino.

Íbamos a cierre y no tardamos en partir hacia nuestro puesto, la armada El Pino era de las primeras en salir. El día se presentaba sensacional y las lluvias, con tan mala leche de haber caído este año siempre en fines de semana, habían dado paso a un ambiente fresco que anunciaba el final de un invierno bastante pasado por agua. Calor no pasaríamos, y eso que íbamos a solana, pero a los que les tocó umbría estoy seguro que no les sobró ropa de abrigo.

D. Jesús Bernier sacando su puesto en Las Pitas.

Poco camino tuvimos que recorrer para llegar a nuestra postura. Fue volcar el cerro que había a las espaldas del cortijo y a la vera de un arroyuelo de poca entidad dejamos el coche. La tira de nuestro puesto se veía perfectamente, se localizaba en la rama de un acebuche, en la margen izquierda del arroyuelo antes citado. Nuestro tiradero un umbrión bastante cerrado por las copas de un tupido encinar hueco y el siempre esperanzador apretón del arroyo. A nuestra derecha una cañailla con pendiente y un corto testerito salpicado de acebuches y lentiscos, completaba el número dos de la armada de El Pino.

Vista frontal de nuestro puesto, el número dos de la armada El Pino.

Animado estaba por ver las rehalas trabajar, sabía que allí había buen material convocado y es que entre los dueños de rehala que saludé en la junta y otras rehalas que con antelación sabía que irían, no tenía la más mínima duda de que los perros no me defraudarían. Entre las rehalas convocadas para montear Las Pitas estaban las rehalas propiedad de D. Juan Corral, de D. Joaquín Vadillo, de D. Rafael Borland, de D. Pedro Mohedano, de D. Jesús Bernier, de D. Ricardo Torres, de D. Ramón Mohedano, de D. Antonio Peña, de D. Juan Poley, de D. Pedro Velasco El Patillas, de D. Miguel González, de D. Antonio Urbano y D. Fernando García. Siento dejarme alguna atrás.

Grupo de perreros de una de las sueltas instantes antes de abrir las puertas a sus valientes.

Las armadas no tardaron en montarse, hecho este que comprobamos al sentir enseguida los camiones de los perros dirigiéndose a sus sueltas. Nos soltarían a nuestra derecha, en la ida no darían cara los perros ni por la solana donde estábamos, ni en la umbría que teníamos como tiradero, seria a la vuelta hacia los camiones cuando veríamos trabajar los perros. Deseoso aguardaba por sentir la salva de algún trabuco en el monte y por distinguir ese humo blanco tan característico elevándose entre las copas del arbolado.

Poley preparando su trabuco antes de entrar al monte.

Como es lógico el cervuno fue lo primero en menearse, íbamos a marranos pero la mancha guardaba algún venao y bastantes pepas que ágilmente salieron de sus encames al sentir el trasteo de los perros. Venaos no vimos ninguno pero ciervas si nos cumplieron varias, gordas como pelotas y saliéndose del meollo, pasaron por nuestro puesto tomando dirección hacia la suelta.

El cervuno fue lo primero en menearse.

A nuestra espalda, los perros iban llegando a nuestra altura. Las voces de D. Pedro Mohedano animando a sus podencos finos se sentían inconfundibles en el discurrir de su mano. Una vez sentimos que nos había sobrepasado, todo esto sin dar cara a nuestro puesto, un seco latido nos pone en alerta. Rápido, el solitario latir, se ve respaldado por el resto de valientes con collar de material. La ladra, característica de marrano, es evidente y así nos lo ratifican las alegres voces de Mohedano, que dejando muestras de la gran escuela, nos cantó la corrida del cochino de forma magistral. No solo no enmudeció, sino que centro sus voces en alertar a los puestos de cuál era el viaje del cochino, evitando animar a unos perros que de sobran saben que su tarea consiste en meter el animal en las posturas.

Seria la estampa del podenco envelao de la rehala de D. Pedro Mohedano.

La ladra se aproximaba, los descriptivos términos que usaba Mohedano indicaban que el marrano venia directo para nuestro puesto. Entre la algarabía del latir de tanto perro tras los pasos del cochino llegamos a sentir el enervante ruido del tropel provocado por el bicho. Lo estábamos esperando, tenía que romper pronto a nuestro tiradero. El anhelo de verlo correr en nuestra jurisdicción motivó el que no cayéramos en la cuenta de que antes debía pasar por el número tres de nuestra armada. Puesto este que finamente jugó el lance, cortándole el viaje al marrano y finiquitando así el gran trabajo de los perros de D. Pedro Mohedano. Espero que el vecino del número tres tenga un hueco en su memoria para valorar y no olvidar un lance así. Cobrarlé un cochino a los perros tras un lance tan espectacular es algo indescriptible.

