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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

lunes, 14 de diciembre de 2009

El Álamo II (Villaviciosa, Córdoba)

Segundo día en El Álamo, tocaba la segunda mancha, El Búfalo. El desayuno, ya dentro de la finca, junto a una vieja zahúrda, nos hizo entrar el calor a más de uno que llegamos con el frío metido en el cuerpo. La niebla abundante imposibilitaba una correcta visión provocando que tras el sorteo se ralentizara la salida de las armadas, confiando en que cuando calentara el sol la niebla levantara, como así fue.

José Ignacio tuvo buena mano en el sorteo.

Prácticamente las mismas caras que el día anterior, faltando algún montero que con intención de aprovechar el puente en otros menesteres únicamente asistió el día anterior. De nuevo mucha gente joven que con gran ilusión afrontaban este segundo día de montería. La mancha estaba tocada por los marranos y confiamos en poder poner patas arriba alguno de buen porte. En cuanto al cupo, casi nadie lo había completado el día anterior esperando un buen trofeo, es más, la mayoría se habían dejado parte importante del mismo, por lo que seria necesario que se emplearan afinando sus "apuntaeras" para rematar el fin de semana.

Rorry, Alfonso, Martín, Ignacio, Joaquín, Diego y Luis antes de salir hacia los puestos.

Mi armada la componíamos mi amigo Joaquín y yo, entre los dos teníamos tarea de tapar la salida por dos portillos de la malla, en las faldas del punto alto de la zona, el pico El Álamo, de más de 700 metros de altura. Cuando íbamos camino hacia los portillos hicimos un pequeño sorteo para ver quien se quedaba en el primero y quien en el segundo. Fui a parar al primero, el más bajo y viendo un laderón de monte cerradísimo, mucho lentisco y coscoja, a la par de apretadas jaras que hacían del puesto una preciosidad, eso si, para ver un marrano corriendo en ese montarral había que estar muy fino de vista. El puesto de Joaquín a mi izquierda, unos 100 metros arriba, también pegado a la malla y en una ligera vaguada que imposibilitaba cualquier peligro.

Mi puesto, bonito y muy cochinero.

Tras localizar correctamente la situación de mi compañero de armada cargue el rifle, al instante varias reses encamadas en el laderón se levantaron de sus encames, al menos había cinco venaos, alguno de buen porte. Rápido cogieron la verea que los sacaba de aquella hoyita. Mi corazón a mil, y es que había ocasiones que las sentía y hasta que no daban cara en el testero de los chaparros de mi derecha o saltaban al cortafuegos que seguía paralelo a la tela no identificaba de que se trataba, aquello estaba cerradísimo.

La suelta no se hizo esperar. Nos soltaron a la derecha, en la casilla del guarda. La rehala de Pedro Armenta (divisa amarilla) seria la encargada de mover los bichos del manchón que divisamos Joaquín y yo. En los primeros pasos, las rehalas de Martín Sánchez-Ramade (divisa verde clara) y Rafael Borland (divisa azul con franja negra y collarín amarillo) también asomaron por nuestra hoya para volcar al momento. Las corridas de las reses seguidas por los canes provocaron un espectáculo bellísimo, todo ello animado por las voces de Joaquín Borland, Gitanillo y Pedro Armenta, perreros de las rehalas antes citadas.

Atravesao de Pedro Armenta (divisa amarilla) al paso por mi postura.

No dio tiempo ni parar sentarme un instante durante toda la montería en el catrecillo, las ladras eran continuas. Los cruzaos de Armenta están yendo muy bien esta temporada y en mi puesto en El Álamo disfrute viéndolos trabajar. Su mano fue durísima, muy difícil de andar y con mucho monte, pero con coraje y afición fueron capaces, perros y perrero, de mover muchos bichos. Una vez coronada su mano en los peñascos de mi izquierda, vuelta hacia la suelta, ahora más pegados a la tela y por lo tanto con más esperanza de que movieran algún marrano y lo pudiéramos tirar o Joaquín o yo. El bueno de Benavente iba de guía, y fue el quien canto un cochino que se escurría en nuestra dirección, fuerte animaba a los perros y nos indicaba la corrida del animal. No tarde en escuchar dos tiros de Joaquín, seguidamente el agarre. Por lo que comentaba Pedro desde un alto había caído. Me alegre por Joaquín, se que lo disfruta como el que más.

