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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El Cerrejón de la Alcarria (Hornachuelos, Córdoba)


Viendo lo flojete que se presentaba el fin de semana, en una de las veces que hablé con Joaquín Borland me animó a que lo acompañara el sábado a montear en El Cerrejón de la Alcarria. Después del gran día que eche en Puerto el Toro con Manolín y los valientes propiedad de D. Enrique Garnica, me apetecía bastante volver a entrar con los perros. Sin dudarlo accedí a montear de nuevo acompañando en esta ocasión a los bellos berrendos de D. Rafael Borland.

Hierro y divisa de la rehala de D. Rafael Borland Torrus.

El Cerrejón es otra de las manchas de resoplio, así es como me gusta llamar a mí a varias de la zona. Todo lo que sea encajar más allá de Veinte Puntas a más de uno le corta el cuerpo. Desde Villaviciosa hasta la mancha se echa un buen rato de carril, gracias a Dios que la pista no está muy mala, únicamente algún tramo un poco más deteriorado por el agua en puntos muy localizados. Aquella pista me la he recorrido unas pocas de veces, a mi nunca se me ha hecho larga, será eso de la sarna con gusto, digo yo.

Preciosas las vistas desde El Cerrejón de la Alcarria.

Temprano fuimos a Pendolillas, a las perreras, a cargar los borlanes. Con unas pocas de monterías ya en sus espaldas, los berrendos de Borland iban notando ya el peso de una dura temporada. Con tino y sabiendo donde monteábamos aquel 29 de Enero, Joaquín fue eligiendo los veintitantos valientes que serian de la partida. Los marranos habían castigado a más de uno, provocando que las rotaciones para dar descanso fueran necesarias, hecho este que no debía notarse en una rehala hecha y bien dosificada como lo es la de D. Rafael Borland.

Valientes de la rehala de D. Rafael Borland.

Como de costumbre, el lugar de partida: El Jaguarcito. Allí fue donde quedamos con Andrés El Mejicano, perrero de D. Antonio Velasco, para juntos partir hacia Villaviciosa por la N-432 hasta llegar a la altura del surtidor de El Vacar donde nos desviaríamos por la secundaria que lleva primero a la presa de Puente Nuevo y a Villaviciosa después. La junta de las rehalas era en La Verbena, junto al polígono industrial de Villaviciosa.

Detalle del frontal de la furgoneta de la rehala de D. Antonio Velasco.

Tras saludar a los compañeros, bromear con alguno de ellos y llenar la cantimplora en la mítica fuente de La Verbena, nos dispusimos a organizarnos con los guías. Ya conocíamos el compañero de suelta y nuestra mano era realmente sencilla, Borland la dominaba a la perfección y por ello no llevaríamos guía. Soltaríamos dos rehalas, la de D. Rafael Borland (divisa collar negro sobre fondo azul y collarín de la cencerra amarillo) y la de D. Antonio Velasco (divisa collar rojo y collarín de la cencerra rojo).

Berrendo de la rehala de D. Antonio Velasco.

Se puede decir que tuvimos una buena mano, cosa que sirvió de base a las bromas del bueno de Antoñín Roldán. Él, en una mano mucho más larga y quebrada, también tuvo que aguantar lo suyo: ¡Gran compañerismo, buen ambiente entre colegas y gran tipo Antoñín! Nos tocaría trastear el conocido por Cerro Gordo, uno de los cerros más altos de la finca con casi cuatrocientos ochenta metros de altitud. El frio matutino fue disipándose a medida que avanzaba la mañana, quedándose así un día magnifico para montear.

Fila de rehalas instantes previos a entrar a la mancha.

Pronto nos separamos de la fila de furgonetas para dirigirnos a nuestra suelta, las ordenes de Manolo Prieto El Navero por la emisora nos advertían que ya estaba cerrada la mancha y que debíamos soltar nada más llegar a lugar elegido para tal fin. Así, tras aparcar correctamente las furgonetas, orientadas hacia el Cerro Gordo y evitando molestar el paso del carril, nos empezamos a cambiar: ropa de monte, zahones, polainas y cuchillo al cinto. La suelta era inminente.

Las vistas desde nuestra suelta en El Cerrejón eran maravillosas.

Tanto los berrendos de Borland como los podencazos de Velasco mostraban su nerviosismo en el interior de los camiones, de sobra conocen que más pronto que tarde andarían monteando. Los primeros tiros se empezaban a sentir, alguna carrera de cervuno conseguimos divisar desde la situación estratégica de la suelta. Rafa Borland hijo se quedaría en la suelta, desde allí y con ayuda de la emisora se iría comunicando con nosotros para radiarnos el discurrir de la mano y retransmitirnos las reses que se iban moviendo acosadas por los perros.

Rafa Borland, Francis, Joaquín Borland y Andrés El Mejicano antes de soltar.

Llego el momento de la esperada suelta. Los podencos de estas dos rehalas cordobesas saltaron de los camiones con tremenda ansia, en un instante se desperdigaron por los alrededores de la suelta poblando el campo de manchas blancas, mostrando así un bellísimo espectáculo para la vista y el oído. Las voces de Borland y de El Mejicano empezaron a sentirse animando a sus valientes.

