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UNA REHALA

UNA REHALA

No hay verdadera montería sin perros. Cuando se montea de verdad, es decir, con todos los elementos que el caso requiere, y entre ellos, y en lugar preeminente, varias rehalas punteras, éstas lo van diciendo todo. Lo van diciendo todo al que sabe escuchar, que no es fácil. Si sabe escuchar, aunque le haya tocado un puesto en que, por mala suerte, no haya tenido vista sobre el terreno, se habrá podido dar perfecta cuenta -siempre y cuando los perros sean de calidad- de todo cuanto ha sucedido en el día. Desde la hora en que se soltó hasta en la que se terminó la batida: de si ha habido interés o no, de si se ha tirado bien o mal, de si la caza ha corrido en dirección que convenía, de si se ha vuelto o de si no ha salido. En fin, de todo se habrá enterado y bien poco será lo que le puedan contar los que han tenido la suerte de presenciar el conjunto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

EL PERRO DE REHALA

EL PERRO DE REHALA

El buen perro de rehala, sea cualquiera su clase, desde el puro podenco envelado y peliduro al de padres desconocidos y tipo inverosímil -que los dos pueden ser de punta-, requiere, entre otras, las siguientes características principales: fuerza, coraje, perseverancia, vientos y dicha. A cuál de ellas mas importantes, y si no las reúne es un perro incompleto.

Veinte Años de Caza Mayor. Conde de Yebes.

jueves, 4 de febrero de 2010

El Bravo (Encinasola, Huelva)

La noche previa la pasamos en Fuente de Cantos, durmiendo, eso si. Quedamos en vernos en el surtidor de Fuente Obejuna: Manuel, Borja y yo. Allí se quedó un coche y nos fuimos en el mío para el cortijo de Borja, allá por tierras pacenses. Al día siguiente, temprano hacia Encinasola, en la linde con Portugal.

Se acorta mucho de esta manera, pues en poco más de una hora nos plantamos en la frontera con el país luso. En la primera mancha que estuvimos por aquella zona de Aracena y Picos de Aroche, dormimos en Sevilla y el madrugón para encajar hasta allí fue importante. Desde Fuente de Cantos, saliendo a las ocho y tras pasar por Segura de León, Bodonal de la Sierra, Fregenal de la Sierra e Higuera la Real, puntuales a la cita en El Rincón de Abade, el hotel donde se celebró el sorteo.

Manuel sacando su puesto. Que buena mano tiene.

Un buen grupo de jóvenes aficionados, sevillanos y cordobeses en su mayoría, nos juntamos allí. Algunos habían pasado la noche en Encinasola, en el hotel antes citado, otros, en el cortijo de El Bravo. Nunca había monteado en esta finca, pero la conocía gracias al libro "De Doñana al Pirineo" de Vázquez Parladé y a las referencias de Emilio Jiménez. Se echaba Pedro Gil, mancha que se encuentra fuera de la tela de El Bravo pero de los mismos propietarios. Precisamente con uno de los propietarios estuvimos charlando antes de sortear y a la pregunta de como estaba la mancha bromeo diciéndonos que estaba muy buena de bulldozer y caterpillar. No entendimos muy bien su significado.

Rodrigo, Chete, Marta, Jose Mª, Borja, Fernan y Alvaro antes de salir hacia los puestos.

No consentí sacar la tarjeta del puesto, delegue en Borja. Se sorteo por armadas, para así aligerar. Yo iría con Borja al puesto y Manuel solo. Nos tocó en el número cuatro del Pantano, armada compuesta en gran mayoría por amigos. En el tres iría Chete, en el cuatro nosotros, en el cinco José Mª Soto y en el seis Fernan.

Nuestra armada fue la "afortunada" de tener que mostrar los papeles a la guardia civil. Sin incidencias pasamos el siempre peliagudo examen. Poco tardamos en partir hacia la mancha, tomando por la carretera hacía Aroche y desviándonos por un carril a mano izquierda. Incrédulos adelantamos un grupo de senderistas que haciendo caso omiso a los carteles de "Peligro montería" y a nuestras recomendaciones se dirigían decididos para el centro de la mancha. Más felices que unas pascuas y en tono desafiante nos contestaron que aquel carril era público y que tenían derecho a pasar. A estos no les pidieron los papeles.


Paterninos constituían las rehalas convocadas.

El primero en quedarse fue Fernan. Fue entonces cuando Borja y yo nos dimos cuenta del porque de la broma de los bulldozer. Se monteaba una mancha que habían desbrozado por completo, bueno más bien arrasado, modelando terrazas en las cuales crecerían millones de eucaliptos. Nos miramos y nuestra cara todo un poema, tremendo. Madre mía, la que habían liao allí.
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El Paisaje de película, eso sí, de ciencia ficción.
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El siguiente en quedarse José Mª, su puesto parecido al anterior. En una de las márgenes de un arroyo tirando al paisaje lunar, pecho en frente. El postor, todavía seguía comentando que era una armada cochinera. Al acabar el carril, cuando topamos con la malla dejamos los coches, al pobre de Chete se le quedaban en el mismo puesto. Borja y yo, malla arriba. Cuando llegamos a la tira no sabíamos donde mirar, que feo era el puesto y que subrealista la situación: de montería en un Júpiter aterrazado. Nuestro tiradero una serie de terrazas sin vegetación alguna y marcando claramente las curvas de nivel, a nuestra espalda la alambrada de El Bravo.

Borja asimilando lo que teníamos delante.

