Sin dudarlo acepté la amable invitación. En alguna ocasión habíamos hablado de pasar un día monteando juntos, pero lo lejano de las zonas donde monteamos unos y otros había imposibilitado tal situación, por eso con ilusión accedí al convite. Ciertamente tenía ganas de ver trabajar a estos hermanos pequeños de nuestros vistosos campaneros, pues aunque por la vecina zona sevillana de Castilblanco de los Arroyos, El Ronquillo o El Real de la Jara había tenido la oportunidad de verlos monteando, nunca había roto jaras con ellos. Es muy común por la Sierra Norte de Sevilla y por la sierra de Aracena, así como por el sur de Badajoz, este tipo de perro, del que guardo buen recuerdo gracias al buen hacer de rehalas como la de Luís Alarcón de la Lastra, Alfonso Aguado, Roberto Wilson o Cantalobos, entre otras que vi trabajar en la alguna montería por la zona.
Una llamada la noche de antes para concretar sitio y hora. David no había cazado mucho por la zona, su debut iba a ser, nada más y nada menos, que en La Aguja, propiedad del Conde de Caralt. Finca con tradición y enclavada en una zona muy montera. Eso sí, de carril nos íbamos a hartar. Nos veríamos a las nueve menos cuarto en Ojuelos Altos, allí nos juntaríamos con Rehalas La Mota para tomar café en La Cardenchosa y partir hacía la finca.
Fue llegar a la puerta de la finca, saludar rápido a los demás perreros y coger camino hacia las sueltas. La nuestra seria en un alto, junto a las caídas al río Benajarafe. La mano, recorriendo la margen derecha del río. La ida por la parte baja hasta llegar a la umbría, y la vuelta algo más altos, siempre dando cara al río y a los cerros de Escambrón.
Nuestro guía, Oscar, Paco, José y David instantes antes de soltar.
No tuvieron que esperar los perros mucho pues al instante de llegar al lugar de la suelta se abrieron los remolques y furgones. La suelta como de costumbre, preciosa. Con qué vitalidad y qué afición saltan los perros de los vehículos, ya saben lo que toca.
Oscar, compañero de faena de Regalao, soltando en La Aguja.
Paco abriéndole las puertas a sus atravesaos.
Tardaron poco en dar con las primeras reses, ciervas y chotas que crearon una sonora algarabía que puso en tensión a los puestos próximos a nuestra suelta, algunos situados en altas torretas. Paco iría por la mano pegada al río, más abrupta y con pasos, en ocasiones, complicados. José por encima de él y a continuación los paterninos de Regalao. Es curioso contemplar rehalas tan dispares trabajando. Por un lado las dos rehalas La Mota compuestas por atravesaos muy en tipo Valdueza, y por otro los finos y pequeños paterninos. Paso fuerte y potente, el de los primeros, y carrera ágil y alegre, la de los segundos. Dos perros distintos y dos maneras diferentes de montear.
Atravesaos muy en tipo Valdueza componen rehalas La Mota de Alcalá La Real.
Mucho cervuno guardaba la mancha, sobretodo hembras, que cogieron los perros en un número considerable, y es que, a estas alturas de la temporada con poco que se confíen las pepas es difícil que no les echen mano. Las ladras no pararon en toda la mañana, los perros realizaron una labor formidable, y al paso rápido del guía fueron levantando muchas reses. Dando cara a la umbría salieron algunos venaos, que vimos como eran abatidos desde los puestos, animados por nuestros gritos y por esas ladras que hacían hilo, protagonizadas por los paterninos con collar amarillo de Regalao.
Regalao animando a los suyos en el discurrir de su mano.
Quizás, un paso más lento hubiera beneficiado y es que muchas veces hay que esperar y montear más despacio, pero con manos largas y duras, a la mínima que se descuide uno se encuentra que la gente de los puestos no espera la vuelta de los perros y están más pendientes de sentarse al puchero que de respetar el trabajo de perros y perreros. Así, hubo momentos que íbamos sin perros, muchos. Marranos no salieron, aquello se veía poco tocado de los cochinos y me quedé con las ganas de ver a los de Paterna bregando con uno. En fin, la próxima vez será.
David, ya de vuelta hacía la suelta, dando cara en uno de los puestos.
A la vuelta, ya en el lugar de la suelta, momento de recuperar el resuello. La última cuesta se hizo dura y el calor que reino en toda la mañana se hacía incomodo en este último achuchón. Momento de pasar revista, faltaban muchos perros, pero muchos. Tocó llamar desde los altos, preguntar a los compañeros, mirar con los gemelos y trasponer hasta el final de la mano en busca de un par de valientes. Gajes del oficio, que con afición se soporta con gusto.
Paco, cargando sus atravesaos de divisa azul y M en el costillar.
Una vez completos, despacito para el cortijo, eran cerca de las seis y había que recuperar fuerzas. Unos garbanzos y un par de mandarinas que nos supieron a gloria. En cuanto al resultado, poco que contar, cuando salimos de allí no habían llegado las reses y el personal prácticamente se había ido al completo, poco tendrían que esperar, entiendo. Imagino que alrededor de las veinte reses, sin contar las ciervas que se tiraron. La tarde se echaba y cada mochuelo a su olivo, David y Oscar para Barcarrota (Badajoz), José y Paco para Alcalá la Real (Jaén) y el que suscribe, mas cerquita, para Córdoba. Desde aquí quiero agradecer, tanto a unos como a otros, la invitación para montear con ellos y el cariño con el que me trataron en La Aguja.
Muchas gracias a ti Rorry por acompañarnos ha sido todo un placer poder compartir contigo un día tan especial.
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