Gran entrega la de los valientes de Mohedano trabajando con codicia y afición.

Con el corazón aun a diez mil revoluciones, mi padre y yo comentamos lo poco que nos faltó para que nos entrara el cochino. No estaba siendo esta temporada muy afortunada en cuanto a resultados, gracias a Dios que con lances así la afición por la montería no puede sino verse incrementada. Las pepas continuaron paseándose por nuestro puesto, alguna tan confiada que me permitió hasta tomarle alguna instantánea. Solo justificado por la malasombra de un final de temporada bastante desafortunado me fui convenciendo de que allí ya estaba todo el pescado vendido.

En la umbría se siente el trabucazo.

Los tiros y las ladras se sentían en toda la mancha, había marranos y los perros estaban trabajando de forma sensacional. En la umbría empezaban a dar cara las rehalas tras ir rodeando el cerro que vigilábamos. Por la mano alta, los perros de collar y collarín de la cencerra morado propiedad de D. Antonio Peña se las veían y se las deseaban para andar entre tanta espesura. Las manos más bajas, mucho más cómodas, las llevaban las rehalas de D. Ramón Mohedano y la de D. Fernando García El Aperaor. Poca chicha salió en la vuelta de los perros por este umbrión.

Zapatillas, Antonio Centimillo y Tolín Escavias en Las Pitas.

Por nuestro puesto paso D. Pedro Mohedano, trabuco en mano. Allí se paró un rato a charlar y refrescar el buche, instante que aprovechamos para comentar la mala sombra que tuvimos y lo poco que nos faltó para poder tirar el cochino que habían levantado sus perros y que tan bien nos había ido cantando. Orgulloso nos mostró el trabuco que fuera de su padre, Rafaelito Mohedano (q.e.p.d.), mientras bromeaba sobre las tropecientas manchas que habrán sentido su fiero tronar.

D. Pedro Mohedano, un buen perrero y mejor amigo.

Al poco volcó y dio con su suelta, ahora sí que si, la montería estaba finalizada. Y casi que la temporada también. Recogimos despacio mientras sentíamos el sonar de las caracolas, el curso montero 2010/11 estaba llegando a su fin y este último sábado era un buen resumen de lo que había sido toda la campaña venatoria. Viendo como poco a poco iban llegando los corbatos de D. Ramón Mohedano al remolque, aguardamos en el carril la llegada del postor para indicarle que poca tarea tendrían los arrieros en el número dos de la armada El Pino.

Aguardando la llegada del postor al finalizar la montería.

Ya en el cortijo fuimos contándonos cada uno el devenir de su puesto, la gente en general se había divertido, cobrándose un buen número de marranos, en torno a los treinta pude contar antes de marcharme. La labor de los perros no paso desapercibida y se vio reconocida por muchos de los allí presentes. El añejo tronar de los trabucos alegro de nuevo una sierra, la cordobesa, en la que nunca debieron o debimos dejar que cesaran de retumbar.

Vistas de los aledaños del cortijo de Las Pitas durante la comida.

Hay que agradecer que sigan existiendo propietarios, como lo son los Aguilar de Dios, que no se resignan a dejar desaparecer una serie de tradiciones y costumbres tan monteras y tan bonitas como las que se preocupan por mantener en su casa, Las Pitas, donde además de pasar un magnifico día de montería, nos obsequiaron con un homenaje culinario digno de destacar.

Gente del mundo del perro de rehala: Ricardín Barbero, Joaquín Borland y Jesús Bernier jr. en Las Pitas.

2 comentarios:

  1. Rorry, te felicito que bien los has hecho. Nos has tenido durante este paron entretenido con la cronica de las monterias y tus andanzas. Ahora que empezamos el curso venatorio, que tengas mas suerte.

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  2. Hola Rorry, antes que nada felicitarte por el excelente material que publicas en este blog para todos los amantes de la caza. Y en segundo lugar pedirte si puedes darme algún mail de contacto contigo para proponerte algún intercambio de enlaces ya que yo tengo varios sitios y blogs dedicados al mundo de la caza y sería un gusto contactarme con un blog como el tuyo. Un gran saludo

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