Suelta de los borlanes en El Cerrejón de la Alcarria.

Consistiría en rodear el Cerro Gordo, la mano alta la llevaría El Mejicano y la baja Joaquín. En primer lugar se trastearía la zona de umbría, tratándose esta de un laderón oscuro con bastante pendiente y poblado por abundante quercus con poco monte bajo. Al dar cara al carril por el cual habíamos accedido al lugar de la suelta, tomaríamos dirección a la citada suelta por una espesa solana poblada de brezo, lentisco y jara.

Croquis de nuestra mano en El Cerrejón de la Alcarria.

En la zona de umbría, rápidamente salió todo el cervuno que allí aguardó hasta que los perros dieron con ellos. Las ladras y corridas de las pepas seguidas por los perros, porque casi todo lo que salió de aquella ladera fueron hembras, montaron una escandalera en aquel monte hueco digno de ver. Poco agarre había para los marranos en la parte más sombría del Cerro Gordo.

Joaquín Borland entrando en la mancha.

Las paradas fueron continuas y acertadas. Había que dejar trabajar a los perros y varias fueron las ocasiones en que nos juntamos con Andrés El Mejicano para echar un cigarro e intercambiar sensaciones del discurrir de la mano. En una de ellas, los perros de Velasco sacaron un tremendo marrano de los coronos del Cerro Gordo, lástima que no corriera para los puestos que dominábamos en aquel instante desde nuestra localización. No fuimos capaces de adivinar si aquella ladra metió el cochino en alguno de los puestos.

Jardín de la Aljabara y Mesas del Bembézar desde el Cerro Gordo de El Cerrejón de la Alcarria.

A buena hora acabamos la umbría y saltamos a la solana, quedaba lo más duro de andar y seguramente donde podía haber más reses encamadas. Antes, un nuevo parón para llamar perros, habíamos llegado al tope de nuestra mano y comenzaba la vuelta. Con el grueso de los integrantes en nuestras inmediaciones y evitando así que se salgan de la mano, vuelta al trabajo. Las voces de mando de Borland y El Mejicano volvían a dirigir sus perros, tocaba poner patas arriba la solana.

Andrés El Mejicano, perrero de D. Antonio Velasco, antes de saltar a la solana.

Las ciervas continuaban saliendo a diestro y siniestro. El que se pudiesen tirar provocó que los disparos no cesaran en toda la mañana. Los marranos tardaron en salir pero al final lo hicieron, y tanto que lo hicieron. Casi llegando a las furgonetas se montó una magnífica zapatiesta, varias ladras simultaneas ofrecieron un bellísimo espectáculo remachado con certeros disparos desde los puestos que tuvieron la suerte de ver como los perros les metían los cochinos en sus tiraderos tras un gran trabajo.

Gran trabajo el que realizaron los berrendos de D. Rafael Borland.

El día estaba echado, estábamos a pocos metros de la suelta y el remate de la mano no podía haber sido más vibrante. Se disfruta una barbaridad cuando los perros dan con los cochinos y eso fue lo que ocurrió en la solana del Cerro Gordo. El trabajo de ambas rehalas fue destacado y así se lo hicieron saber desde los puestos los afortunados que disfrutaron con el buen hacer de perros y perreros.

Con codicia mordiendo unos de los cochinos que levantaron en la solana.

Momento de, sin prisas, dirigirse a las furgonetas, hay que llamar perros y evitar que alguno se quede encelao con las últimas reses cobradas. Poco a poco irán apareciendo los más rezagados, mientras aprovechamos para cambiarnos e intercambiar impresiones con Rafa Borland. Faltan pocos perros y con suerte no son de los más problemáticos. La mano ha sido sencilla y no deben de tardar demasiado.

El Mejicano llegando a la suelta en El Cerrejón de la Alcarria.

Entre que vienen y no vienen nos arrimamos a la candela que se ha entretenido Rafa en encender y vamos acercando el taco al corrillo para compartir las viandas. D. Rafael Borland y Luis Martínez, cabizbajos por el flojo puesto que habían tenido que soportar, deciden que prefieren comer con nosotros en vez de ir al cortijo. Se inclinan acertadamente por el tortillón de El Mejicano o los filetes empanados de Joaquín. Antes del postre estamos completos y pronto partimos hacía Córdoba tras recoger a Antoñín Roldán en su suelta.

En la suelta, recuperando fuerzas mientras llegaban los últimos perros.

Otro gran día de perros y monte, en esta ocasión en El Cerrejón de la Alcarria, en las caídas al pantano del Bembézar. Del resultado poca información tengo, ciervas se mataron bastantes y según me comentaron, un cochino descomunal también se cobró junto a las colas del pantano. Nosotros disfrutamos de lo lindo viendo trabajar los perros y sacando reses de aquel imponente y bello Cerro Gordo.

Collar y collarín de la cencerra rojo, perros de la rehala de D. Antonio Velasco.

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