Son unos pocos los años que he monteado ya lo de Eduardo, en su mayoría trasteando aquello como guía con los perros. Por allí han pasado rehalas como las de Diego García-Courtoy, Rafael Blesa o Ricardo Torres y Fernando López, con las que he pasado grandes jornadas de monte junto a Pepillo Fragonetas, Lolo y Pepe El Indio. Aquello es muy chico, pero tiene unas manchitas de coscoja, lentisco y sobretodo espesas aulagas que siempre cobijan algún marrano. La lastima de este año es que se veía tomado, en fin, el año que viene habrá que echarlos a correr.
Quedamos en la casa sobre las 10:30, no había prisa pues hasta que no empezaran a montarse el resto de las manchas era tontería estar puesto. A última hora hubo cambio de planes, tres valientes con afición, los hermanos Rojas (Perico y Gonzalo) y yo, armaríamos la huida hacia la Yesca. Edu y su padre ocuparían sus puestos en el cierre con la parte de Carlos. Seria complicado que por allí se movieran bichos pero en esto de los marranos nunca se sabe y alguno zorreao podía darnos una sorpresa.
Rorry, Perico, Gonzalo, Edu y Teresa antes de salir para los puestos.
Los tres puestos que ocupamos eran una pintura, en general la armada que montamos, la del pozo, es preciosa y muy cochinera, pero nada, no hubo fortuna y ninguno vimos nada. Era de esperar, sin meterle perros a aquello los cochinos no salen, y nuestra esperanza, que se fallara o se colara alguno, no se produjo. Al menos el día acompañó y el discurrir del agua que llevaba el arroyo que tenía delante me hizo disfrutar una barbaridad. Bendita agua.
Pronto estábamos de vuelta en el cortijo. Tiros se sintieron, aunque lo retirado de nuestra posición evitó que sintiéramos todas las detonaciones, pues bastantes se debieron de oír para cobrar casi cincuenta reses. Eduardo padre no tiró, su hijo remató un machete que le entró herido del puesto de al lado. Ellos estuvieron bastante entretenidos, por lo que contaron mientras dábamos buena cuenta de unas habichuelas con perdiz que nos preparó Julia y que estaban sensacionales. Las anécdotas de los Rojas se cruzaban con los relatos de Eduardo y con ese clima tan agradable dejamos que se fuera echando la tarde.
Tatun junto al marrano que remató Edu.
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