Lo primero fue vernos con Chete y Marta que estaban por bajo nuestra. Luego, cargar rápido. Un cordón de ciervas se descolgó por el pandero largo que teníamos a nuestra derecha. Se podían tirar y al momento sentimos como José Mª tiraba, por la carrera le cumplirían muy bien en su postura, como así comprobamos al recoger.

Lejos, sentimos los camiones de los perros dirigiéndose hacia las sueltas. Algún tiro suelto sentimos y a lo lejos el grupo de paseantes por mitad de la mancha (si me permiten denominarla así). Desde luego hay cosas que uno no se explica, con la cantidad de hectáreas que habrá por esa zona con bellas dehesas de alcornoque y encinas, cerros de monte bajo o riveras tupidas de sonoros arroyos, los viandantes se tienen que meter allí en mitad de unos cerros destrozados por la mano del hombre. En fin, subrealista.

En el laderón del fondo vimos correr más de una res.

Poco tardamos en echar mano al zurrón buscando el taco, no pusieron desayuno. Nada complicado, una botellita de tinto, una tapa de queso, esta vez de Villamayor de Calatrava, y unas aceitunitas aliñadas por mi madre. La tranquilidad solo se interrumpió con una chota que paso por el viso de nuestra izquierda y que debieron apiolar, con poca consideración, al volcar.

Por el viso de mi izquierda pasó la chota.
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Algún perrete apareció por nuestro puesto pero los perreros aun se sentían lejos y nunca llegarían hasta nuestra postura. Una ladra se siente a lo lejos. Al momento, en los cerros "espaciales" de nuestra derecha, una pelota de tres o cuatro ciervas suben buscando huir de los perros, en esto que sentimos tirar al que pensamos era Chete. Borja y yo bromeamos, las ciervas le estaban pasando lejísimos pero con tan pocos impedimentos vegetales en el testero pensamos que intentaba hacer puntería. Luego le daríamos caña, pensamos.

Fueron de los pocos perros en dar cara a nuestro puesto.

En el mismo instante, mientras seguía la carrera de las pepas con los gemelos, una ladra a nuestra izquierda. De repente, y sin dar crédito a lo que estábamos viendo, un venao y una cierva (¿de donde habrían salido?) directos hacia la malla, unos cinco metros por debajo del raspín. Atento, Borja, con miedo a que siga los pasos de la chota y vuelque, le suelta un primer tiro antes de topar con la tela. Al disparo, el venao para el ritmo y no es capaz de saltar. Sesgao, un segundo tiro y comienza a bajar recto hacia nosotros. Animo a Borja a que lo espere, viene de cabeza hacia nuestra posición. A poco más de quince metros un tercer tiro de frente que lo derriba. En la vida hubiera creído que mataríamos un venao allí, increíble.

Bonito el venao de Pedro Gil.

Sonrisas, abrazos y el último trago de vinacho para celebrarlo. Nos asomamos para ver a Chete y por gestos comunicarle nuestro éxito. La montería estaba echá. El venao no era feo, con doce puntas y parejo. Que buen recuerdo de estas aventuras onubenses.

Borja junto al venao.

Sentimos algún tiro más y vimos como las rehalas que llevaban la mano por el cerro de nuestra derecha sacaban una collera de venaos, dirigiéndose hacia las posturas de la cuerda. Sobre las tres empezamos a recoger y nos acercamos a ver el venao para hacernos las fotos de rigor. Borja había estado fino y el venao tenía los tres tiros. Que duros son estos bichos.

Foto para el recuerdo junto al venao.

Nos preparamos para arrimarlo hasta los coches cuando aparece el postor. Lo primero que sale por su boca es preguntar por cuantos tiros tiene y cuantos le habíamos tirado. Le contamos el lance y al finalizar nos suelta que el también lo había tirado desde su puesto. Puesto que estaba en el laderón de nuestra derecha y bastante lejos, para tirarlo lo había hecho por encima del resto de nuestra armada. Borja y yo no nos lo podíamos creer, que barbaridad. Todavía pensaba que en alguno de los ocho tiros que le había soltado desde la Cochinchina le podía haber enganchado, ya que según él, no todos sus disparos levantaron polvo. Le reprochamos su manera de actuar y a arrimar el hombro que había que bajar el bicho al carril. Sin comentarios. Por cierto, suyos eran los tiros que sentimos y no de Chete que luego nos confirmo que no había tirado a aquellas hembras.

Junto a Chete, nuestro compañero de armada.

Marcamos bien el venao y preguntamos donde era la junta de carnes pues no había comida, pero tampoco un sitio de reunión donde juntarnos. Nos acercamos de nuevo al hotel, charlamos con unos y otros, comimos una tapa y de vuelta al campo a buscar la cabeza, al lugar donde llevaban las reses.

La suerte había sido dispar, no todo el mundo iba a cobrar un venao en Marte, eso es solo para privilegiados como Borja y yo. A Manuel tiró un venao, que todavía, a día de hoy, no le han demostrado que no fuera suyo, pero lo de siempre: "por no discutir..."(parece mentira que esas palabras vengan de Manuel, ¿verdad?). A Javi Romero se le fue un buen marrano que un poco más y se lo come. A mi tocayo, Rodrigo Maesso, lo quitaron los civiles del puesto a la una por estar colocado en un camino, donde por supuesto estaba su tablilla. Y poca cosa más. En total menos de diez reses, contando ciervas, y el venao más bonito, el nuestro.

Borja, Manuel y yo junto al venao que remató Manuel.

Agradezco estos días que he dejado pasar hasta ponerme con esta crónica, estoy seguro que de haberme puesto más en caliente no parecería todo tan bonito como se relata. Ahora, más de una semana después, uno se acuerda del buen rato con los amigos, del puesto en buena compañía, del lance y del fin de semana montero.

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