Atravesao de Armenta dando cara en mi postura. Estuvieron sensacionales.

Seguía discurriendo la mañana, los atravesaos de Armenta estaban inconmensurables y me estaban haciendo disfrutar como un enano. Dejándome los ojos en los pequeños huecos entre tanto monte me encontraba cuando de nuevo siento a Joaquín tirar. Estaba vez un primalón que se intentaba salirse por la malla y finalmente se salio con la suya sin poder acertar mi compañero.

Benavente, parado en una trocha que iba perpendicular a la linde da la orden a Pedro de que comience la vuelta hacia la suelta. No pasaron ni cinco minutos cuando de sus pies se levanta un berraco, tras el una doga que lo late. Las voces de Benavente me ponen a mil revoluciones. La ladra se pierde y el cochino no da cara, dejando hacer a los perros vuelven a dar con el pero astuto como buen solitario no da posibilidad ni a Joaquín ni a mi y escapa por la espesura. Que listos son los joios.

Al paso por mi postura se acerca Pedro a echar un pitillo y cambiar opiniones, se le nota cansado y echa un trago de agua. Le comento lo bien que estoy viendo trabajar a sus perros, así como lo mucho que estoy disfrutando, sonriente me anima, confía en que se vuelva algún cochino cuando continué su mano. Y así fue, y que cochino, un marrano como un tren se descolgó con pocos perros detrás cuando Pedro ya estaba llamando desde el camión. Se había escapado de los puestos de la volcá que lo habían errado. Lo pude clarear un segundo pero llevaba los perros alrededor y me fue imposible tirarlo, luego se aculó en un lentisco y repartió estopa a los tres perros que le echaron narices. Lastima que no estuvieran los canes más frescos, sino estoy seguro que le hubieran dado más guerra y quizás hubiera podido tirarlo. Los gemidos de los perros al sentir la rasca del marrano delataban que tenia que ser un buen elemento. Los latidos se fueron diluyendo y los perros volvieron camino de la suelta, que pena pues era un bichaco.

Pedro Armenta con sus cruzaos al paso por mi postura.

Aguante aun un buen rato, por si una vez tranquilo se meneaba zorreao, pero nada nunca mas supe del cochino. Recogí y fui en busca de Joaquín, teníamos trabajo para sacar el marrano de allí, marrana concretamente y negra como el hollín. Su cara lo decía todo, rebozaba alegría y me relato el lance con pelos y señales, una y otra vez ¡que buen tío esta hecho! Por el camino nos paramos un momento en la suelta donde saludamos a los demás perreros que estaban reponiendo fuerzas.

Junto a un sonriente Joaquín y su cochina de El Álamo.

Ya en el cortijo, el personal estaba casi con los postres. Rápido comimos algo y bajamos a ver las reses. Muchos habían completado su cupo y había algún venado bonito. En total más de setenta reses, como de costumbre El Álamo cumplió y las caras lo denotaban. Momento para las fotos de recuerdo y despedirse, el fin de semana había sido intenso y el cuerpo va notando la dureza de la temporada.

Martín y José Ignacio disfrutaron en su puesto de El Álamo.

Agradecer, a la propiedad y a la peña que organizó esta montería, el trato y el cariño con que me han tratado y darles mi enhorabuena por el resultado así como por el magnifico ambiente que se ha respirado durante el fin de semana en El Álamo.

Plantel de reses del segundo día en El Álamo.

1 comentario:

  1. Como me toque el gordo con el décimo de mi peña, a ésta; el año que viene invito yo... jejejeje
    Un saludo señor

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